A comienzos del siglo VI DC, Dionysius Exiguus -Dionisio el Pequeño-, un monje y astrónomo de Scythia (actual Suroeste de Rusia), recopiló una tabla de fechas para la Pascua en términos del calendario Dioclesiano. Dionisio decidió reanudar el sistema de cuenta de los años para honrar el nacimiento de Cristo, por ser el Señor y el centro de la historia.
De modo que el año 248, Año Dioclesiano, se convirtió en el año 532 Anni Domini Nostri Jesu Christi, (532DC o después de Cristo). Pero este calendario tardó mucho en ser aceptado ampliamente. El nombrar los años según la Era Cristiana entró en uso común en los círculos eclesiásticos durante la edad media, pero no fue adoptado para uso civil hasta más tarde.
Dionisio no sabía exactamente cuando nació Jesucristo por lo que aproximó en cuanto pudo. Las investigaciones posteriores indican que Cristo probablemente nació en el 6AC, y con seguridad antes del 4AC ya que en esa fecha murió el rey Herodes quien estaba vivo cuando visitaron los Reyes magos.
La falta de conocimiento de la fecha exacta del nacimiento de Jesucristo en ningún modo disminuye la importancia de celebrar la realidad histórica y trascendental de que el Verbo Eterno se hizo hombre y habitó entre nosotros para salvarnos. Lo importante no es la fecha exacta sino el hecho.
En todo caso, lo importante no es la fecha exacta del nacimiento de Jesús sino el hecho de que el Verbo verdaderamente se hizo hombre y habitó entre nosotros, naciendo de María Santísima en el tiempo y en la historia. Esa realidad es digna de la mayor de las celebraciones porque trae la salvación al mundo entero. Para celebrar unidos, es razonable que, al no saber a ciencia cierta el día natalicio de Jesús, la Iglesia haya escogido una fecha con la mayor aproximación de que era capaz cuando se hizo el calendario.
Links útiles
La Navidad (artículo de la Enciclopedia Católica)