1."Puer natus est nobis,
et Filius datus est nobis".
"Un niño nos ha nacido,
un hijo se nos ha dado" (Is 9, 5).
Hoy se renueva el misterio de la Navidad:
nace también para los hombres de nuestro tiempo
este Niño que trae la salvación al mundo;
nace trayendo alegría y paz a todos.
Nos acercamos al Portal conmovidos
para encontrar, junto a María,
al Esperado de los pueblos,
al Redentor del hombre,
al deseado de todas las naciones.
Cum Maria
contemplemur Christi vultum.
Contemplemos con María el rostro de Cristo:
en aquel Niño envuelto en pañales
y acostado en el pesebre (cf. Lc 2, 7),
es Dios quien viene a visitarnos para guiar
nuestros pasos
por el camino de la paz (cf. Lc 1, 79).
María lo contempla, lo acaricia y lo arropa,
interrogándose sobre el sentido de los prodigios
que rodean el misterio de la Navidad.
2. La
Navidad es misterio de alegría.
En la noche los ángeles han cantado:
"Gloria a Dios en el cielo
y en la tierra paz a los hombres que Dios ama" (Lc 2,
14).
Han anunciado el acontecimiento a los pastores
como "una gran alegría, que lo será para
todo el pueblo" (Lc 2, 10).
Alegría, a pesar de estar lejos de casa,
a pesar de la pobreza del pesebre,
a pesar de la indiferencia del pueblo,
a pesar de la hostilidad del poder.
Misterio de alegría a pesar de todo,
porque "hoy os ha nacido,
en la ciudad de David, un salvador" (Lc 2, 11).
De este mismo gozo participa la Iglesia,
inundada hoy por la luz del Hijo de Dios:
las tinieblas jamás podrán apagarla.
Es la gloria del Verbo eterno,
que por amor se ha hecho uno de nosotros.
3. La
Navidad es misterio de amor.
Amor del Padre, que ha enviado al mundo
a su Hijo unigénito,
para darnos su misma vida (cf. 1 Jn 4, 8-9).
Amor del "Dios con nosotros", el Emmanuel,
que ha venido a la tierra para morir en la cruz.
En el frío Portal, en medio del silencio,
la Virgen Madre presiente ya en su corazón
el drama del Calvario.
Será una lucha angustiosa
entre las tinieblas y la luz,
entre la muerte y la vida,
entre el odio y el amor.
El Príncipe de la paz,
que nace hoy en Belén,
dará su vida en el Gólgota
para que en la tierra reine el amor.
4. La
Navidad es misterio de paz.
Desde el portal de Belén
se eleva hoy un llamamiento apremiante
para que el mundo no caiga
en la suspicacia, la sospecha y la desconfianza,
aunque el trágico fenómeno del terrorismo
acreciente incertidumbres y temores.
Los creyentes de todas las religiones,
junto con los hombres de buena voluntad,
abandonando cualquier forma
de intolerancia y discriminación,
están llamados a construir la paz:
ante todo en Tierra Santa,
para detener por fin
la inútil espiral de ciega violencia;
y en Oriente Medio,
para apagar los siniestros destellos de un conflicto,
que se puede superar con el esfuerzo de todos;
en África, donde carestías devastadoras
y trágicas luchas intestinas
agravan las condiciones, ya precarias,
de pueblos enteros,
aunque no faltan indicios de optimismo;
en América Latina, en Asia
y en otras partes del mundo,
donde crisis políticas, económicas y sociales
inquietan a numerosas familias y naciones.
¡Que la humanidad acoja
el mensaje de paz de la Navidad!
5. Misterio
adorable del Verbo Encarnado.
Junto a ti, Virgen Madre, permanecemos
en contemplación
ante el pesebre donde está acostado el Niño,
para participar de tu mismo asombro
ante la inmensa condescendencia de Dios.
Danos tus ojos, María,
para descifrar el misterio
que se oculta tras la fragilidad
de los miembros de tu Hijo.
Enséñanos a reconocer su rostro
en los niños de toda raza y cultura.
Ayúdanos a ser testigos creíbles
de su mensaje de paz y de amor,
para que también los hombres y las mujeres
de nuestro tiempo, caracterizado aún
por tensos contrastes e inauditas violencias,
reconozcan en el Niño que está en tus brazos
al único Salvador del mundo,
fuente inagotable de la auténtica paz,
a la que todos aspiran
en lo más íntimo de su corazón.
"Natus est nobis Salvator mundi".
Vaticano, 25 de diciembre de 2002