Miércoles 10 de enero
Evangelio según San Marcos, capítulo 1, versículo del 29 al 39
29 Luego que salieron de la sinagoga, vinieron a casa de Simón y Andrés, con Santiago y Juan. 30 Y estaba la suegra de Simón en cama, con fiebre y al punto le hablaron de ella. 31 Entonces fue a ella, y tomándola de la mano, la levantó, y la dejó la fiebre, y se puso a servirles. 32 Llegada la tarde, cuando el sol se hubo puesto, le trajeron todos los enfermos y los endemoniados. 33 Y toda la ciudad estaba agolpada a la puerta. 34 Sanó a muchos enfermos afligidos de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios; pero no dejaba a los demonios hablar, porque sabían quién era El. 35 En la madrugada, siendo aún muy de noche, se levantó, salió y fue a un lugar desierto, y se puso allí a orar. 36 Mas Simón partió en su busca con sus compañeros. 37 Cuando lo encontraron, le dijeron: "Todos te buscan". 38 Respondióles: "Vamos a otra parte, a las aldeas vecinas, para que predique allí también. Porque a eso salí". 39 Y anduvo predicando en sus sinagogas, por toda la Galilea y expulsando a los demonios.
Comentario
29 ss. Véase Mat. 8, 14 - 16; Luc. 4, 38 - 41.
35. El retiro de Jesús a la oración, después de trabajar todo el día y gran parte de la noche, nos enseña que la oración es tan indispensable como el trabajo. Cf. 14, 38; Mat. 14, 23 y nota: 23 "Despedido que hubo a las multitudes, subió a la montaña para orar aparte, y caída ya la tarde, estaba allí solo". Aquí, Jesús se retiraba cada vez que podía para darnos ejemplo y enseñarnos que el hombre que quiere descubrir y entender las cosas de Dios tiene que cultivar la soledad. No porque sea pecado andar en tal o cual parte, sino que es simplemente una cuestión de atención. Porque no se puede atender a un asunto importante cuando se está distraído por mil bagatelas (cf. Sab. 4, 12). No es otro el sentido de la semilla que cae entre abrojos (Mat. 13, 22). Cualquiera sabe y comprende, por ejemplo, que el que tiene novia necesita una gran parte de su tiempo para visitarla, escribirle, leer sus cartas, ocuparse de lo que a ella le interesa, etc. Si pretendiésemos que esto no es lo mismo y que hay otras cosas más importantes, o que nos apremian más que nuestra relación con Dios, no entenderemos jamás la verdad, ni sabremos defender nuestros intereses reales, ni gozar de la vida espiritual, ni aprovechar de los privilegios en los cuales Dios, que todo lo puede, da por añadidura todo lo demás a quien le hace el honor de prestarle atención a El (Mat. 6, 33). Pues El nos enseña a poner coto a nuestros asuntos temporales, porque al que maneja muchos negocios le irá mal en ellos (Ecli. 11, 10), y además caerá en los lazos del diablo (I Tim. 6, 9). Las maravillas de Dios, que consisten principalmente en el amor que nos tiene, no pueden verse sino en la soledad interior. Compárese el azul diáfano del cielo en el cenit con el color grisáceo que tiene más abajo, en el horizonte, cuando se acerca a esta sucia tierra.
Estos comentarios corresponden a la versión electrónica de la Biblia y Comentario de Mons. Juan Straubinger, cortesía de VE Multimedios