El Obispo de Córdoba (España), Mons. Demetrio Fernández, explica que muchas veces Dios no concede una gracia que se le pide a la primera "no porque Dios sea tacaño".
El Prelado detalla que el Señor "es siempre más generoso que nosotros y quiere siempre nuestro bien. Si Él tarda en concederlo es porque quiere que nos volvamos a Él, que nos convirtamos a Él y reconozcamos que tales dones nos vienen de Él".
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Esta digresión se sitúa en el contexto de la última carta semanal del Obispo de Córdoba, dedicada a la Virgen del Carmen, cuya fiesta se celebra este domingo 16 de julio, a la que presenta como intercesora en tres ámbitos.
El primero, la sequía. La celebración de Nuestra Señora se presenta como una excelente ocasión para "invocar la lluvia abundante que riegue nuestros campos, nuestras cosechas y llene las reservas necesarias para el consumo humano".
No en vano, recuerda el Obispo, el profeta Elías oró por la llegada del agua en el Monte Carmelo, y la nube blanca que apareció fue interpretada por la tradición posterior "como un signo de María, la que precede a la lluvia abundante de la gracia, que nos viene de Cristo".
Para Mons. Fernández, "acudir a la intercesión de la Virgen es lo propio", pues también conoce las necesidades de los fieles, como lo mostró en las bodas de Caná. María se lo pidió a su Hijo "y Jesús hizo el primer milagro de su vida".
En segundo lugar, la Virgen del Carmen es de manera destacada "protectora de las gentes del mar", a las que acompaña "en sus faenas de trabajo, en los largos viajes de los que navegan hasta que alcanzan el ansiado puerto".
En tercer lugar, el Prelado recuerda que esta advocación de la Madre de Jesús es invocada de forma especial "para interceder por las almas del purgatorio" y que es Ella quien se encarga "de llevar una a una a las ánimas benditas ante la presencia de Dios".
El signo más visible de esta devoción es su escapulario y llevarlo "es signo de consagración a María, de confianza en su protección, como una buena madre".