Cada 29 de junio se celebra la Solemnidad de San Pedro y San Pablo, y se festeja también el día del Papa. Por ello les compartimos una oración para pedir por el Santo Padre y el bien de la Iglesia escrita por la gran Santa Catalina de Siena, defensora aguerrida del papado, quien no tuvo miedo incluso de corregir a los Pontífices.
Santa Catalina (1347-1380) vivió en una época convulsionada, en la que ciertos sectores políticos, reales y eclesiásticos buscaban desconocer la autoridad del Papa según su conveniencia. Por otro lado, los últimos Pontífices de su época habían abandonado su diócesis de Roma y vivían en Avignon (Francia).
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La santa sirvió como mediadora para lograr la pacificación y que el Santo Padre volviera a establecerse en Roma. En 1378 el Papa Urbano VI fue elegido como Pontífice, pero tenía un temperamento tan especial que alejó a los Cardenales. En represalia, éstos eligieron de manera ilegítima a "otro Papa": Clemente VII.
Los prelados se fueron con el falso Papa a residir en Avignon, apoyados por los reyes de Francia y Hungría. Ante esto, Santa Catalina escribió extensas cartas a los Cardenales y reyes exhortándolos a que retornen al verdadero Pontífice. Asimismo, la santa se dirigió a Urbano VI y le llamó la atención por su temperamento.
En el libro "Obras de Santa Catalina de Siena" se recoge una oración que ella escribió en Roma un 18 de enero de 1379, fecha que aquella época se celebraba la fiesta de la Cátedra de San Pedro, que es el trono o la sede donde se sienta el Papa y que representa su autoridad como Vicario de Cristo.
Por ese entonces, la santa le había indicado al Papa Urbano VI que llamara a la Ciudad Eterna a personas consagradas a Dios y compuso esta plegaria. En ella le pide a Dios que venga en auxilio de la Iglesia y que transforme al Papa según su voluntad. Además, se dirige a los Cardenales animándolos a que sean firmes columnas eclesiásticas.
A continuación la oración compuesta por la joven Santa Catalina de Siena, Doctora de la Iglesia y quien se dirigía al Papa como "Babbo" (papito en italiano) porque se sentía su hija:
A Ti, Médico inestimable de mi alma, suspiro con vehemencia. ¡Oh Trinidad eterna e infinita! Yo, finita, acudo a Ti en el cuerpo místico de la santa Iglesia para que quites toda mancha de mi alma por medio de la gracia. No tardes más, sino que por los méritos del capitán de tu navecilla, o sea, San Pedro, a tu esposa, que espera ayuda, socórrela con el fuego de la caridad y la profundidad de la eterna sabiduría. No desprecies los deseos de tus servidores, sino, más bien, guía la nave, ¡oh Hacedor de la paz! Oriéntalos hacia Ti, para que, apartados del camino de las tinieblas, aparezca la aurora de la luz de los que están plantados en tu Iglesia con puro deseo de la salvación de las almas. Sea bendito el lazo que Tú, ¡oh Padre benignísimo!, nos has dado para que pudiéramos atar las manos de tu justicia, esto es, la humilde y fiel oración junto con los ardientes deseos de tus servidores, por cuya mediación prometes tener misericordia del mundo.
Te doy gracias, alta y eterna Deidad, porque prometes dar pronto alivio a tu esposa. Yo entraré de nuevo en su jardín y no saldré hasta que cumplas tus promesas, que siempre resultaron realidades. Aniquila, pues, nuestros pecados, ¡oh Dios verdadero!, y limpia nuestras almas con la sangre de tu Hijo unigénito derramada por nosotros, para que, muertos a nosotros mismos, viviendo en Él, le demos, a cambio de su pasión, un rostro refulgente y un ánimo íntegro.
Escúchanos también a nosotros que rogamos por el guardián de esta cátedra tuya, cuya fiesta celebramos hoy, esto es, por tu vicario, para que le hagas tal como quieres que sea el sucesor de tu "viejecillo" Pedro y le des lo que necesita para el gobierno de tu Iglesia. Afirmo que has prometido cumplir pronto mis deseos. Por ello te ruego con la mayor confianza que no tardes en cumplir las promesas, ¡oh Dios mío!
Y vosotros, hijos dulcísimos, pues es tiempo de ponerse a la obra, ved que es el momento de esforzaros por la Iglesia de Cristo, verdadera madre de vuestra fe. Por ello os animo a que, ya plantados en la misma Iglesia, seáis como columnas de ella, trabajéis en este jardín de fe salvadora con el fervor de la oración y con las obras, arrojados el amor propio y toda negligencia. Cumplamos ampliamente la voluntad del Dios eterno, que nos ha llamado con este fin, para nuestra salvación, la de los demás y para la unidad de la Iglesia, en la que se encuentra la salud de las almas. Amén.