Este 3 de julio se celebra al Apóstol Santo Tomás, a quien Cristo se le apareció y le encomendó evangelizar la India. En una ocasión, Jesús envió un milagroso relámpago a los enfermos y el santo lo aprovechó para comunicar las 12 instancias de las virtudes.
Cierto día Santo Tomás reunió a muchos pobres y ubicó a los enfermos en un sitio especial. Luego rezó por ellos, y cuando sus seguidores dijeron "Amén", un luminoso relámpago brilló sobre los cielos por una media hora.
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Todos se postraron en tierra creyendo que habían muerto, pero el Apóstol, permaneciendo en pie, les dijo: "Levántense. El Señor, en forma de centella, ha venido en su ayuda y los ha curado".
Los presentes se levantaron y comprobaron que se encontraban sanos, por lo que se pusieron a dar gloria a Dios y a su enviado.
Posteriormente, Santo Tomás les impartió una célebre catequesis hablándoles de los 12 grados en la escala de las virtudes.
Les explicó que el primer grado "consiste en creer que existe Dios y que es uno en esencia y trino en personas". Para que este misterio les fuera más comprensible, el santo les dio varios ejemplos, como el que una cepa de la vid está compuesta por tres elementos: sarmientos, hojas y racimos.
El segundo peldaño, les indicó, es recibir el Bautismo. Luego señaló el abstenerse de la fornicación, no dejarse llevar por la avaricia y refrenar la gula como el tercer, cuarto y quinto escalón, respectivamente.
En sexto grado está el hacer penitencia. Luego viene el perseverar en las buenas obras como séptimo y practicar la hospitalidad en el octavo lugar.
Santo Tomás precisó que el noveno grado es "procurar hacer en todo la voluntad de Dios". Mientras que el décimo es "dejar todo lo que Dios no quiere que se haga".
Los dos últimos son "tener caridad con amigos y enemigos" y "ejercer sobre sí mismo suma vigilancia a fin de vivir a tono con estas normas".
Al término de su reflexión, el Apóstol de Cristo bautizó a unas 9 mil personas, sin contar mujeres y niños.