Noticias de Semana Santa
"La herencia para
el futuro: la certeza de la Resurección" dice el Papa el Domingo
de Gloria
VATICANO, 15 Abr. 01 (ACI).- Ante una multitud
de 100,000 peregrinos que colmaron la Plaza San Pedro en una mañana
primaveral romana inusualmente fría, el Papa Juan Pablo II pidió
dejar como herencia para los jóvenes la certeza de que el Señor
Jesús ha Resucitado.
La Eucaristía del Domingo de Pascua
se dio inicio cuando el el diácono anunció la resurrección
del Señor ante el famoso y antiguo icono del Santísimo Salvador
-Acheropíta-, conservado en Roma en la Capilla de la Sancta Sanctorum
en el Santuario de la Scala Santa. Siguiendo una vieja tradición
medieval que Juan Pablo II recuperó el año pasado con ocasión
del Jubileo, la venerada imagen que trasladada a la Plaza San Pedro.
Al finalizar la Eucaristía, el Pontífice
dirigió un emotivo saludo pascual en el que pidió que "el
anuncio pascual llegue todos los pueblos de la tierra y que toda persona
de buena voluntad se sienta protagonista en este día en que actuó
el Señor, el día de su Pascua, en el que la Iglesia, con
gozosa emoción, proclama que el Señor ha resucitado realmente".
"Mientras el nuevo milenio da sus
primeros pasos, queremos legar a las jóvenes generaciones la certeza
fundamental de nuestra existencia: Cristo ha resucitado y, en Él,
hemos resucitado todos".
Recordando el canto que entonó el
popular tenor Andrea Bocelli y que se convirtió en el Himno del
Jubileo del 2000, el Pontífice dijo: "’Gloria a ti, Cristo
Jesús, ahora y siempre tú reinarás’" Vuelve
a la memoria este canto de fe, que tantas veces, a lo largo del periodo
jubilar, hemos repetido alabando a Aquel que es "el Alfa y la Omega,
el Primero y el Último, el Principio y el Fin".
Renovación de la Esperanza
Luego, el Pontífice destacó
la trascendencia de la victoria del Señor Jesús sobre el
pecado y la muerte, al señalar que "todo parece como antes,
pero, en realidad, nada es ya como antes. Él, la Vida que no muere,
ha redimido y vuelto a abrir a la esperanza a toda existencia humana".
"Todo proyecto y designio del ser humano, esta noble y frágil
criatura, tiene hoy un nuevo ‘nombre’ en Cristo resucitado de entre los
muertos", agregó.
"Hombres y mujeres del tercer milenio",
proclamó luego Juan Pablo II: "el don pascual de la luz es
para todos, que ahuyente las tinieblas del miedo y de la tristeza; el
don de la paz de Cristo resucitado es para todos, que rompa las cadenas
de la violencia y del odio".
"Redescubrid hoy, con alegría
y estupor, que el mundo no es ya esclavo de acontecimientos inevitables".
"Este mundo nuestro puede cambiar", agregó el Pontífice,
y señaló luego explícitamente que es posible "también
allí donde desde hace demasiado tiempo se combate y se muere"
como en Tierra Santa y Jerusalén, los Balcanes, Africa y Asia.
América Latina
"Y tú, América Latina
-añadió el Papa-, depósito de jóvenes promesas,
solo en Cristo encontrarás capacidad y coraje para un desarrollo
respetuoso de cada ser humano".
"Vosotros, hombres y mujeres de todo continente, sacad de su tumba
ya vacía para siempre, el vigor necesario para vencer las fuerzas
del mal y de la muerte, y poner toda investigación y progreso técnico
y social al servicio de un futuro mejor para todos".
Finalmente, dirigiendo una emocionada plegaria
a Cristo Resucitado, el Pontífice concluyó: "en este
tiempo, entre la Pascua y la venida de tu Reino sin fin, tiempo que se
parece a los dolores de un parto (cf Rm 8,22), sosténnos en el
compromiso de construir un mundo más humano, vigorizado con el
bálsamo de tu amor. Víctima pascual, ofrecida por la salvación
del mundo, haz que no decaiga este compromiso nuestro, aun cuando el cansancio
haga lento nuestro paso. Tú, Rey victorioso, ¡danos, a nosotros
y al mundo la salvación eterna!
Juan
Pablo II presidió la Vigilia Pascual
VATICANO, 15 Abr. 01 (ACI).- Portando una
vela para encender el Cirio Pascual, el Papa Juan Pablo II dio inicio
a la celebración de la Vigilia Pascual, fiesta a la que asistieron
a la Basílica de San Pedro cerca de 25 mil peregrinos romanos y
de todo el mundo.
Un Papa cansado pero sonriente presidió una de las más solemnes
ceremonias del calendario litúrgico que marca las últimas
horas de oscuridad después de la muerte de Cristo y antes de su
Resurrección el Domingo de Pascua.
En la ceremonia, el Papa bautizará a seis personas, y además,
todos los participantes renovarán sus promesas bautismales como
parte de su compromiso de luchar por su santidad a la que como hijos de
Dios están llamados.
Posteriormente, el Pontífice impartirá la bendición
"Urbi et Orbi" que anticipó la noche del Viernes Santo
en su mensaje improvisado. En efecto, al final del tradicional "Vía
crucis", el Santo Padre invitó a los fieles a testimoniar
la "Cruz de Cristo" en este milenio que recién empieza.
En un inicio, la Vigilia Pascual se celebraría en la Plaza de San
Pedro ante la numerosa cantidad de peregrinos que participan en ella.
Sin embargo, la lluvia y el frío clima obligaron a la Prefectura
del Vaticano a trasladar la ceremonia al interior de la Basílica
de San Pedro que se vio iluminada por las velas que portaban los concurrentes.
Por último, voceros de la Santa Sede señalaron que continúan
los preparativos para la Misa solemne de Pascua de Resurrección,
para la cual, Holanda donó numerosos ramos de flores que serán
ubicados en la escalinata de San Pedro.
Papa inicia Viernes Santo con confesiones en San Pedro
VATICANO, 13 Abr. 01 (ACI).- Antes de presidir
las celebraciones penitenciales de la tarde, el Papa Juan Pablo II inició
el Viernes Santo administrando desde el mediodía el sacramento
de la Reconciliación a numerosos fieles en la Basílica de
San Pedro.
Por la tarde, a las 5 hora de Roma, el
Santo Padre presidirá en la Basílica vaticana la celebración
de la Pasión del Señor. Durante la Liturgia de la Palabra,
será proclamado el relato de la Pasión según el Evangelio
de San Juan; y la homilía estará a cargo del Predicador
de la Casa Pontificia, Padre Raniero Cantalamessa, O.F.M.
La Liturgia de la Pasión continuará
con la plegaria universal y la adoración de la Santa Cruz, para
concluir luego con la Santa Comunión.
El Papa pide a los sacerdotes
ser santos, para santificar así al pueblo de Dios
VATICANO, 12 Abr. 01 (ACI).- En el umbral del Triduo Pascual, el Papa
Juan Pablo II una multitudinaria Misa Crismal celebrada en la Plaza San
Pedro con la participación de cardenales, obispos y numerosos sacerdotes
del Vicariato de Roma.
Durante la Misa Crismal, se bendicen los
tres óleos que utilizarán las parroquias a lo largo del
año: el aceite de los catecúmenos, el aceite para la unción
de los enfermos y el crisma para los confirmandos.
Durante su homilía, el Pontífice
señaló que la celebración de la Misa crismal "es
una fiesta de modo especial, de todo nosotros, queridos y venerados hermanos
en el Sacerdocio, ordenados presbíteros para el servicio del pueblo
cristiano". "Este sugestivo ritual toma su luz, por así
decir, del Cenáculo, es decir, del misterio de Cristo Sacerdote,
que se consagra él mismo en la última Cena, adelantando
el sacrificio cruento del Gólgota", agregó.
"Íntimamente renovados por
la experiencia jubilar -agregó-, hemos entrado en el tercero milenio
llevando en el corazón y en los labios las palabras del Salmo:
'Cantaré para siempre las misericordias del Dios'".
El Papa recordó que "cada bautizado
está llamado a rendir alabanza y testimonio al amor misericordioso
de Dios con la santidad de la vida, incluso cada comunidad cristiana",
y dijo que la tarea de santificar al pueblo atañe fundamentalmente
a los obispos y sacerdotes: "sed santos, para que el pueblo que Dios
os ha confiado sea santo".
"La santidad del rebaño -aclaró
el Santo Padre- no deriva ciertamente de la del Pastor, pero sin duda
se ve por ella favorecida, incentivada y alimentada".
Vocación y fraternidad sacerdotal
"Como Pedro y Pablo, sabemos que somos
indignos de un don tan grande", dijo Juan Pablo II respecto de la
vocación sacerdotal. "Por esto delante de Dios no dejamos
de probar estupor y gratitud por la gratuidad con que nos ha elegido,
por la confianza que pone en nosotros, por el perdón que nunca
nos rechaza".
Luego, al referirse a la renovación
de las promesas sacerdotales, el Pontífice señaló
que "se trata de un ritual que adquiere plenitud de valor y sentido
justo como expresión del camino de santidad, al que el Dios nos
ha llamado por la vía del sacerdocio. Es un camino que cada uno
recorre de manera personal"; pero explicó que "en la
liturgia de hoy, la Iglesia nos brinda la consoladora oportunidad de unirnos,
de apoyarnos unos a otros en el momento en que repetimos a una sola voz:
'Sí, quiero'".
"Esta fraterna solidaridad no puede
no convertirse en un empeño concreto de llevar las mutuas cargas,
en las circunstancias ordinarias de la vida y el ministerio. Si es verdad,
en efecto, que nadie puede convertirse en santo en lugar de otro, es igualmente
auténtico que cada uno puede y tiene que serlo con y por los otros,
sobre el modelo de Cristo", dijo el Papa. "¿La santidad
personal no se alimenta acaso de la espiritualidad de comunión,
que tiene que preceder y acompañar siempre las iniciativas concretas
de caridad?"
"Hoy, queridos Hermanos en el Sacerdocio,
hacen agradecida memoria de la unción sacramental que hemos recibido,
y al mismo tiempo renovamos el empeño a difundir siempre y en cada
lugar el buen perfume de Cristo", señaló finalmente
el Pontífice; y concluyó: "Que nos sostenga la Madre
de Cristo, Madre de los sacerdotes, a quien las Letanías se dirigen
con el título de 'Vas espiritual' -Vaso Espiritual-. María
nos obtenga, frágiles vasos de barro, de estar llenos de la divina
unción. Que nos ayude a no olvidar nunca que el Espíritu
del Dios nos ha enviado a anunciar a los pueblos el gozoso mensaje. Dóciles
al Espíritu de Cristo, seremos ministros fieles de su Evangelio.
Siempre. ¡Amén!
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