Viernes 16 de febrero

Evangelio según San Marcos, capítulo 8, versículos 34 al 39


La renuncia del "yo"

34 Y convocando a la muchedumbre con sus discípulos les dijo: "Si alguno quiere venir en pos de Mí, renúnciese a sí mismo, tome su cruz, y sígame. 35 Quien quiere salvar su vida, la perderá, y quien pierde su vida a causa de Mí y del Evangelio, la salvará. 36 En efecto: ¿de qué servirá al hombre ganar el mundo entero, y perder su vida? 37 Pues ¿qué cosa puede dar el hombre a cambio de su vida? 38 Porque quien se avergonzare de Mí y de mis palabras delante de esta raza adúltera y pecadora, el Hijo del hombre también se avergonzará de él cuando vuelva en la gloria de su Padre, escoltado por los santos ángeles".

Comentario

34. A la luz de la doctrina revelada y definida, se comprende bien la suavidad de esta palabra de Jesús, que al principio parece tan dura. Renúnciese a sí mismo. Ello significa decirnos, para nuestro bien: líbrate de ese enemigo, pues ahora sabes que es malo, corrompido, perverso. Si tú renuncias a ese mal amigo y consejero que llevas adentro, yo lo sustituiré con mi espíritu, sin el cual nada puedes hacer (Juan 15, 5). ¡Y cómo será de total ese apartamiento que necesitamos hacer del autoenemigo, cuando Jesús nos enseña que es indispensable nacer de nuevo para poder entrar en el Reino de Dios! (Juan 3, 3). Renacer del Espíritu, echar fuera aquel yo que nos aconsejaba y nos prometía quizá tantas grandezas. Echarlo fuera, quitarlo de en medio, destituirlo de su cargo de consejero, por mentiroso, malo e ignorante. He aquí lo que tanto cuesta a nuestro amor propio: reconocer que nuestro fulano de tal es "mentira" (Rom. 3, 4) y de suyo digno de la ira de Dios. Cf. Luc. 9, 23 y nota: Y a todos les decía: "Si alguno quiere venir en pos de Mí, renúnciese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame". Jesús no dice, como el oráculo griego: "conócete a ti mismo", sino: "niégate a ti mismo". La explicación es muy clara. El pagano ignoraba el dogma de la caída original. Entonces decía lógicamente: analízate, a ver qué hay en ti de bueno y qué hay de malo. Jesús nos enseña simplemente a descalificarnos a priori, por lo cual ese juicio previo del autoanálisis resulta harto inútil, dada la amplitud inmensa que tuvo y que conserva nuestra caída original. Ella nos corrompió y depravó nuestros instintos de tal manera, que San Pablo nos pudo decir con el Salmista: "Todo hombre es mentiroso" (Rom. 3, 4; S. 115, 2). Por lo cual el Profeta nos previene: "Perverso es el corazón de todos e impenetrable: ¿Quién podrá conocerlo?" (Jer. 17, 9). Y también: "Maldito el hombre que confía en el hombre" (ibid. 5). De Jesús sabemos que no se fiaba de los hombres, "porque los conocía a todos".

Estos comentarios corresponden a la versión electrónica de la Biblia y Comentario de Mons. Juan Straubinger, cortesía de VE Multimedios