1. Christus natus est nobis, venite, adoremus!
¡Cristo ha nacido por nosotros, venid, a adorarlo!
Vamos hacia Ti, en este día solemne,
dulce Niño de Belén,
que al nacer has escondido tu divinidad
para compartir nuestra frágil naturaleza humana.
Iluminados por la fe, Te reconocemos
como verdadero Dios encarnado por amor nuestro.
¡Tú eres el único Redentor del hombre!
2. Ante
el pesebre donde yace indefenso,
que cesen tantas formas de creciente violencia,
causa de indecibles sufrimientos;
que se apaguen tantos focos de tensión,
que corren el riesgo de degenerar en conflictos abiertos;
que se consolide la voluntad de buscar soluciones pacíficas,
respetuosas de las legítimas aspiraciones de los hombres
y de los pueblos.
3. Niño
de Belén, Profeta de paz,
alienta las iniciativas de diálogo y de reconciliación,
apoya los esfuerzos de paz que aunque tímidos,
pero llenos de esperanza, se están haciendo actualmente
por un presente y un futuro más sereno
para tantos hermanos y hermanas nuestros en el mundo.
Pienso en África, en la tragedia de Dafur en Sudán,
en Costa de Marfil y en la región de los Grandes Lagos.
Con gran aprensión sigo los acontecimiento de Irak.
Y ¿cómo no mirar con ansia compartida,
pero también con inquebrantable confianza,
a la tierra de la que Tú eres Hijo?
4. ¡Por
doquier se ve la necesidad de paz!
Tú, que eres el Príncipe de la verdadera paz,
ayúdanos a comprender que la única vía
para construirla
es huir horrorizados del mal
y buscar siempre y con valentía el bien.
¡Hombres de buena voluntad de todos los pueblos de la
tierra,
venid con confianza al pesebre del Salvador!
“No quita los reinos humanos
quien da el Reino de los cielos” (cf. himno litúrgico).
Llegad para encontraros con Aquél
que viene para enseñarnos
el camino de la verdad, de la paz y del amor.
Navidad, 25 de diciembre de 2004