Capítulo VI
COSAS QUE SE NECESITAN PARA LA CELEBRACIÓN DE LA MISA
I. EL PAN Y EL VINO PARA LA CELEBRACIÓN DE LA EUCARISTÍA
319. La Iglesia, siguiendo el ejemplo de Cristo, ha usado siempre pan y vino con agua para celebrar el banquete del Señor.
320. El pan para la celebración de la Eucaristía debe ser de trigo sin mezcla de otra cosa, recientemente elaborado y ácimo, según la antigua tradición de la Iglesia latina.
321. La naturaleza del signo exige que la materia de la celebración eucarística aparezca verdaderamente como alimento. Conviene, pues, que el pan eucarístico, aunque sea ácimo y elaborado en la forma tradicional, se haga de tal forma, que el sacerdote en la Misa celebrada con pueblo, pueda realmente partir la Hostia en varias partes y distribuirlas, por lo menos a algunos fieles. Sin embargo, de ningún modo se excluyen las hostias pequeñas, cuando lo exija el número de los que van a recibir la Sagrada Comunión y otras razones pastorales. Pero el gesto de la fracción del pan, con el cual sencillamente se designaba la Eucaristía en los tiempos apostólicos, manifestará claramente la fuerza y la importancia de signo: de unidad de todos en un único pan y de caridad por el hecho de que se distribuye un único pan entre hermanos.
322. El vino para la celebración eucarística debe ser “del producto de la vid” (cfr. Lc 22, 18), natural y puro, es decir, no mezclado con sustancias extrañas.
323. Póngase sumo cuidado en que el pan y el vino destinados para la Eucaristía se conserven en perfecto estado, es decir, que el vino no se avinagre, ni el pan se corrompa o se endurezca tanto que sea difícil poder partirlo.
324. Si después de la consagración o cuando toma la Comunión, el sacerdote advierte que no había sido vino lo que había vertido, sino agua, dejada ésta en un vaso, vierta en el cáliz vino y agua, y lo consagrará, diciendo la parte de la narración que corresponde a la consagración del cáliz, pero sin que sea obligado a consagrar de nuevo el pan.
II. LOS UTENSILIOS SAGRADOS EN GENERAL
325. Así como para la edificación de las iglesias, también para todos los utensilios sagrados, la Iglesia admite el género artístico de cada región y acoge aquellas adaptaciones que están en armonía con la índole y las tradiciones de cada pueblo, con tal que de todo responda adecuadamente al uso para el cual se destina el sagrado ajuar.[135]
También en este campo búsquese cuidadosamente la noble simplicidad que se une excelentemente con el verdadero arte.
326. En la elección de los materiales para los utensilios sagrados, además de los que son de uso tradicional, pueden admitirse aquellos, que según la mentalidad de nuestro tiempo, se consideren nobles, durables y que se adapten bien al uso sagrado. La Conferencia de Obispos será juez para estos asuntos en cada una de las regiones (Cfr. n. 390).
III. LOS VASOS SAGRADOS
327. Entre lo que se requiere para la celebración de la Misa, merecen especial honor los vasos sagrados y, entre éstos, el cáliz y la patena, en los que el vino y el pan se ofrecen, se consagran y se consumen.
328. Háganse de un metal noble los sagrados vasos. Si son fabricados de metal que es oxidable o es menos noble que el oro, deben dorarse habitualmente por dentro.
329. A partir del juicio favorable de la Conferencia de Obispos, una vez aprobadas las actas por la Sede Apostólica, los vasos sagrados pueden hacerse por completo también de otros materiales sólidos y, según la común estimación de cada región, nobles, como por ejemplo el ébano u otras maderas muy duras, siempre y cuando sean aptas para el uso sagrado. En este caso prefiéranse siempre materiales que ni se quiebren fácilmente, ni se corrompan. Esto vale para todos los vasos destinados a recibir las hostias, como son la patena, el copón, el portaviático, el ostensorio y otros semejantes.
330. En cuanto a los cálices y demás vasos que se destinan para recibir la Sangre del Señor, tengan la copa hecha de tal material que no absorba los líquidos. El pie, en cambio, puede hacerse de otros materiales sólidos y dignos.
331. Para las hostias que serán consagradas puede utilizarse provechosamente una patena más amplia en la que se ponga el pan, tanto para el sacerdote y el diácono, como para los demás ministros y para los fieles.
332. En lo tocante a la forma de los vasos sagrados, corresponde al artista fabricarlos del modo que responda más a propósito a las costumbres de cada región, con tal de que cada vaso sea adecuado para el uso litúrgico a que se destina, y se distinga claramente de aquellos destinados para el uso cotidiano.
333. Respecto a la bendición de los vasos sagrados, obsérvense los ritos prescritos en los libros litúrgicos.[136]
334. Consérvese la costumbre de construir en la sacristía el “sacrarium” en el que se vierta el agua de la purificación de los vasos y de la ropa de lino (cfr. n. 280).
IV. VESTIDURAS SAGRADAS
335. En la Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo, no todos los miembros desempeñan el mismo ministerio. Esta diversidad de ministerios se manifiesta exteriormente en la celebración de la Eucaristía por la diferencia de las vestiduras sagradas que, por lo tanto, deben sobresalir como un signo del servicio propio de cada ministro. Con todo, es conveniente que las vestiduras sagradas mismas contribuyan al decoro de la acción sagrada. Estas vestiduras sagradas con las que se visten los sacerdotes y el diácono, así como también los ministros laicos, bendíganse oportunamente, según el rito descrito en el Ritual Romano, antes de ser destinadas al uso litúrgico.[137]
336. La vestidura sagrada para todos los ministros ordenados e instituidos, de cualquier grado, es el alba, que debe ser atada a la cintura con el cíngulo, a no ser que esté hecha de tal manera que se adapte al cuerpo aun sin él. Pero antes de ponerse el alba, si ésta no cubre el vestido común alrededor del cuello, empléese el amito. El alba no puede cambiarse por la sobrepelliz, ni siquiera sobre el vestido talar, cuando deba vestirse la casulla o la dalmática, o sólo la estola sin casulla ni dalmática, según las normas.
337. La vestidura propia del sacerdote celebrante, en la Misa y en otras acciones sagradas que se relacionan directamente con la Misa, es la casulla o planeta, a no ser que se determinara otra cosa, vestida sobre el alba y la estola.
338. La vestidura propia del diácono es la dalmática, que viste sobre el alba y la estola; sin embargo, la dalmática puede omitirse por una necesidad o por un grado menor de solemnidad.
339. Los acólitos, los lectores y los otros ministros laicos, pueden vestir alba u otra vestidura legítimamente aprobada en cada una de las regiones por la Conferencia de Obispos (cfr. n. 390).
340. El sacerdote lleva la estola alrededor del cuello y pendiendo ante el pecho; pero el diácono la lleva desde el hombro izquierdo pasando sobre el pecho hacia el lado derecho del tronco, donde se sujeta.
341. El sacerdote lleva el pluvial, o capa pluvial, en las procesiones y en otras acciones sagradas, según las rúbricas de cada rito.
342. En cuanto a la forma de las vestiduras sagradas, las Conferencias de Obispos pueden establecer y proponer a la Sede Apostólica las adaptaciones que respondan a las necesidades y a las costumbres de cada región.[138]
343. Para la confección de las vestiduras sagradas, además de los materiales tradicionales, pueden emplearse las fibras naturales propias de cada lugar, y además algunas fibras artificiales que sean conformes con la dignidad de la acción sagrada y de la persona. La Conferencia de Obispos juzgará estos asuntos.[139]
344. Es conveniente que la belleza y la nobleza de cada una de las vestiduras no se busque en la abundancia de los adornos sobreañadidos sino en el material que se emplea y en su forma. Sin embargo, que el ornato presente figuras o imágenes y símbolos que indiquen el uso litúrgico, evitando todo lo que desdiga del uso sagrado.
345. La diversidad de colores en las vestiduras sagradas pretende expresar con más eficacia, aún exteriormente, tanto el carácter propio de los misterios de la fe que se celebran, como el sentido progresivo de la vida cristiana en el transcurso del año litúrgico.
346. En cuanto al color de las vestiduras, obsérvese el uso tradicional, es decir:
a) El color blanco se emplea en los Oficios y en las Misas del Tiempo Pascual y de la Natividad del Señor; además, en las celebraciones del Señor, que no sean de su Pasión, de la bienaventurada Virgen María, de los Santos Ángeles, de los Santos que no fueron Mártires, en la solemnidad de Todos los Santos (1º de noviembre), en la fiesta de San Juan Bautista (24 de junio), en las fiestas de San Juan Evangelista (27 de diciembre), de la Cátedra de San Pedro (22 de febrero) y de la Conversión de San Pablo (25 de enero).
b) El color rojo se usa el domingo de Pasión y el Viernes Santo, el domingo de Pentecostés, en las celebraciones de la Pasión del Señor, en las fiestas natalicias de Apóstoles y Evangelistas y en las celebraciones de los Santos Mártires.
c) El color verde se usa en los Oficios y en las Misas del Tiempo Ordinario.
d) El color morado se usa en los Tiempos de Adviento y de Cuaresma. Puede usarse también en los Oficios y Misas de difuntos.
e) El color negro puede usarse, donde se acostumbre, en las Misas de difuntos.
f) El color rosado puede usarse, donde se acostumbre, en los domingos Gaudete (III de Adviento) y Laetere (IV de Cuaresma).
g) En los días más solemnes pueden usarse vestiduras sagradas festivas o más nobles, aunque no sean del color del día.
Sin embargo, las Conferencias de Obispos, en lo referente a los colores litúrgicos, pueden determinar y proponer a la Sede Apostólica las adaptaciones que mejor convengan con las necesidades y con la índole de los pueblos.
347. Las Misas Rituales se celebran con el color propio o blanco o festivo; pero las Misas por diversas necesidades con el color propio del día o del tiempo o con color violeta, si expresan índole penitencial, por ejemplo, núms. 31. 33. 38; las Misas votivas con el color conveniente a la Misa que se celebra o también con el color propio del día o del tiempo.
V. OTROS OBJETOS DESTINADOS AL USO DE LA IGLESIA
348. Además de los vasos sagrados y de las vestiduras sagradas, para los que se determina un material especial, el otro ajuar que se destina, o al mismo uso litúrgico,[140] o que de alguna otra manera se aprueba en la iglesia, sea digno y corresponda al fin para el cual se destina cada cosa.
349. Téngase especial cuidado de que los libros litúrgicos, principalmente el Evangeliario y el Leccionario, destinados a la proclamación de la Palabra de Dios y que por esto gozan de especial veneración, sean en la acción litúrgica realmente signos y símbolo de las realidades sobrenaturales y, por lo tanto, sean verdaderamente dignos, bellos y decorosos.
350. Póngase, además, todo el cuidado en los objetos que están directamente relacionados con el altar y con la celebración eucarística, como son, por ejemplo, la cruz del altar y la cruz que se lleva en procesión.
351. Procúrese diligentemente que también en las cosas de menor importancia, se observen oportunamente los postulados del arte y que siempre se asocie la noble sencillez con la elegancia.
ELECCIÓN DE LA MISA Y DE SUS PARTES
352. La eficacia pastoral de la celebración aumentará ciertamente si los textos de las lecturas, de las oraciones y de los cantos corresponden convenientemente, en cuanto sea posible, a las necesidades, a la preparación espiritual y a la índole de los participantes. Esto se obtendrá provechosamente empleando la variada posibilidad de elección que se describe más abajo.
Por consiguiente, al preparar la Misa, el sacerdote prestará atención al bien común espiritual del pueblo de Dios más que a su propia inclinación. Recuerde, además, que la elección de estas partes debe hacerse de común acuerdo con aquellos que tienen alguna participación en la celebración, sin excluir de ninguna manera a los fieles en aquello que a ellos se refiere más directamente.
Pero ya que se presentan múltiples posibilidades de elegir las diversas partes de la Misa, es necesario que el diácono, los lectores, el salmista, el cantor, el comentador y el coro, antes de la celebración, cada uno por su parte, sepa bien qué textos le corresponden y no se deje nada a la improvisación. En efecto, la armónica sucesión y ejecución de los ritos contribuye mucho a disponer el espíritu de los fieles para participar en la Eucaristía.
I. ELECCIÓN DE LA MISA
353. En las solemnidades, el sacerdote deberá seguir el calendario de la iglesia en la que celebra.
354. En los domingos y en las ferias de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua, en las fiestas y en las memorias obligatorias:
a) Si la Misa se celebra con pueblo, el sacerdote seguirá el calendario de la iglesia en que celebra.
b) Si se celebra la Misa, en la cual participa un solo ministro, el sacerdote puede elegir el calendario de la iglesia o el calendario propio.
355. En las memorias libres:
a) En las ferias de Adviento, desde el 17 hasta el 24 de diciembre, los días que corresponden a la Octava de Navidad y las ferias de Cuaresma, excepto el Miércoles de Ceniza, y en las ferias de Semana Santa, se dice la Misa del día litúrgico correspondiente; y de la memoria quizás inscrita en el calendario general, puede tomarse la colecta, con tal de que no coincida con el Miércoles de Ceniza o con una de las ferias de Semana Santa. En las ferias del Tiempo Pascual las memorias de los Santos pueden celebrarse ritualmente íntegras.
b) En las ferias de Adviento antes del 17 de diciembre, en las ferias del tiempo de Navidad desde el 2 de enero y en las ferias del Tiempo Pascual, puede elegirse la Misa de la feria, o la Misa del Santo, o la de uno de los santos de los que se haga memoria, o la Misa de algún santo que esté inscrito ese día en el Martirologio.
c) En las ferias del Tiempo Ordinario, puede elegirse la Misa de la feria, o la Misa de una memoria libre que quizás caiga ese día o la Misa de algún Santo inscrito ese día en el Martirologio o una de las Misas por diversas necesidades o una Misa Votiva.
Si celebra con el pueblo, el sacerdote procurará no omitir frecuentemente y sin causa suficiente las lecturas asignadas en el Leccionario Ferial para cada día, pues la Iglesia desea que de esta manera se prepare a los fieles una mesa de la Palabra de Dios más rica.[141]
Por el mismo motivo, elegirá con moderación las Misas de difuntos: pues cualquier Misa se ofrece tanto por los vivos como por los difuntos y en la Plegaria Eucarística se tiene una memoria de los difuntos.
Sin embargo, donde los fieles aprecian especialmente las memorias libres de la bienaventurada Virgen o de los Santos, satisfágase su legítima piedad.
Pero cuando se da la posibilidad de elegir entre una memoria inscrita en el calendario general y una memoria incluida en el calendario diocesano o religioso, prefiérase en igualdad de condiciones y según la tradición, la memoria particular.
II. PARTES ELEGIBLES DE LA MISA
356. Al elegir los textos de las diversas partes de la Misa, tanto del Tiempo, como de los Santos, obsérvense las normas que siguen.
Las lecturas
357. Para los domingos y para las solemnidades se asignan tres lecturas, esto es: del Profeta, del Apóstol y del Evangelio, con las cuales es educado el pueblo cristiano en la continuidad de la obra de salvación, según el admirable plan divino. Empléense rigurosamente estas lecturas. En Tiempo Pascual, según la tradición de la Iglesia, en vez del Antiguo Testamento, se emplea la lectura de los Hechos de los Apóstoles.
Para las fiestas se asignan dos lecturas. Sin embargo, si la fiesta, según las normas, se eleva al grado de solemnidad, se agrega una tercera lectura, que se toma del Común.
En las memorias de los Santos, a no ser que tengan lecturas propias, se leen habitualmente las asignadas a la feria. En algunos casos se proponen lecturas apropiadas, esto es, que iluminan un aspecto particular de la vida espiritual del Santo o de su obra. El uso de estas lecturas no hay que urgirlo, a no ser que en efecto lo aconseje una razón pastoral.
358. En el Leccionario Ferial se proponen las lecturas para todos los días de cada una de las semanas y para el transcurso de todo el año. Por tal motivo, se elegirán estas lecturas preferentemente para el día al cual son asignadas, a no ser que se celebre una solemnidad o una fiesta, o bien una memoria que tenga lecturas propias del Nuevo Testamento en las cuales se hace mención del Santo celebrado.
Sin embargo, si alguna vez la lectura continua se interrumpe en la semana por alguna solemnidad, por alguna fiesta o por alguna celebración particular, le está permitido al sacerdote, teniendo presente la ordenación de las lecturas de toda la semana, componer una con las otras partes de las lecturas que deberán ser omitidas, o determinar qué textos deberán preferirse.
En las Misas para grupos particulares está permitido al sacerdote elegir textos más apropiados a la celebración particular, con tal de que los textos se elijan de un leccionario aprobado.
359. Existe además, en el Leccionario correspondiente, una selección particular de textos de la Sagrada Escritura para las Misas Rituales en las que se celebra algún sacramento o sacramental, así como para las Misas por diversas circunstancias.
Estos leccionarios se han preparado para que los fieles sean conducidos, mediante la escucha más apropiada de la Palabra de Dios, a comprender más plenamente el misterio en el que participan y para instruirlos en un amor más encendido de la Palabra de Dios.
Por consiguiente, los textos que se proclaman en una celebración deben ser determinados teniendo presente, tanto los motivos pastorales, como también la posibilidad de elección en esta materia.
360. Al elegir entre las dos formas que presenta un mismo texto, hay que guiarse también por un criterio pastoral. Se da, en efecto, algunas veces, una forma larga y una forma más breve del mismo texto. En este caso, conviene tener en cuenta la posibilidad de los fieles de escuchar con provecho la lectura más o menos extensa, como también su posibilidad de oír el texto más completo, que será explicado después en la homilía.[142]
361. Pero cuando se concede la facultad de elegir entre uno y otro texto ya definido, o propuesto a voluntad, habrá que atender a la utilidad de los que participan, esto es, según se trate de emplear un texto que es más fácil o más conveniente para la asamblea reunida, o de un texto que hay que repetir o reponer, que se asigna como propio a alguna celebración y se deja a voluntad para otra, siempre que la utilidad pastoral lo aconseje.[143]
Esto puede suceder cuando el mismo texto debe ser leído de nuevo en días cercanos, por ejemplo, el día domingo y el día siguiente, o cuando se teme que algún texto produzca algunas dificultades en alguna asamblea de fieles. Sin embargo, cuídese de que en la elección de los textos de la Sagrada Escritura no se excluyan continuamente algunas partes de ella.
362. Además de las facultades para elegir algunos textos más apropiados, de los cuales ya se habló, se concede facultad a las Conferencias de Obispos, en circunstancias particulares, para indicar algunas adaptaciones en lo referente a las lecturas, sin embargo, con la condición de que los textos se tomen de un leccionario debidamente aprobado.
Las oraciones
363. En cualquier Misa, a no ser que se indique otra cosa, se dicen las oraciones propias de esa misma Misa.
En las memorias de los Santos se dice la colecta propia o, si falta, la del Común correspondiente; en cambio, las oraciones sobre las ofrendas y después de la Comunión, a no ser que sean propias, pueden tomarse del Común o de la feria del tiempo corriente.
Pero en las ferias del Tiempo Ordinario, además de las oraciones del domingo precedente, pueden elegirse las oraciones de otro domingo del Tiempo Ordinario o una de las oraciones por diversas necesidades, que se encuentran en el Misal. Sin embargo, siempre está permitido tomar de esas Misas la sola colecta.
De esta manera se presenta una más rica abundancia de textos, con los que se nutre más copiosamente la oración de los fieles.
Sin embargo, en los tiempos más importantes del año, esta adaptación ya se hace en el Misal, por medio de oraciones propias que se ofrecen para los días pertinentes en esos tiempos.
Plegaria Eucarística
364. Muchos de los prefacios con los que se enriquece el Misal Romano miran a que el tema de la acción de gracias resplandezca más plenamente en la Plegaria Eucarística y a que los diversos aspectos del misterio de salvación se propongan con luz más abundante.
365. La elección entre las Plegarias Eucarísticas, que se encuentran en el Ordinario de la Misa, se rige oportunamente por estas normas.
a) La Plegaria Eucarística primera o Canon Romano, que puede emplearse siempre, se dirá más oportunamente en los días que tienen el Reunidos en comunión propio, o en las Misas que se enriquecen con el Acepta, Señor, en tu bondad propio, también en las celebraciones de los Apóstoles y de los Santos de los que se hace mención en esta misma plegaria; igualmente en los días domingo, a no ser que por motivos pastorales se prefiera la Plegaria Eucarística tercera.
b) La Plegaria Eucarística segunda, por sus características peculiares, se emplea más oportunamente en los días entre semana, o en circunstancias particulares. Aunque tiene prefacio propio, puede usarse también con otros prefacios, especialmente con aquellos que presentan en forma compendiosa el misterio de la salvación; por ejemplo, con los prefacios comunes. Cuando la Misa se celebra por algún difunto, puede emplearse la fórmula especial, colocada en su lugar, antes de Acuérdate también de nuestros hermanos.
c) La Plegaria Eucarística tercera puede decirse con cualquier prefacio. Prefiérase su uso los domingos y en las fiestas. Y si esta Plegaria se emplea en las Misas de difuntos, puede emplearse la fórmula especial colocada en su lugar, a saber, después de las palabras Reúne en torno a Ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el mundo.
d) La Plegaria Eucarística cuarta tiene un prefacio inconmutable y presenta un sumario más completo de la historia de la salvación. Puede emplearse cuando la Misa carece de prefacio propio y en los domingos del Tiempo Ordinario. En esta Plegaria, por razón de su propia estructura, no puede introducirse una fórmula especial por un difunto.
El canto
366. No está permitido sustituir por otros cantos los incluidos en el Ordinario de la Misa, por ejemplo, para el Cordero de Dios.
367. En la elección de los cantos interleccionales, lo mismo que los cantos de entrada, ofertorio y Comunión, obsérvense las normas que se establecen en sus lugares (cfr. núms. 40-41; 47-48; 61-64; 74; 86-88).
Notas
[135] Cfr. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución sobre la Sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium, núm. 128.
[136] Cfr. Pontifical Romano, Ritual de Dedicación de una iglesia y de un altar, edición típica 1977, Rito de bendición de un cáliz y de una patena; Ritual Romano, Bendicional, edición típica 1984, Ritual de Bendición de objetos que se usan en las celebraciones litúrgicas, núms.1068-1084. (Bendicional en castellano, núms. 1180-1222)
[137] Cfr. Ritual Romano, Bendicional, edición típica 1984, Ritual de Bendición de objetos que se usan en las celebraciones litúrgicas, núm. 1070. (Bendicional en castellano, núm.1182.)
[138] Cfr. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución sobre la Sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium, núm. 128.
[139] Cfr. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución sobre la Sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium, núm.128.
[140] En cuanto a la Bendición de objetos que en las iglesias se destinan al uso litúrgico, Cfr. Ritual Romano, Bendicional, edición típica 1984, parte III. (Bendicional en castellano, núms.1180-1222)
[141] Cfr. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución sobre la Sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium, núm. 51
[142] Misal Romano, Ordo lectionum Missae, segunda edición típica 1981, Praenotanda, núm. 80.
[143] Misal Romano, Ordo lectionum Missae, segunda edición típica 1981, Praenotanda, núm. 81.