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Sábado 2 de enero

Evangelio según San Juan, Capítulo 1, versículos 19-28

19 Y he aquí el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron a él, desde Jerusalén, sacerdotes y levitas para preguntarle: "¿Quién eres tú?" 20 Él confesó y no negó; y confesó: "Yo no soy el Cristo". 21 Le preguntaron: "¿Entonces qué? ¿Eres tú Elías?" Dijo: "No lo soy". "¿Eres el Profeta?" Respondió: "No". 22 Le dijeron entonces: "¿Quién eres tú? para que demos una respuesta a los que nos han enviado. ¿Qué dices de ti mismo?" 23 Él dijo: "Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías". 24 Había también enviados de entre los fariseos. 25 Ellos le preguntaron: "¿Por qué, pues, bautizas, si no eres ni el Cristo, ni Elías, ni el Profeta?" 26 Juan les respondió: "Yo, por mi parte, bautizo con agua; pero en medio de vosotros está uno que vosotros no conocéis, 27 que viene después de mí, y al cual yo no soy digno de desatar la correa de su sandalia". 28 Esto sucedió en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan bautizaba.

Comentario

19. Sacerdotes y levitas: Cf. Luc. 10, 31 s.

20. Muchos identificaban a Juan con el Mesías o Cristo; por eso el fiel Precursor se anticipa a desvirtuar tal creencia. Observa S. Crisóstomo que la pregunta del v. 19 era capciosa y tenía por objeto inducir a Juan a declararse el Mesías, pues ya se proponían cerrarle el paso a Jesús.

21. El Profeta: Falsa interpretación judaica de Deut. 18, 15, pasaje que se refiere a Cristo. Cf. 6, 14 s.

26. Yo bautizo con agua: Juan es un profeta como los anteriores del Antiguo Testamento, pero su vaticinio no es remoto como el de aquellos, sino inmediato. Su bautizo era simplemente de contrición y humildad para Israel (cf. Hech. 19, 2 ss. y nota), a fin de que reconociese, bajo las apariencias humildes, al Mesías anunciado como Rey y Sacerdote, como no tardó en hacerlo Natanael (v. 49). Pero para eso había que ser como éste "un israelita sin doblez" (v. 47). En cambio a los "mayordomos" del v. 19, que usufructuaban la religión, no les convenía que apareciese el verdadero Dueño, porque entonces ellos quedarían sin papel. De ahí su oposición apasionada contra Jesús (según lo confiesa Caifás en 11, 47 ss.) y su odio contra los que creían en su venida (cf. 9, 22).


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