Este 20 de julio la Iglesia Católica celebra al obispo mártir San Apolinar, quien fue discípulo de San Pedro. El santo llegó a ser muy conocido en los inicios del cristianismo por realizar hechos tan prodigiosos como los mismos Apóstoles.
La tradición cuenta que San Apolinar y San Pedro se conocieron en Antioquía, ubicada en la actual Turquía, cuando el Apóstol fue a ese lugar a evangelizar. Apolinar dejó el paganismo y decidió seguir al primado de la Iglesia hasta Roma.
Recibe las principales noticias de ACI Prensa por WhatsApp y Telegram
Cada vez es más difícil ver noticias católicas en las redes sociales. Suscríbete a nuestros canales gratuitos hoy:
San Pedro lo envió a Rávena, al noreste de Italia, convirtiéndose en el primer obispo de la zona.
Cerca de allí queda hasta ahora la localidad de Classe, donde había un mudo. El Beato Santiago de la Vorágine, en su libro Leyenda Dorada, narra que cuando el santo llegó a su casa para sanarlo, se le presentó una mujer poseída por el demonio.
La endemoniada buscaba impedir que ingresara gritándole: "¡Vete de aquí, siervo de Dios! ¡Vete inmediatamente, o haré que te aten de pies y manos, y que te expulsen de la ciudad!".
San Apolinar le llamó la atención al demonio y lo expulsó, liberando a la mujer. Luego se acercó al mudo, rezó al Señor y el hombre empezó a hablar. Se dice que más de 500 personas abrazaron la fe tras este prodigio.
El demonio no se quedó tranquilo y los paganos, molestos, golpearon muy duro al santo amenazándolo: "¡No se te ocurra volver a pronunciar en esta ciudad el nombre de Jesús!". Pero el valiente Apolinar sólo les respondía: "¡Jesús es el Dios verdadero!".
Los malvados lo siguieron torturando y lo echaron sobre carbones encendidos, pero como veían que él seguía anunciando a Jesús, decidieron botarlo de la ciudad.
Un noble de Rávena, llamado Rufo, ordenó a sus sirvientes ubicar a Apolinar, ya que su hija estaba muy enferma. Cuando el santo puso un pie en la casa, la joven murió. De inmediato Rufo, lleno de tristeza, culpó a Apolinar y veía todo esto como un castigo de sus dioses.
"Rufo, serénate; ten calma y escucha. Júrame que si tu hija resucita, no te opondrás en manera alguna a que ella siga a su Creador", le dijo Apolinar.
El noble se comprometió, el santo oró al Señor y la joven volvió a la vida. Luego ella, su madre y otros más se hicieron cristianos. Además, la hija hizo voto de virginidad.
El César, entonces, ordenó que Apolinar rindiera culto a los ídolos. El santo se negó y fue sometido a diversos castigos y sufrimientos. Esto enfadó mucho a los cristianos, quienes en una revuelta mataron a más de 200 paganos.
Las autoridades expulsaron a San Apolinar en un barco, pero tras naufragar, retornó a Rávena. Fue otra vez atrapado y llevado al templo de Apolo. Al entrar en el recinto, el santo miró la imagen del dios pagano, la maldijo y el objeto se destruyó.
Muchos otros prodigios hizo San Apolinar, quien más tarde moriría mártir luego de ser atrapado y golpeado por incrédulos.