Nican Mopohua Éste es el documento histórico en el que se relata las Apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe al Beato Juan Diego, indígena azteca, ocurridas del 9 al 12 de diciembre de 1531. Es un escrito originalmente en lengua náhuatl "lingua franca" en Mesoamérica, y todavía en uso en varias regiones de México. A pesar de que muchos documentos indígenas comienzan con el Nican Mopohua, estas dos palabras iniciales han permanecido por antonomasia para identificar este relato. El título completo es: "Aquí se cuenta se ordena como hace poco milagrosamente se apareció la Perfecta Virgen Santa María, Madre de Dios, nuestra Reina; allá en el Tepeyac, de renombre Guadalupe". Este relato es la principal fuente de lo que sabemos sobre el Mensaje de la Santísima Virgen al Beato Juan Diego, a México y al Mundo. La copia más antigua se halla en la Biblioteca Pública de Nueva York Rare Books and Manuscripts Department. The New York Public Library, Astor, Lenox and Tilden Foundation. El autor del documento fue Don Antonio Valeriano (1520-1605), sabio indígena y aventajado discípulo de Fr. Bernardino de Sahún. Valeriano recibió la historia por el mismo Juan Diego, quien murió en 1548. En cuanto al argumento del documento: es la narración de la evangelización de una cultura donde la ayuda de Dios y de la Virgen fue evidente. Por medio de un estilo correcto, digno y sólido uno se da cuenta que esta evangelización llegó hasta la más profunda raíz de la cultura pre-hispánica, llevándose a realizar la de dos pueblos irreconciliables. En la plenitud de los tiempos para América aparece María Santísima portadora de Cristo. Hay una identificación de lo esencial de la Biblia: -Cristo, centro de la Historia- (Juan 3,14-16) con lo esencial del Nican Mopohua (vv.26-27) y con lo esencial del mensaje glífico de la Imagen de Nuestra Señora de Guadalupe: el Niño Sol que lleva en su vientre Santísimo. Finalmente, entre los protagonistas del relato están: ·
La Santísima Virgen que pide un templo para
manifestar a su Hijo. Nican Mopohua (Texto en Español) Aquí se narra se ordena, cómo hace poco, milagrosamente se apareció la perfecta virgen santa maría madre de dios, nuestra reina, allá en el Tepeyac, de renombre Guadalupe. Primero se hizo ver de un indito, su nombre JuanDiego; y después se apareció su Preciosa Imagen delante del reciente obispo don fray Juan de Zumárraga. (...) Diez años después de conquistada la ciudad de México, cuando ya estaban depuestas las flechas, los escudos, cuando por todas partes había paz en los pueblos, así como brotó, ya verdece, ya abre su corola la fe, el conocimiento de Aquél por quien se vive: el verdadero Dios. En aquella
sazón, el año 1531, a los pocos días
del mes de diciembre, sucedió que había
un indito, un pobre hombre del pueblo. Era sábado,
muy de madrugada, venía en pos de Dios y
de sus mandatos. Oyó cantar sobre el cerrito, como el canto de muchos pájaros finos; al cesar sus voces, como que les respondía el cerro, sobremanera suaves, deleitosos, sus cantos sobrepujaban al del coyoltototl y del tzinitzcan y al de otros pájaros finos. Se detuvo a ver Juan Diego. Se dijo: ¿Por ventura soy digno, soy merecedor de lo que oigo? ¿Quizá nomás lo estoy soñando? ¿Quizá solamente lo veo como entre sueños? ¿Dónde estoy? ¿Dónde me veo? ¿Acaso allá donde dejaron dicho los antiguos nuestros antepasados, nuestros abuelos: en la tierra de las flores, en la tierra del maíz, de nuestra carne, de nuestro sustento; acaso en la tierra celestial? Hacia allá estaba viendo, arriba del cerrillo, del lado de donde sale el sol, de donde procedía el precioso canto celestial. Y cuando
cesó de pronto el canto, cuando dejó
de oírse, entonces oyó que lo llamaban,
de arriba del cerrillo, le decían: "JUANITO,
JUAN DIEGUITO". Y cuando llegó frente a Ella mucho admiró en qué manera sobre toda ponderación aventajaba su perfecta grandeza: su vestido relucía como el sol, como que reverberaba, y la piedra, el risco en el que estaba de pie, como que lanzaba rayos; el resplandor de Ella como preciosas piedra, como ajorca (todo lo más bello) parecía la tierra como que relumbraba con los resplandores del arco iris en la niebla. Y los mezquites y nopales y las demás hierbecillas que allí se suelen dar, parecían como esmeraldas. Como turquesa aparecía su follaje. Y su tronco, sus espinas, sus aguates, relucían como el oro. En su presencia se postró. Escuchó su aliento, su palabra, que era extremadamente glorificadora, sumamente afable, como de quien lo atría y estimaba mucho. Le dijo:- "ESCUCHA, HIJO MÍO EL MENOR, JUANITO. ¿A DÓNDE TE DIRIGES?" Y él
le contestó:_ "Mi Señora, Reina,
Muchachita mía, allá llegaré,
a tu casita de México Tlatilolco, a seguir
las cosas de Dios que nos dan que nos enseñan
quienes son las imágenes de Nuestro Señor:
nuestros sacerdotes" "SÁBELO,
TEN POR CIERTO, HIJO MÍO EL MÁS PEQUEÑO,
QUE YO SOY LA PERFECTA SIEMPRE VIRGEN SANTA MARÍA,
MADRE DEL VERDADERÍSIMO DIOS POR QUIEN SE
VIVE, EL CREADOR DE LAS PERSONAS, EL DUEÑO
DE LA CERCANÍA Y DE LA INMEDIACIÓN,
EL DUEÑO DEL CIELO, EL DUEÑO DE LA
TIERRA, MUCHO DESEO QUE AQUÍ ME LEVANTEN
MI CASITA SAGRADA. E inmediatamente en su presencia se postró; le dijo:_ "Señora mía, Niña, ya voy a realizar tu venerable aliento, tu venerable palabra; por ahora de Ti me aparto, yo, tu pobre indito". Luego vino a bajar para poner en obra su encomienda: vino a encontrar la calzada, viene derecho a México. Cuando
vino a llegar al interior de la ciudad, luego fue
derecho al palacio del obispo, que muy recientemente
había llegado, gobernante sacerdote; su nombre
era D. Fray Juan de Zumárraga, sacerdote
de San Francisco. Y en cuanto
entró, luego ante él se arrodilló,
se postró, luego ya le descubre, le cuenta
el precioso aliento, la preciosa palabra de la Reina
del Cielo, su mensaje, y también le dice
todo lo que admiró lo que vio, lo que oyó.
Salió;
venía triste porque no se realizó
de inmediato su encargo. Y en cuanto
la vio, ante Ella se postró, se arrojó
por tierra, le dijo: Me recibió amablemente y lo escuchó perfectamente, pero, por lo que me respondió, como que no lo entendió, no lo tiene por cierto. Me dijo: "Otra vez vendrás; aun con calma te escucharé, bien aun desde el principio veré por lo que has venido, tu deseo, tu voluntad". Bien en ello miré, según me respondió, que piensa que tu casa que quieres que te hagan aquí, tal vez yo nada más lo invento, o que tal vez no es de tus labios; mucho te suplico, Señora mía; Reina, Muchachita mía, que a alguno de los nobles, estimados, que sea conocido, respetado, honrado, le encargues que conduzca, que lleve tu amable aliento, tu amable palabra para que le crean. Porque
en verdad yo soy un hombre del campo, soy mecapal,
soy parihuela, soy cola, soy ala; yo mismo necesito
ser conducido, llevado a cuestas, no es lugar de
mi andar ni de mí detenerme allá a
donde me envías, Virgencita mía, Hija
mía menor, Señora, Niña; por
favor dispénsame: afligiré con pena
tu rostro, tu corazón; iré a caer
en tu enojo, en tu disgusto, Señora Dueña
mía". "ESCUCHA,
EL MÁS PEQUEÑO DE MIS HIJOS, TEN POR
CIERTO QUE NO SON ESCASOS MIS SERVIDORES, MIS MENSAJEROS,
A QUIENES ENCARGUÉ QUE LLEVEN MI ALIENTO
MI PALABRA, PARA QUE EFECTÚEN MI VOLUNTAD;
Juan Diego, por su parte, le respondió, le dijo:_ "Señora mía, Reina, Muchachita mía, que no angustie yo con pena tu rostro, tu corazón; con todo gusto iré a poner por obra tu aliento, tu palabra; de ninguna manera lo dejaré de hacer, ni estimo por molesto el camino. Iré a poner en obra tu voluntad, pero tal vez no seré oído, y si fuere oído quizás no seré creído. Mañana en la tarde, cuando se meta el sol, vendré a devolver a tu palabra, a tu aliento, lo que me responda el gobernante sacerdote. Ya me
despido de Tí respetuosamente, Hija mía
la más pequeña, Jovencita, Señora,
Niña mía, descansa otro poquito. Al día
siguiente, domingo, bien todavía en la nochecilla,
todo aún estaba oscuro, de allá salió,
de su casa, se vino derecho a Tlatilolco, vino a
saber lo que pertenece a Dios y a ser contado en
lista; luego para ver al señor obispo. Y en cuanto llegó hizo toda la lucha por verlo, y con mucho trabajo otra vez lo vió; a sus pies se hincó, lloró, se puso triste al hablarle, al descubrirle la palabra, el aliento de la Reina del Cielo, que ojalá fuera creída la embajada, la voluntad de la Perfecta Virgen, de hacerle, de erigirle su casita sagrada, en donde había dicho, en donde la quería. Y el gobernante obispo muchísimas cosas le preguntó, le investigó, para poder cerciorarse, dónde la había visto, cómo era Ella; todo absolutamente se lo contó al señor obispo. Y aunque
todo absolutamente se lo declaró, y en cada
cosa vió, admiró que aparecía
con toda claridad que Ella era la Perfecta Virgen,
la Amable, Maravillosa Madre de Nuestro Salvador
Nuestro Señor Jesucristo, Dijo que no sólo por su palabra, su petición se haría, se realizaría lo que él pedía, que era muy necesaria alguna otra señal para poder ser creído cómo a él lo enviaba la Reina del Cielo en persona. Tan pronto
como lo oyó Juan Diego, le dijo al obispo:
Y habiendo visto el obispo que ratificaba, que en nada vacilaba ni dudaba, luego lo despacha. Y en cuanto se viene, luego le manda a algunos de los de su casa en los que tenía absoluta confianza, que lo vinieran siguiendo, que bien lo observaran a dónde iba, a aquién veía, con quién hablaba. Y así
se hizo. Y Juan Diego luego se vino derecho. Siguió
la calzada. Y así
se volvieron. No sólo porque con ello se
fastidiaron grandemente, sino también porque
les impidió su intento, los hizo enojar.
Y bien así lo determinaron que si otra vez venía, regresaba, allí lo agarrarían, y fuertemente lo castigarían, para que ya no volviera a decir mentiras ni a alborotar a la gente. Entre tanto, Juan Diego estaba con la Santísima Virgen, diciéndole la respuesta que traía del señor obispo; la que, oída por la Señora, le dijo: "BIEN
ESTÁ, HIJITO MÍO, VOLVERÁS
AQUÌ MAÑANA PARA QUE LLEVES AL OBISPO
LA SEÑAL QUE TE HA PEDIDO; Y al día
siguiente, lunes, cuando debía llevar Juan
Diego alguna señal para ser creído,
ya no volvió. "¿QUÉ PASA, EL MÁS PEQUEÑO DE MIS HIJOS? ¿A DÓNDE VAS, A DÓNDE TE DIRIGES?": Y él,
¿tal vez un poco se apenó, o quizá
se avergonzó? ¿o tal vez de ello se
espantó, se puso temeroso? "ESCUCHA,
PÓNLO EN TU CORAZÓN, HIJO MÍO
EL MENOR, QUE NO ES NADA LO QUE TE ESPANTÓ,
LO QUE TE AFLIGIÓ, QUE NO SE PERTURBE TU
ROSTRO, TU CORAZÓN; NO TEMAS ESTA ENFERMEDAD
NI NINGUNA OTRA ENFERMEDAD, NI COSA PUNZANTE, AFLICTIVA.
(Y luego
en aquel mismo momento sanó su tío,
como después se supo): Le dijo:
"SUBE, HIJO MÍO EL MENOR, A LA CUMBRE
DEL CERRILLO, A DONDE ME VISTE Y TE DI ÓRDENES
Y Juan
Diego luego subió al cerrillo, "MI
HIJITO MENOR, ESTAS DIVERSAS FLORES SON LA PRUEBA,
LA SEÑAL QUE LLEVARÁS AL OBISPO; Y en cuanto
le dio su mandato la Celestial Reina, vino a tomar
la calzada, viene derecho a México, ya viene
contento. |