ACI Digital Evangelio para cada día

Miércoles 9 de agosto

Evangelio según San Mateo, capítulo 15, versículos del 21 al 28


La cananea.

21 Partiendo de este lugar, se retiró Jesús a la región de Tiro y de Sidón. 22 Y he ahí que una mujer cananea venida de ese territorio, dio voces diciendo: "¡Ten piedad de mí, Señor, Hijo de David! Mi hija está atormentada por un demonio". 23 Pero El no le respondió nada. Entonces los discípulos, acercándose, le rogaron: "Despídela, porque nos persigue con sus gritos". 24 Mas Él respondió y dijo: "No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel". 25 Ella, no obstante, vino a prosternarse delante de Él y dijo: "¡Señor, socórreme!" 26 Mas Él respondió: "No está bien tomar el pan de los hijos para echarlo a los perros". 27 Y ella dijo: "Sí, Señor, pero los perritos también comen las migajas que caen de la mesa de sus dueños". 28 Entonces Jesús respondiendo le dijo: "Oh mujer, grande es tu fe; hágasete como quieres". Y su hija quedó sana, desde aquel momento.

Comentario

24. Con la aparente dureza de su respuesta, el Señor prueba la fe de la cananea, mostrando a la vez que su misión se limita a los judíos: cf. 10, 6 y nota: "Sino id más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel".
Después de Pentecostés S. Pedro abrió la puerta a los gentiles (Hech. 10) para ser "injertados" en el tronco de Israel (Rom. 11, 11 - 24) y manifestó que ello era a causa de la incredulidad de la Sinagoga (ibid. 30 s.) y así lo confirmó el Concilio de Jerusalén (Hech. 15). Más tarde el pueblo judío de la Dispersión rechazó también la predicación apostólica y entonces Pablo les anunció que la salvación pasaba a los gentiles (Hech. 28, 23 ss.) y desde la prisión escribió a los Efesios sobre el Misterio del Cuerpo Místico (Ef. 1, 22), escondido desde todos los siglos (Ef. 3, 9; Col. 1, 26), por el cual los gentiles son llamados a él (Ef. 3, 6), no habiendo ya diferencia alguna entre judío y gentil.
Pronto veremos que el lenguaje del Maestro pasa a la mayor dulzura, haciendo un admirable elogio de aquella mujer, cuya fe había querido probar. Cf. I Pedro 1, 7: "A fin de que vuestra fe, saliendo de la prueba mucho más preciosa que el oro perecedero - que también se acrisola por el fuego - redunde en alabanza, gloria y honor cuando aparezca Jesucristo".

Estos comentarios corresponden a la versión electrónica de la Biblia y Comentario de Mons. Juan Straubinger, cortesía de VE Multimedios


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