Palabras
del Papa en el Aeropuerto de Tel Aviv (Israel)
21 de Marzo, 2000 (Traducido por ACI Digital) Querido Presidente
Weizman, Ayer, desde las alturas de Monte Nebo vi a través del Valle del Jordán esta tierra bendita. Hoy con profunda emoción piso la tierra donde Dios quiso 'plantar su tienda' y permitió que el hombre se encontrase con El más directamente. En este año del 2000 aniversario del Nacimiento de Jesucristo, ha sido un deseo personal venir y rezar en los lugares más importantes que, desde tiempos remotos, han presenciado las intervenciones de Dios, las maravillas que ha hecho. "Tú eres el Dios que obra prodigios, y has dado a conocer a los pueblos tu poder." (Sal 77,15). Señor Presidente, le agradezco por su cálida bienvenida, y en su persona saludo a toda la gente del Estado de Israel. Esta visita es a la vez una peregrinación personal y un viaje espiritual del Obispo de Roma a los orígenes de nuestra fe en el "Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob". Es parte de una peregrinación más amplia de oración y de acción de gracias que me ha llevado ya al Sinaí. Ahora tendré el privilegio de visitar algunos lugares estrechamente ligados a la vida, a la muerte y a la resurrección de Jesucristo. A lo largo de cada paso de camino, me mueve un sentido intenso de Dios quien nos ha precedido y conducido, que quiere que lo honremos en espíritu y en verdad, para reconocer las diferencias entre nosotros, pero también reconocer en cada ser humano la imagen y semejanza del Único Creador del cielo y la tierra. Señor Presidente, usted es conocido como un hombre de paz y un pacificador. Todos nosotros sabemos lo urgente que es la necesidad de paz y justicia, no sólo para Israel, sino para toda la región. Desde que mi predecesor Pablo VI vino aquí en 1964 han cambiado muchas cosas entre la Santa Sede y el Estado de Israel. La instauración de relaciones diplomáticas entre nosotros en 1994 ha puesto el sello a los esfuerzos encaminados a abrir una nueva era de diálogo sobre cuestiones de interés común como la libertad religiosa, las relaciones entre la Iglesia y el Estado y más en general, entre cristianos y judíos. En otro nivel, la opinión mundial sigue de cerca el proceso de paz que tiene a toda la gente de la región envuelta en la difícil búsqueda de una paz duradera con justicia para todos. Con la apertura establecida nuevamente hacia cada uno. Los cristianos y los judíos deben esforzarse con valentía para eliminar todas las formas de prejuicio. Tenemos que luchar para presentar siempre y en todo lugar el rostro verdadero de los judíos y del judaísmo, así como el de los cristianos y el cristianismo, y todo ello a todos los niveles de mentalidad, de enseñanza y de comunicación. Mi viaje es además una peregrinación en espíritu de humilde gratitud y esperanza a los orígenes de nuestra historia religiosa. Es un tributo a las tres tradiciones religiosas que coexisten en esta tierra. Llevo bastante tiempo esperando ver las fieles comunidades católicas en su rica variedad, y a los miembros de las diversas iglesias y comunidades cristianas presentes en Tierra Santa. Rezo para que mi visita contribuya a fomentar el diálogo inter-religioso que llevará a judíos, cristianos y musulmanes a individuar en las respectivas creencias y en la fraternidad universal que une a todos los miembros de la familia humana, el motivo y la perseverancia para obrar en favor de aquella paz y aquella justicia que los pueblos de Tierra Santa todavía no poseen y a las cuales aspiran profundamente. El Salmista nos recuerda que la paz es un regalo de Dios: "Quiero escuchar lo que dirá Yahvé mi Dios; sus palabras serán de paz para su pueblo y para sus santos, y para los que de corazón se vuelvan a Él." (Sal 85, 8). ¡Que la paz sea un regalo de Dios a la tierra que se escogió para sí mismo! |