Domingo 8 de abril: Domingo de Ramos

Evangelio según San Lucas, capítulo 22, versículos del 14 al 71; capítulo 23, versículos del 1 al 56


14 Y cuando llegó la hora, se puso a la mesa, y los apóstoles con El. 15 Díjoles entonces: "De todo corazón he deseado comer esta pascua con vosotros antes de sufrir. 16 Porque os digo que Yo no la volveré a comer hasta que ella tenga su plena realización en el reino de Dios". 17 Y, habiendo recibido un cáliz dió gracias y dijo: "Tomadlo y repartíoslo. 18 Porque, os digo, desde ahora no bebo del fruto de la vida hasta que venga el reino de Dios". 19 Y habiendo tomado pan y dado gracias, (lo) rompió, y les dió diciendo: "Este es el cuerpo mío, el que se da para vosotros. Haced esto en memoria mía". 20 Y asimismo el cáliz, después que hubieron cenado, diciendo: "Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que se derrama para vosotros. 21 Sin embargo, ved: la mano del que me entrega está conmigo a la mesa. 22 Porque el Hijo del hombre se va, según lo decretado, pero ¡ay del hombre por quien es entregado!". 23 Y se pusieron a preguntarse entre sí quién de entre ellos sería el que iba a hacer esto.

Disputa entre los apóstoles

24 Hubo también entre ellos una discusión sobre quién de ellos parecía ser mayor. 25 Pero El les dijo: "Los reyes de las naciones les hacen sentir su dominación, y los que ejercen sobre ellas el poder son llamados bienhechores. 26 No así vosotros; sino que el mayor entre vosotros sea como el menor; y el que manda, como quien sirve. 27 Pues ¿quién es mayor, el que está sentado a la mesa, o el que sirve? ¿No es acaso el que está sentado a la mesa? Sin embargo, Yo estoy entre vosotros como el sirviente. 28 Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas. 29öY Yo os confiero dignidad real como mi Padre me la ha conferido a Mí, 30 para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y os sentéis sobre tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel.

Jesús predice la negación de Pedro

31 Simón Simón, mira que Satanás os ha reclamado para zarandearos como se hace con el trigo. 32 Pero Yo he rogado por ti, a fin de que tu fe no desfallezca. Y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos. 33 Pedro le respondió: "Señor, yo estoy pronto para ir contigo a la cárcel y a la muerte". 34 Mas El le dijo: "Yo te digo, Pedro, el gallo no cantará hoy, hasta que tres veces hayas negado conocerme". 35 Y les dijo: "Cuando Yo os envié sin bolsa, ni alforja, ni calzado, ¿os faltó alguna cosa?" Respondieron: "Nada". 36 Y agregó: "Pues bien, ahora, el que tiene una bolsa, tómela consigo, e igualmente la alforja; y quien no tenga, venda su manto y compre una espada. 37 Porque Yo os digo, que esta palabra de la Escritura debe todavía cumplirse en Mí: "Y ha sido contado entre los malhechores". Y así, lo que a Mí se refiere, toca a su fin". 38 Le dijeron: "Señor, aquí hay dos espadas". Les contestó: "Basta".

Getsemaní

39 Salió y marchó, como de costumbre, al Monte de los Olivos, y sus discípulos lo acompañaron. 40 Cuando estuvo en ese lugar, les dijo: "Rogad que no entréis en tentación". 41 Y se alejó de ellos a distancia como de un tiro de piedra, 42 y, habiéndose arrodillado, oró así: "Padre, si quieres, aparta de Mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya". 43 Y se le apareció del cielo un ángel y lo confortaba. 44 Y entrando en agonía, oraba sin cesar. Y su sudor fue como gotas de sangre, que caían sobre la tierra. 45 Cuando se levantó de la oración, fue a sus discípulos, y los halló durmiendo, a causa de la tristeza. 46 Y les dijo: "¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para que no entréis en tentación".

El Beso de Judas

47 Estaba todavía hablando, cuando llegó una tropa, y el que se llamaba Judas, uno de los Doce, iba a la cabeza de ellos, y se acercó a Jesús para besarlo. 48 Jesús le dijo: "Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?" 49 Los que estaban con El, viendo lo que iba a suceder, le dijeron: "Señor, ¿golpearemos con la espada?" 50 Y uno de ellos dió un golpe al siervo del sumo sacerdote, y le separó la oreja derecha. 51 Jesús, empero, respondió y dijo: "Sufrid aún esto"; y tocando la oreja la sanó. 52 Después Jesús dijo a los que habían venido contra El, sumos sacerdotes, oficiales del Templo y ancianos: "¿Cómo contra un ladrón salisteis con espadas y palos? 53 Cada día estaba Yo con vosotros en el Templo, y no habéis extendido las manos contra Mí. Pero ésta es la hora vuestra, y la potestad de la tiniebla".

La negación de Pedro

54 Entonces lo prendieron, lo llevaron y lo hicieron entrar en la casa del Sumo Sacerdote. Y Pedro seguía de lejos. 55 Cuando encendieron fuego en medio del patio, y se sentaron alrededor, vino Pedro a sentarse entre ellos. 56 Mas una sirvienta lo vio sentado junto al fuego y, fijando en él su mirada, dijo: "Este también estaba con El". 57 El lo negó, diciendo: "Mujer, yo no lo conozco". 58 Un poco después, otro lo vio y le dijo: "Tú también eres de ellos". Pero Pedro dijo: "Hombre, no lo soy". 59 Después de un intervalo como de una hora, otro afirmó con fuerza: "Ciertamente, éste estaba con El; porque es también un galileo". 60 Mas Pedro dijo: "Hombre, no sé lo que dices". Al punto, y cuando él hablaba todavía, un gallo cantó. 61 Y el Señor se volvió para mirar a Pedro, y Pedro se acordó de la palabra del Señor, según lo había dicho: "Antes que el gallo cante hoy, tú me negarás tres veces". 62 Y salió fuera y lloró amargamente. 63 Y los hombres que lo tenían (a Jesús), se burlaban de El y lo golpeaban. 64 Y habiéndole velado la faz, le preguntaban diciendo: "¡Adivina! ¿Quién es el que te golpeó?" 65 Y proferían contra El muchas otras palabras injuriosas.

Ante el Sanedrin

66 Cuando se hizo de día, se reunió la asamblea de los ancianos del pueblo, los sumos sacerdotes y escribas, y lo hicieron comparecer ante el Sanhedrín, 67 diciendo: "Si Tú eres el Cristo, dínoslo". Mas les respondió: "Si os hablo, no me creeréis, 68 y si os pregunto, no me responderéis. 69 Pero desde ahora el Hijo del hombre estará sentado a la diestra del poder de Dios". 70 Y todos le preguntaron: "¿Luego eres Tú el Hijo de Dios?" Les respondió: "Vosotros lo estáis diciendo: Yo soy". 71 Entonces dijeron: "¿Qué necesidad tenemos ya de testimonio? Nosotros mismos acabamos de oírlo de su boca".


Jesús ante Pilato y Herodes

1 Entonces, levantándose toda la asamblea, lo llevaron a Pilato; 2 y comenzaron a acusarlo, diciendo: "Hemos hallado a este hombre soliviantando a nuestra nación, impidiendo que se dé tributo al César y diciendo ser el Cristo Rey". 3 Pilato lo interrogó y dijo: "¿Eres Tú el rey de los judíos?" Respondióle y dijo: "Tú lo dices". 4 Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a las turbas: "No hallo culpa en este hombre". 5 Pero aquéllos insistían con fuerza, diciendo: "El subleva al pueblo enseñando por toda la Judea, comenzando desde Galilea, hasta aquí". 6 A estas palabras, Pilato preguntó si ese hombre era galileo. 7 Y cuando supo que era de la jurisdicción de Herodes, lo remitió a Herodes, que se encontraba también en Jerusalén, en aquellos días. 8 Herodes, al ver a Jesús, se alegró mucho, porque hacía largo tiempo que deseaba verlo por lo que oía decir de El, y esperaba verle hacer algún milagro. 9 Lo interrogó con derroche de palabras, pero El no le respondió nada. 10 Entretanto, los sumos sacerdotes y los escribas estaban allí, acusándolo sin tregua. 11 Herodes lo despreció, lo mismo que sus soldados; burlándose de El, púsole un vestido resplandeciente y lo envió de nuevo a Pilato. 12 Y he aquí que en aquel día se hicieron amigos Herodes y Pilato, que antes eran enemigos.

Barrabás y Jesús

13 Convocó, entonces, Pilato a los sumos sacerdotes, a los magistrados y al pueblo, 14 y les dijo: "Habéis entregado a mi jurisdicción este hombre como que andaba sublevando al pueblo. He efectuado el interrogatorio delante vosotros y no he encontrado en El nada de culpable, en las cosas de que lo acusáis. 15 Ni Herodes tampoco, puesto que nos lo ha devuelto; ya lo veis, no ha hecho nada que merezca muerte. 16 Por tanto, lo mandaré castigar y lo dejaré en libertad. 17 Ahora bien, debía él en cada fiesta ponerles a uno en libertad. 18 Y gritaron todos a una: "Quítanos a éste y suéltanos a Barrabás". 19 Barrabás había sido encarcelado a causa de una sedición en la ciudad y por homicidio. 20 De nuevo Pilato les dirigió la palabra, en su deseo de soltar a Jesús. 21 Pero ellos gritaron más fuerte, diciendo: "¡Crucifícalo, crucifícalo!" 22 Y por tercera vez les dijo: "¿Pero qué mal ha hecho éste? Yo nada he encontrado en él que merezca muerte. Lo pondré, pues, en libertad, después de castigarlo". 23 Pero ellos insistían a grandes voces, exigiendo que El fuera crucificado, y sus voces se hacían cada vez más fuertes. 24 Entonces Pilato decidió que se hiciese según su petición. 25 Y dejó libre al que ellos pedían, que había sido encarcelado por sedición y homicidio, y entregó a Jesús a la voluntad de ellos.

Via Crucis

26 Cuando lo llevaban, echaron mano a un cierto Simón de Cirene, que venía del campo, obligándole a ir sustentando la cruz detrás de Jesús. 27 Lo acompañaba una gran muchedumbre del pueblo, y de mujeres que se lamentaban y lloraban sobre El. 28 Mas Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo: "Hijas de Jerusalén, no lloréis por Mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos, 29 porque vienen días, en que se dirá: ¡Felices las estériles y las entrañas que no engendraron, y los pechos que no amamantaron! 30 Entonces se pondrán a decir a las montañas: "Caed sobre nosotros, y a las colinas: ocultadnos". 31 Porque si esto hacen con el leño verde, ¿qué será del seco?".

La crucifixión

32 Conducían también a otros dos malhechores con El para ser suspendidos. 33 Cuando hubieron llegado al lugar llamado del Cráneo, allí crucificaron a El, y a los malhechores, uno a su derecha, y el otro a su izquierda. 34 Y Jesús decía: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen". Entretanto, hacían porciones de sus ropas y echaron suertes. 35 Y el pueblo estaba en pie mirándolo, mas los magistrados lo zaherían, diciendo: "A otros salvó; que se salve a sí mismo, si es el Cristo de Dios, el predilecto". 36 También se burlaron de El los soldados, acercándose, ofreciéndole vinagre y diciendo: 37 "Si Tú eres el rey de los judíos, sálvate a Ti mismo". 38 Había, empero, una inscripción sobre El, en caracteres griegos, romanos y hebreos. "El rey de los judíos es Este".

El buen ladrón

39 Uno de los malhechores suspendidos, blasfemaba de El, diciendo: "¿No eres acaso Tú el Cristo? Sálvate a Ti mismo, y a nosotros". 40 Contestando el otro lo reprendía y decía: "¿Ni aun temes tú a Dios, estando en pleno suplicio? 41 Y nosotros, con justicia; porque recibimos lo merecido por lo que hemos hecho; pero Este no hizo nada malo". 42 Y dijo: "Jesús, acuérdate de mí, cuando vengas en tu reino". 43 Le respondió: "En verdad, te digo, hoy estarás conmigo en el Paraíso".

Muerte de Jesús

44 Era ya alrededor de la hora sexta, cuando una tiniebla se hizo sobre toda la tierra hasta la hora nona, 45 eclipsándose el sol; y el velo del templo se rasgó por el medio. 46 Y Jesús clamó con gran voz: "Padre, en tus manos entrego mi espíritu". Y, dicho esto, expiró. 47 El centurión, al ver lo ocurrido, dió gloria a Dios, diciendo: "¡Verdaderamente, este hombre era un justo!". 48 Y todas las turbas reunidas para este espectáculo, habiendo contemplado las cosas que pasaban, se volvían golpeándose los pechos. 49 Mas todos sus conocidos estaban a lo lejos - y también las mujeres que lo habían seguido desde Galilea - mirando estas cosas.

La sepultura

50 Y había un varón llamado José, que era miembro del Sanhedrín, hombre bueno y justo 51ö - que no había dado su asentimiento, ni a la resolución de ellos ni al procedimiento que usaron -, oriundo de Arimatea, ciudad de los judíos, el cual estaba a la espera del reino de Dios. 52 Este fue a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. 53 Y habiéndolo bajado, lo envolvió en una mortaja y lo depositó en un sepulcro tallado en la roca, donde ninguno había sido puesto. 54 Era el día de la Preparación, y comenzaba ya el sábado. 55 Las mujeres venidas con El de Galilea, acompañaron (a José) y observaron el sepulcro y la manera cómo fue sepultado Su cuerpo. 56 Y de vuelta, prepararon aromas y ungüento. Durante el sábado se estuvieron en reposo, conforme al precepto.

Comentario

16. Cf. Juan 21, 19; Hech. 1, 3 y notas.

17. Este cáliz que entrega antes de la Cena (dato exclusivo de Lucas) parece ser como un brindis especial de despedida, pues consta por lo que sigue (v. 20) y por Mat. 26, 27 y Marc. 14, 23, que la consagración del vino se hizo después de la del pan y también después de cenar. Cf. S. 115, 13 y nota.

19. Dio gracias: en griego eujaristesas, de donde el nombre de Eucaristía. "Dar gracias tiene un sentido particular de bendición" (Pirot). Este es mi cuerpo: El griego dice: esto es mi cuerpo, y así también Fillion, Buzy, Pirot, etc. Tuto es neutro y se traduce por esto, debiendo observarse sin embargo que cuerpo en griego es también neutro (to soma). Que se da: otros: que es dado (cf. v. 22). "Su cuerpo es dado para ser inmolado, y esto en provecho de los discípulos" (Pirot). Cf. 24, 7; Mat. 16, 21; 17, 12; Juan 10, 17 s.; Is. 53, 7.

20. Tres son las instituciones de la doctrina católica que aquí se apoyan: 1o. el sacramento de la Eucaristía; 2o. el sacrificio de la misa; 3o. el sacerdocio. Véase Mat. 26, 26 - 29; Marc. 14, 22 - 25 y nota; I Cor. 11, 23 ss.; Hebr. caps. 5 - 10 y 13, 10. 24 ss. Véase Mat. 18, 1 ss.; 20, 25 ss.; Marc. 10, 42 ss. ¡En el momento más sagrado, están disputando los apóstoles sobre una prioridad tan vanidosa! Sólo con la venida del Espíritu Santo en Pentecostés van a comprender el carácter de su misión en "este siglo malo" (Gál. 1, 4), tan distinta de los ministros de un rey actual (v. 25). Cf. Juan 15, 18 ss.

25. Bienhechores, en griego Evergetes, título de varios reyes de Egipto y Siria.

27. ¡Como el sirviente! No podemos pasar por alto esta palabra inefable del Hijo de Dios, sin postrarnos con la frente pegada al polvo de la más profunda humillación y suplicarle que nos libre de toda soberbia y de la abominable presunción de ser superiores a nuestros hermanos, o de querer tiranizarlos, abusando de la potestad que sobre ellos hemos recibido del divino Sirviente. Cf. Mat. 23, 11; Filip. 2, 7 s. y nota; I Pedro 5, 3; II Cor. 10, 8; III Juan 9 s. 29 s. Véase v. 16 y 18; Mat. 26, 29; Apoc. 2, 27 s.; 3, 21; 20, 4.

32. Una vez convertido: Enseñanza fundamental para todo apostolado: nadie convertirá a otro si no es él mismo un "convertido", pues nadie puede dar lo que no tiene. Véase las claras palabras de Cristo a Nicodemo, según las cuales el ser Su discípulo implica nada menos que un nuevo nacimiento. Cf. Juan 3, 13 ss.

33. Jesús acaba de decirle que aún precisa convertirse (cosa que sólo hará el Espíritu en Pentecostés), pero él pretende saber más y se siente ya seguro de sí mismo. De ahí la tremenda caída y humillación. Véase la inversa en Mat. 6, 13.

34. Véase Mat. 26, 33 - 35; Marc. 14, 29 - 31; Juan 13, 38.

36. Compre una espada: Jesús está hablando de las persecuciones (v. 37). Ellos no las tuvieron en vida de El (v. 35) porque El los guardaba y no perdió ni uno (Juan 17, 12). Ahora El será tratado como criminal (v. 37); lo mismo lo serán sus discípulos (Juan 15, 18 ss.; 16, 1 ss.) hasta que El vuelva en su Reino glorioso (cf. 13, 35; 23, 42), por lo cual necesitan un arma. ¿Cuál es? Pedro tenía una espada y cuando la usó, El se lo reprochó (v. 51; Mat. 26, 52; Juan 18, 11); luego no es ésa la buena espada, ni ella lo libró de abandonar a su Maestro en la persecución (Mat. 26, 56 y nota; cf. Mat. 13, 21), y negarlo muchas veces (vv. 54 ss.). San Pablo nos explica que nuestra arma en tales casos es la espada del espíritu: la Palabra de Dios (Ef. 6, 17), la que el mismo Jesús usó en las tentaciones (Mat. 4, 10 y nota). La enseñanza que El nos da aquí es la misma, como lo confirma en Mat. 26, 41 y Juan 6, 63. No es de acero la espada que El vino a traer según Mat. 10, 34. El basta (v. 38) no se refiere, pues, a que basten dos espadas. Es un basta ya, acompañado, dice S. Cirilo de Alejandría, con una sonrisa triste al ver que nunca le entendían sino carnalmente. Pirot, citando a Lagrange concordante con esta opinión, agrega al respecto: "Bonifacio VIII en la bula Unam Sanctam interpretó las dos espadas como de la autoridad espiritual y de la autoridad temporal (E. D. 469); es sabido que en las definiciones los considerandos no están garantizados por la infalibilidad".

38. Sobre el ofrecimiento de espadas véase Mat. 26, 56.

44. Cf. Mat. 26, 36 ss.; Marc. 14, 26 ss. Fue, como dice San Bernardo, un llanto de lágrimas y sangre, que brotaba no solamente de los ojos, sino también de todo el cuerpo del Redentor. Nótese que el dato del sudor de sangre y del ángel es propio de Lucas. Proviene tal vez de una revelación especial hecha a S. Pablo. Puede verse una referencia en las lágrimas de Hebr. 5, 7. 47 ss. Véase Mat. 26, 47 - 57; Marc. 14, 43 - 53; Juan 18, 2 - 13. 55 ss. Véase Mat. 26, 69 - 75; Marc. 14, 66 - 72; Juan 18, 16 - 18 y 25 - 27. 62. Sobre la caída de Pedro, cf. v. 33 y nota.

66. Véase Mat. 26, 63 - 69; Marc. 14, 61 - 64; Juan 18, 19 - 21. 71. Los judíos consideraban la respuesta de Jesús como blasfemia, la que según la Ley de Moisés acarreaba la pena capital.

2. Ahora le acusan de sedición, siendo que le habían condenado por blasfemia. A la malicia se agrega la mentira. 4. No halla culpa, porque Jesús le ha dicho (en Juan 18, 36) que su reino no es de este mundo. De lo contrario, al oírlo así proclamarse rey, Pilato lo habría considerado culpable como opositor al César.

7. Así Pilato creía poder librarse del apuro. Por tener su domicilio en Cafarnaúm, Jesús era súbdito de Herodes Antipas, tetrarca de Galilea, el cual estaba en Jerusalén para la fiesta de Pascua. Este era hijo de Herodes el Grande (Mat. 2, 3) y tío de Herodes Agripa I, que hizo matar a Santiago el Mayor (Hech. 12, 1 ss.), y cuyo hijo, el "rey Agripa" (II) escuchó a Pablo en Hech. 25, 13 ss.

9. Jesús no responde palabra al rey adúltero y homicida, que sólo por curiosidad quiere ver un milagro. Lo visten con una ropa resplandeciente para burlarse de El; según S. Buenaventura, para calificarlo de loco o tonto. 16. Cf. v. 22. Véase Juan 19, 1 y nota; Hech. 3, 13. 17. Este v. es probablemente una glosa tomada de otro Evangelio. Véase Mat. 27, 15 ss.; Marc. 15, 6 ss.; Juan 18, 39 s.

18. Jesús quiso agotar la humillación hasta ser pospuesto a un asesino. Había tomado sobre sí los delitos de todos los hombres (cf. Ez. 4, 4 y nota) y no le bastó ser contado entre los malhechores (22, 37; Is. 53, 12). Fue peor que ellos, "gusano y no hombre" (S. 21, 6). Cf. Filip. 2, 7 s. La idea de nuestra muerte se endulza así indeciblemente al pensar que aceptando de buen grado, como merecido, ese transitorio envilecimiento de nuestro cuerpo comido por los gusanos de la "corrupción" (Hech. 13, 36), podemos en espíritu "asimilarnos a la muerte de El" (Filip. 3, 10), que si no vio corrupción en el sueño del sepulcro (Hech. 2, 31; 13, 37), la sufrió vivo en su cuerpo santísimo escupido, desangrado y expuesto desnudo, entre dos patibularios, a la irrisión del público que al verlo "meneaba la cabeza" (S. 21, 8), no de compasión, sino de asco.

26. Del texto deducen algunos que la ayuda del Cireneo no hacía sino aumentar el peso de la Cruz sobre el hombro del divino Cordero, al levantar detrás de El la extremidad inferior. Véase Marc. 15, 21 y nota.

28. ¡La última amonestación del Señor! Entre las mujeres que lloraban estaba quizá aquella "Verónica" que, según una antigua tradición, alargó a Jesús un lienzo para limpiar su rostro. La misma tradición narra que también María, la santísima madre de Jesús, acompañada de S. Juan, se encontró con su Hijo en la vía dolorosa.

31. El leño seco arde más (Juan 15, 6). Si tanto sufre el Inocente por rescatar la culpa de los hombres, ¿qué no merecerán los culpables si desprecian esa Redención? Véase Hebr. 6, 4 ss.; 10, 26 ss. 33. Véase Mat. 27, 33; Marc. 15, 22; Juan 19, 17.

40. Milagro de la gracia, que aprovecha este "obrero de la última hora" (Mat. 20, 8 y 15) pasando directamente de la cruz al Paraíso. Lo que valoriza inmensamente la fe del buen ladrón es que su confesión se produce en el momento en que Jesús aparece vencido y deshonrado. Cf. 22, 38.

42. A esto observa Fillion: "El buen ladrón creía en la inmortalidad del alma y en la resurrección, y reconocía a Jesús como el Mesías - Rey. Por eso le pedía encarecidamente un lugar en su Reino". Y añade: "El Paraíso representa aquí la parte de la morada de los muertos (los limbos) donde habitaban las almas de los elegidos, antes de la Ascensión de Jesucristo". Cf. I Pedro 3, 19; 4, 6; Col. 1, 20. 46. El Salmo 30, de donde Jesús toma estas palabras, resulta así la oración ideal para estar preparado a bien morir.

47. Si la conversión del ladrón es el primer fruto de la muerte de Jesús, la del centurión romano es el segundo; judío aquél, gentil éste. 49. ¡A distancia los amigos y conocidos! Véase esto anticipado en S. 87, 9.

50. Véase Mat. 27, 57 ss.; Marc. 15, 42 ss.; Juan 19, 38 ss.

51. José de Arimatea fue miembro del Gran Consejo (Sanhedrín) que condenó a Jesús a la muerte. En v. 52 s. da otra prueba de su intrépida fe en El. No teme ni el odio de sus colegas ni el terrorismo de los fanáticos. Personalmente va a Pilato para pedir el cuerpo de Jesús; personalmente lo descuelga de la cruz, envolviéndolo en una sábana; personalmente lo coloca en su propio sepulcro, con la ayuda de Nicodemo (Juan 19, 39). El santo Sudario, que nos ha conservado las facciones del divino Rostro, se venera en Turín. Cf. Juan 20, 7.

54. El evangelista quiere expresar que ya estaba por comenzar el sábado, el cual, como es sabido, empezaba al caer la tarde, y no con el día natural (véase Gén. 1, 5, 8, etc.). El griego usa un verbo semejante a alborear, pero cuyo sentido es simplemente comenzar.

Estos comentarios corresponden a la versión electrónica de la Biblia y Comentario de Mons. Juan Straubinger, cortesía de VE Multimedios