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El Papa en Cuba: Tercer día

Camagüey

En el tercer día, el Santo Padre viaja al este a tercera ciudad cubana más grande, Camagüey (población aproximada de 300,000 personas).

Camaüey se ubica entre dos ciudades que el Papa visitará también, Santa Clara y Santiago de Cuba, y es una mezcla de colonia cubana y herencia marxista.

Fundada en 1528, esta ciudad de 300000 de habitantes, es famosa por la confusión que existe entre sus calles, un sistema original diseñado para confundir a sus invasores.

En Camagüey el Papa celebrará misa en la Plaza Ignacio Agramonte, luego retornará a la capital para reunirse con los estudiantes en la Universidad Nacional de la Habana. También visitará la tumba del sacerdote Católico del siglo XIX, Rev. Felix Varela, quien es venerado por los comunistas por su devoción patriotismo.

DISCURSO A LOS REPRESENTANTES DEL MUNDO DE LA CULTURA EN EL AULA MAGNA DE LA UNIVERSIDAD DE LA HABANA - 23.01.I998

Señores Cardenales y Obispos, Autoridades universitarias , Ilustres Señoras y Señores:

1. Es para mí un gozo encontrarme con Ustedes en este venerable recinto de la Universidad de La Habana. A todos dirijo mi afectuoso saludo y, en primer lugar, quiero agradecer las palabras que el Señor Cardenal Jaime Ortega y Alamino ha tenido a bien dirigirme, en nombre de todos, para darme la bienvenida, así como el amable saludo del Señor Rector de esta Universidad, que me ha acogido en esta Aula Magna. En ella se conservan los restos del gran sacerdote y patriota, el Siervo de Dios Padre Félix Varela, ante los cuales he rezado. Gracias, señor Rector, por presentarme a esta distinguida asamblea de mujeres y hombres que dedican sus esfuerzos a la promoción de la cultura genuina en esta noble nación cubana.

2. La cultura es aquella forma peculiar con la que los hombres expresan y desarrollan sus relaciones con la creación, entre ellos mismos y con Dios, formando el conjunto de valores que caracterizan a un pueblo y los rasgos que lo definen. Así entendida, la cultura tiene una importancia fundamental para la vida de las naciones y para el cultivo de los valores humanos más auténticos. La Iglesia, que acompaña al hombre en su camino, que se abre a la vida social, que busca los espacios para su acción evangelizadora, se acerca, con su palabra y su acción, a la cultura.

La Iglesia católica no se identifica con ninguna cultura particular, sino que se acerca a todas ellas con espíritu abierto. Ella, al proponer con respeto su propia visión del hombre y de los valores, contribuye a la creciente humanización de la sociedad. En la evangelización de la cultura es Cristo mismo el que actúa a través de su Iglesia, ya que con su Encarnación "entra en la cultura" y "trae para cada cultura histórica el don de la purificación y de la plenitud" (Conclusiones de Santo Domingo, 228).

"Toda cultura es un esfuerzo de reflexión sobre el misterio del mundo y, en particular, del hombre: es un modo de expresar la dimensión trascendente de la vida humana" (Discurso en la ONU, 5 octubre 1995, 9). Respetando y promoviendo la cultura, la Iglesia respeta y promueve al hombre: al hombre que se esfuerza por hacer más humana su vida y por acercarla, aunque sea a tientas, al misterio escondido de Dios. Toda cultura tiene un núcleo íntimo de convicciones religiosas y de valores morales, que constituye como su "alma"; es ahí donde Cristo quiere llegar con la fuerza sanadora de su gracia. La evangelización de la cultura es como una elevación de su "alma religiosa", infundiéndole un dinamismo nuevo y potente, el dinamismo del Espíritu Santo, que la lleva a la máxima actualización de sus potencialidades humanas. En Cristo, toda cultura se siente profundamente respetada, valorada y amada; porque toda cultura está siempre abierta, en lo más auténtico de sí misma, a los tesoros de la Redención.

3. Cuba, por su historia y situación geográfica, tiene una cultura propia en cuya formación ha habido influencias diversas: la hispánica, que trajo el catolicismo; la africana, cuya religiosidad fue permeada por el cristianismo; la de los diferentes grupos de inmigrantes; y la propiamente americana. Es de justicia recordar la influencia que el Seminario de San Carlos y San Ambrosio, de La Habana, ha tenido en el desarrollo de la cultura nacional bajo el influjo de figuras como José Agustín Caballero, llamado por Martí "padre de los pobres y de nuestra filosofía", y el sacerdote Félix Varela, verdadero padre de la cultura cubana. La superficialidad o el anticlericalismo de algunos sectores en aquella época no son genuinamente representativos de lo que ha sido la verdadera idiosincrasia de este pueblo, que en su historia ha visto la fe católica como fuente de los ricos valores de la cubanía que, junto a las expresiones típicas, canciones populares, controversias campesinas y refranero popular, tiene una honda matriz cristiana, lo cual es hoy una riqueza y una realidad constitutiva de la Nación.

4. Hijo preclaro de esta tierra es el Padre Félix Varela y Morales, considerado por muchos como piedra fundacional de la nacionalidad cubana. El mismo es, en su persona, la mejor síntesis que podemos encontrar entre fe cristiana y cultura cubana. Sacerdote habanero ejemplar y patriota indiscutible, fue un pensador insigne que renovó en la Cuba del siglo XIX los métodos pedagógicos y los contenidos de la enseñanza filosófica, jurídica, científica y teológica. Maestro de generaciones de cubanos, enseñó que para asumir responsablemente la existencia lo primero que se debe aprender es el difícil arte de pensar correctamente y con cabeza propia. El fue el primero que habló de independencia en estas tierras. Habló también de democracia, considerándola como el proyecto político más armónico con la naturaleza humana, resaltando a la vez las exigencias que de ella se derivan.. Entre estas exigencias destacaba dos: que haya personas educadas para la libertad y la responsabilidad, con un proyecto ético forjado en su interior, que asuman lo mejor de la herencia de la civilización y los perennes valores trascendentes, para ser así capaces de emprender tareas decisivas al servicio de la comunidad; y, en segundo lugar, que las relaciones humanas. así como el estilo de convivencia social. favorezcan los debidos espacios donde cada persona pueda, con el necesario respeto y solidaridad, desempeñar el papel histórico que le corresponde para dinamizar el Estado de Derecho, garantía esencial de toda convivencia humana que quiera considerarse democrática.

El Padre Varela era consciente de que, en su tiempo, la independencia era un ideal todavía inalcanzable; por ello se dedicó a formar personas. hombres de conciencia, que no fueran soberbios con los débiles, ni débiles con los poderosos. Desde su exilio de Nueva York, hizo uso de los medios que tenía a su alcance: la correspondencia personal, la prensa y la que podríamos considerar su obra cimera, las Cartas a Elpidio sobre la impiedad, la superstición y el fanatismo en sus relaciones con la sociedad, verdadero monumento de enseñanza moral, que constituye su precioso legado a la juventud cubana. Durante los últimos treinta años de su vida, apartado de su cátedra habanera, continuó enseñando desde lejos, generando de ese modo una escuela de pensamiento, un estilo de convivencia social y una actitud hacia la patria que deben iluminar, también hoy, a todos los cubanos.

Toda la vida del Padre Varela estuvo inspirada en una profunda espiritualidad cristiana. Esta es su motivación más fuerte, la fuente de sus virtudes, la raíz de su compromiso con la Iglesia y con Cuba: buscar la gloria de Dios en todo. Eso lo llevó a creer en la fuerza de lo pequeño, en la eficacia de las semillas de la verdad, en la conveniencia de que los cambios se dieran con la debida gradualidad hacia las grandes y auténticas reformas. Cuando se encontraba al final de su camino, momentos antes de cerrar los ojos a la luz de este mundo y de abrirlos a la Luz inextinguible, cumplió aquella promesa que siempre había hecho: "Guiado por la antorcha de la fe, camino al sepulcro en cuyo borde espero, con la gracia divina, hacer, con el último suspiro, una protestación de mi firme creencia y un voto fervoroso por la prosperidad de mi patria" (Cartas a Elpidio, tomo I, carta 6, p. 182).

5. Esta es la herencia que el Padre Varela dejó. El bien de su patria sigue necesitando de la paz sin ocaso, que es Cristo. Cristo es la vía que guía al hombre a la plenitud de sus dimensiones, el camino que conduce hacia una sociedad más justa, más libre, más humana y más solidaria. El amor a Cristo y a Cuba, que iluminó la vida del Padre Varela, está en la raíz más honda de la cultura cubana. Recuerden la antorcha que aparece en el escudo de esta Casa de estudios: no es sólo memoria, sino también proyecto. Los propósitos y los orígenes de esta Universidad, su trayectoria y su herencia, marcan su vocación de ser madre de sabiduría y de libertad, inspiradora de fe y de justicia, crisol donde se funden ciencia y conciencia, maestra de universalidad y de cubanía.

La antorcha que, encendida por el Padre Varela, había de iluminar la historia del pueblo cubano, fue recogida, poco después de su muerte, por esa personalidad relevante de la nación que es José Martí: escritor y maestro en el sentido más pleno de la palabra, profundamente democrático e independentista, patriota, amigo leal aún de aquellos que no compartían su programa político. El fue, sobre todo, un hombre de luz, coherente con sus valores éticos y animado por una espiritualidad de raíz eminentemente cristiana. Es considerado como un continuador del pensamiento del Padre Varela, a quien llamó "el santo cubano".

6. En esta Universidad se conservan los restos del Padre Varela como uno de sus tesoros más preciosos. Por doquier, en Cuba, se ven también los monumentos que la veneración de los cubanos ha levantado a José Martí. Y estoy convencido de que este pueblo ha heredado las virtudes humanas, de matriz cristiana, de ambos hombres, pues todos los cubanos participan solidariamente de su impronta cultural. En Cuba se puede hablar de un diálogo cultural fecundo, que es garantía de un crecimiento más armónico y de un incremento de iniciativas y de creatividad de la sociedad civil. En este país, la mayor parte de los artífices de la cultura -católicos y no católicos, creyentes y no creyentes- son hombres de diálogo, capaces de proponer y de escuchar. Los animo a proseguir en sus esfuerzos por encontrar una síntesis con la que todos los cubanos puedan identificarse; a buscar el modo de consolidar una identidad cubana armónica que pueda integrar en su seno sus múltiples tradiciones nacionales. La cultura cubana, si está abierta a la Verdad, afianzará su identidad nacional y la hará crecer en humanidad.

La Iglesia y las instituciones culturales de la Nación deben encontrarse en el dialogo y cooperar así al desarrollo de la cultura cubana. Ambas tienen un camino y una finalidad común: servir al hombre, cultivar todas las dimensiones de su espíritu y fecundar desde dentro todas sus relaciones comunitarias y sociales. Las iniciativas que ya existen en este sentido deben encontrar apoyo y continuidad en una pastoral para la cultura, en diálogo permanente con personas e instituciones del ámbito intelectual.

Peregrino en una Nación como la suya, con la riqueza de una herencia mestiza y cristiana, confío que en el porvenir los cubanos alcancen una civilización de la justicia y de la solidaridad, de la libertad y de la verdad, una civilización del amor y de la paz que, como decía el Padre Varela, "sea la base del gran edificio de nuestra felicidad". Para ello me permito poner de nuevo en las manos de la juventud cubana aquel legado, siempre necesario y siempre actual, del Padre de la cultura cubana; aquella misión que el Padre Varela encomendó a sus discípulos: "Diles que ellos son la dulce esperanza de la patria y que no hay patria sin virtud, ni virtud con impiedad". 

 

MENSAJE DEL PAPA A LOS JOVENES CUBANOS

 

Queridos jóvenes cubanos:

1. "Jesús, fijando en él su mirada, lo amó" (Mc 10, 21). Así nos refiere el Evangelio el encuentro de Jesús con el joven rico. Así mira el Señor a cada hombre. Sus ojos, llenos de ternura, se fijan también hoy en el rostro de la juventud cubana. Y yo, en su nombre, los abrazo, reconociendo en Ustedes la esperanza viva de la Iglesia y de la Patria cubana.

Deseo transmitirles el saludo cordial y el afecto sincero de todos los jóvenes cristianos de los diferentes países y continentes que he tenido la ocasión de visitar ejerciendo el ministerio de Sucesor de Pedro. También ellos, como Ustedes, caminan hacia el futuro entre gozos y esperanzas, tristezas y angustias, como dice el Concilio Vaticano II.

He venido a Cuba, como mensajero de la verdad y la esperanza, para traerles la Buena Noticia, para anunciarles "el amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro " (Rm 8, 39). Sólo este amor puede iluminar la noche de la soledad humana; solo Él es capaz de confortar la esperanza de los hombres en la búsqueda de la felicidad.

Cristo nos ha dicho que "nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando... A Ustedes les he llamado amigos" (Jn 15, 13-15). Él les ofrece su amistad. Dio su vida para que los que deseen responder a su llamado sean, en efecto, sus amigos. Se trata de una amistad profunda, sincera, leal, radical, como debe ser la verdadera amistad. Esta es la forma propia de relacionarse con los jóvenes, ya que sin amistad la juventud se empobrece y debilita. La amistad se cultiva con el propio sacrificio para servir y amar de verdad a los amigos. Así pues, sin sacrificio no hay amistad sincera, juventud sana, país con futuro. religión auténtica.

Por eso, ¡escuchen la voz de Cristo! En su vida esta pasando Cristo y les dice: "Síganme". No se cierren a su amor. No pasen de largo. Acojan su palabra. Cada uno ha recibido de Él un llamado. Él conoce el nombre de cada uno. Déjense guiar por Cristo en la búsqueda de lo que les puede ayudar a realizarse plenamente. Abran las puertas de su corazón y de su existencia a Jesús, "el verdadero héroe, humilde y sabio, el profeta de la verdad y del amor, el compañero y el amigo de la juventud" (Mensaje del Concilio Vaticano II a los jóvenes).

2. Conozco bien los valores de los jóvenes cubanos, sinceros en sus relaciones, auténticos en sus proyectos, hospitalarios con todos y amantes de la libertad. Se que, como hijos de la exuberante tierra caribeña, sobresalen por su capacidad artística y creativa; por su espíritu alegre y emprendedor, dispuestos siempre a acometer grandes y nobles empresas para la prosperidad del País; por la sana pasión que ponen en las cosas que les interesan y la facilidad para superar las contrariedades y limitaciones. Estos valores afloran con mayor nitidez cuando encuentran espacios de libertad y motivaciones profundas. He podido, además, comprobar y admirar con emoción la fidelidad de muchos de Ustedes a la fe recibida de los mayores, tantas veces transmitida en el regazo de las madres y abuelas durante estas ultimas décadas en las que la voz de la Iglesia parecía sofocada.

Sin embargo, la sombra de la escalofriante crisis actual de valores que sacude al mundo amenaza también a la juventud de esta luminosa Isla. Se extiende una perniciosa crisis de identidad, que lleva a los jóvenes a vivir sin sentido, sin rumbo ni proyecto de futuro, asfixiados por lo inmediato. Surge el relativismo, la indiferencia religiosa y la falta de dimensión moral, mientras se tiene la tentación de rendirse a los ídolos de la sociedad de consumo fascinados por su brillo fugaz. Incluso todo lo que viene de fuera del País parece deslumbrar.

Frente a ello, las estructuras públicas para la educación, la creación artística, literaria y humanística, y la investigación científica y tecnológica, así como la proliferación de escuelas y maestros, han tratado de contribuir a despertar una notable preocupación por buscar la verdad, por defender la belleza y por salvar la bondad; pero han suscitado también las preguntas de muchos de Ustedes: ¿Por qué la abundancia de medios e instituciones no llega a corresponder plenamente con el fin deseado?

La respuesta no hay que buscarla solamente en las estructuras, en los medios e instituciones, en el sistema político o en los embargos económicos, que son siempre condenables por lesionar a los más necesitados. Estas causas son solo parte de la respuesta, pero no tocan el fondo del problema.

3. Que puedo decirles yo a Ustedes, jóvenes cubanos, que viven en condiciones materiales con frecuencia difíciles, en ocasiones frustrados en sus propios y legítimos proyectos y, por ello, a veces privados incluso de algún modo de la misma esperanza? Guiados por el Espíritu, combatan con la fuerza de Cristo Resucitado para no caer en la tentación de las diversas formas de fuga del mundo y de la sociedad; para no sucumbir ante la ausencia de ilusión, que conduce a la autodestrucción de la propia personalidad mediante el alcoholismo, la droga, los abusos sexuales y la prostitución, la búsqueda continua de nuevas sensaciones y el refugio en sectas, cultos espiritualistas alienantes o grupos totalmente extraños a la cultura y a la tradición de su Patria.

"Velen, manténganse firmes en la fe, sean fuertes. Hagan todo con amor" (I Cor 16, 13-14). Pero, ¿qué significa ser fuertes? Quiere decir vencer el mal en sus múltiples formas. El peor de los males es el pecado, que causa innumerables sufrimientos y puede estar también dentro de nosotros, influyendo de manera negativa en nuestro comportamiento. Por tanto, si es justo empeñarse en la lucha contra el mal en sus manifestaciones públicas y sociales, para los creyentes es un deber procurar derrotar en primer lugar el pecado, raíz de toda forma de mal que puede anidar en el corazón humano, resistiendo con la ayuda de Dios a sus seducciones.

Tengan la seguridad de que Dios no limita su juventud ni quiere para los jóvenes una vida desprovista de alegría. ¡Todo lo contrario! Su poder es un dinamismo que lleva al desarrollo de toda la persona: al desarrollo del cuerpo, de la mente, de la afectividad; al crecimiento de la fe; a la expansión del amor efectivo hacia Ustedes mismos, hacia el prójimo y hacia las realidades terrenas y espirituales. Si saben abrirse a la iniciativa divina, experimentarán en Ustedes la fuerza del "Gran Viviente, Cristo, eternamente joven" (Mensaje del Concilio Vaticano II a los jóvenes).

Jesús desea que tengan vida, y la tengan en abundancia (cf. Jn 10, 10). La vida que se nos revela en Dios, aunque pueda parecer a veces difícil, orienta y da sentido al desarrollo del hombre. Las tradiciones de la Iglesia, la práctica de los sacramentos y el recurso constante a la oración no son obligaciones y ritos que hay que cumplir, sino más bien manantiales inagotables de gracia que alimentan la juventud y la hacen fecunda para el desarrollo de la virtud, la audacia apostólica y la verdadera esperanza.

4. La virtud es la fuerza interior que impulse a sacrificarse por amor al bien y que permite a la persona no sólo realizar actos buenos, sino también dar lo mejor de si misma. Con jóvenes virtuosos un País se trace grande. Por eso, y porque el futuro de Cuba depende de Ustedes,de cómo formen su carácter, de como vivan su voluntad de compromiso en la transformación de la realidad, les digo: ¡Afronten con fortaleza y templanza, con justicia y prudencia los grandes desafíos del momento presente; vuelvan a las raíces cubanas y cristianas, y hagan cuanto este en sus manos para construir un futuro cada vez más digno y más libre! No olviden que la responsabilidad forma parte de la libertad. Más aún, la persona se define principalmente por su responsabilidad hacia los demás y ante la historia (cf. Const. past. Gaudium et spes, 55).

Nadie debe eludir el reto de la época en la que le ha tocado vivir. Ocupen el lugar que les corresponde en la gran familia de los pueblos de este continente y de todo el mundo, no como los últimos que piden ser aceptados, sino como quienes con pleno derecho llevan consigo una tradición rica y grande, cuyos orígenes están en el cristianismo.

Les quiero hablar también de compromiso. El compromiso es la respuesta valiente de quienes no quieren malgastar su vida sino que desean ser protagonistas de la historia personal y social. Los invito a asumir un compromiso concreto, aunque sea humilde y sencillo, pero que emprendido con perseverancia se convierta en una gran prueba de amor y en el camino seguro pare la propia santificación. Asuman un compromiso responsable en el seno de sus familias, en la vida de sus comunidades, en el entramado de la sociedad civil y también, a su tiempo, en las estructuras de decisión de la Nación.

No hay verdadero compromiso con la Patria sin el cumplimiento de los propios deberes y obligaciones en la familia, en la universidad, en la fábrica o en el campo, en el mundo de la cultura y el deporte, en los diversos ambientes donde la Nación se trace realidad y la sociedad civil entreteje la progresiva creatividad de la persona humana. No puede haber compromiso con la fe sin una presencia activa y audaz en todos los ambientes de la sociedad en los que Cristo y la Iglesia se encarnan. Los cristianos deben pasar de la sola presencia a la animación de esos ambientes, desde dentro, con la fuerza renovadora del Espíritu Santo.

El mejor legado que se puede hacer a las generaciones futuras es la transmisión de los valores superiores del espíritu. No se trata sólo de salvar algunos de ellos, sino de favorecer una educación ética y cívica que ayude a asumir nuevos valores, a reconstruir el propio carácter y el alma social sobre la base de una educación para la libertad, la justicia social y la responsabilidad. En este camino, la Iglesia, que es "experta en humanidad", se ofrece pare acompañar a los jóvenes, ayudándolos a elegir con libertad y madurez el rumbo de su propia vida y ofreciéndoles los auxilios necesarios pare abrir el corazón y el alma a la trascendencia. La apertura al misterio de lo sobrenatural les hará descubrir la bondad infinita, la belleza incomparable, la verdad suprema; en definitiva, la imagen que Dios ha querido grabar en cada hombre.

5. Me detengo ahora en un asunto vital para el futuro. La Iglesia en su Nación tiene la voluntad de estar al servicio no sólo de los católicos sino de todos los cubanos. Para poder servir mejor tiene necesidad urgente de sacerdotes salidos de entre los hijos de este pueblo que sigan las huellas de los Apóstoles, anunciando el Evangelio y haciendo a sus hermanos partícipes de los frutos de la redención; tiene también necesidad de hombres y mujeres que, consagrando sus propias vidas a Cristo, se dediquen generosamente al servicio de la caridad; tiene necesidad de almas contemplativas que imploren la gracia y misericordia de Dios para su pueblo. Es responsabilidad de todos acoger cada día la invitación persuasiva, dulce y exigente de Jesús, que nos pide rogar al dueño de la mies que envíe obreros a su mies (cf. Mt 9, 38). Es responsabilidad de los llamados responder con libertad y en espíritu de profunda oblación personal a la voz humilde y penetrante de Cristo que dice, hoy como ayer y como siempre: ¡ven y sígueme!

Jóvenes cubanos, Jesús, al encarnarse en el hogar de María y José, manifiesta y consagra la familia como santuario de la vida v célula fundamental de la sociedad. La santifica con el sacramento del matrimonio y la constituye "centro y corazón de la civilización del amor" (Carta a las familias Gratissimam sane, 13). La mayor parte de Ustedes están llamados a formar una familia. ¡Cuántas situaciones de malestar personal y social tienen su origen en las dificultades, las crisis y los fracasos de la familia! Prepárense bien para ser en el futuro los constructores de hogares sanos y apacibles, en los que se viva el clima tonificador de la concordia, mediante el dialogo abierto y la comprensión reciproca. El divorcio nunca es una solución, sino un fracaso que se ha de evitar. Fomenten, por tanto, todo lo que favorezca la santidad, la unidad y la estabilidad de la familia, fundada sobre el matrimonio indisoluble y abierta con generosidad al don precioso de la vida.

"El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no es jactancioso, no se engríe; no busca su interés; no se irrita. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta" (I Con 13,4-7). El amor verdadero, al que el apóstol Pablo dedicó un himno en la primera Carta a los Corintios, es exigente. Su belleza esta precisamente en su exigencia. Sólo quién, en nombre del amor, sabe ser exigente consigo mismo, puede exigir amor a los demás. Es preciso que los jóvenes de hoy descubran este amor, porque en el está el fundamento verdaderamente sólido de la familia. Rechacen con firmeza cualquiera de sus sucedáneos, como el llamado "amor libre". ¡Cuántas familias se han destruido por su causa! No olviden que seguir ciegamente el impulso afectivo significa, muchas veces, ser esclavo de las propias pasiones.

6. Déjenme que les hable también de María, la joven que realizó en sí misma la adhesión más completa a la voluntad de Dios y que, precisamente por eso, se ha convertido en modelo de la máxima perfección cristiana. Tuvo confianza en Dios: ''¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!" (Lc 1, 45). Robustecida por la palabra recibida de Dios y conservada en su corazón (cf. Lc 2, 9), venció el egoísmo, derrotó el mal. El amor la preparó para el servicio humilde y concreto hacia el prójimo. A Ella se dirige también hoy la Iglesia, y la invoca incesantemente como ayuda y modelo de caridad generosa. A Ella dirige su mirada la juventud de Cuba para encontrar un ejemplo de defensa y promoción de la vida, de ternura, de fortaleza en el dolor, de pureza en el vivir y de alegría sana. Confíen a María sus corazones, queridos muchachos y muchachas, Ustedes que son el presente y el futuro de estas comunidades cristianas, tan probadas a lo largo de los años. No se separen nunca de María y caminen junto a ella. Así serán santos, porque reflejándose en Ella y confortados por su auxilio, acogerán la palabra de la promesa, la custodiarán celosamente en su interior y serán los heraldos de una nueva evangelización para una sociedad también nueva, la Cuba de la reconciliación y del amor.

Queridos jóvenes, la Iglesia confía en Ustedes y cuenta con Ustedes. A la luz de la vida de los santos y de otros testigos del Evangelio, y guiados por la atención pastoral de sus Obispos, ayúdense los unos a los otros a fortalecer su fe y a ser los apóstoles del Año 2000, haciendo presente al mundo que Cristo nos invita a ser alegres y que la verdadera felicidad consiste en darse por amor a los hermanos. Que el Señor siga derramando abundantes dones de paz y entusiasmo sobre todos los jóvenes hijos e hijas de la amada Nación cubana. Esto es lo que el Papa les desea con viva esperanza. Los bendigo de corazón.

Camagüey, 23 de enero de 1998.

Joannes Paulus II

 

HOMILÍA DE LA MISA DEL PAPA JUAN PABLO II DEDICADA A LOS JÓVENES CUBANOS EN CAMAGÜEY

(Versión magnetofónica)

Saludo inicial

Queridos hermanos y hermanas, jóvenes cubanos reunidos en esta ciudad de Camagüey, les deseo en el Señor Jesucristo la paz, el gozo y la esperanza, el Señor Jesús cuyo nombre celebramos e invocamos en esta Eucaristía, es el único Salvador del mundo, el Maestro de la verdad, el Mesías verdadero, esperanza de todas la naciones, el modelo de una humanidad renovada. Él espera de todos los jóvenes una lección de fe y de amor a su persona, a su Evangelio, a su Iglesia, para que esta celebración sea sincera, acerquémonos a Él como fieles discípulos, invocando su nombre y pidiendo el perdón de nuestros pecados.

Homilía

"No te dejes vencer por el mal, vence el mal a fuerza de bien".

Los jóvenes cubanos se reúnen hoy con el Papa para celebrar su fe y escuchar la palabra de Dios. Él es el camino, para salir de las sombras del mal y de las tinieblas y de vestirse con las armas de la luz para obrar el bien. Con este motivo me complace tener este encuentro con todos ustedes en esta gran plaza donde en el altar se rememora el sacrificio de Jesucristo, este lugar que lleva el nombre de Ignacio Agramonte, nos recuerda a un héroe querido por todos, el cual movido por su fe cristiana encarnó los valores que alumbran a los hombres y mujeres de bien.

Quiero saludar ante todo con afecto a Mons. Adolfo Rodríguez Herrera, pastor de esta Iglesia en Camagüey; a su Obispo Auxiliar, Mons. Juan García Rodríguez, así como a los demás cardenales, obispos y sacerdotes presentes que con su labor pastoral animan y conducen a los jóvenes cubanos hacia Cristo, el redentor, el amigo que nunca falla. El encuentro con Él mueve a la conversión y a la alegría singular que hace clamar como a los discípulos después de la resurrección: "Hemos visto al Señor".

Saludo asimismo a las autoridades civiles que han querido asistir a esta Santa Misa y les agradezco la cooperación a este acto, cuyos invitados principales son los jóvenes. De corazón me dirijo a ustedes, queridos jóvenes cubanos, esperanza de la Iglesia y de la patria, presentándoles a Cristo para que le conozcan y le sigan con total decisión. Él les da la vida, les enseña el camino, los introduce en la verdad, ayudándolos a marchar juntos y solidarios, en felicidad y paz, como miembros vivos de su Cuerpo Místico que es la Iglesia.

"¿Cómo podrá el joven llevar una vida limpia viviendo de acuerdo con su Palabra?" El Salmo nos da la respuesta a la interrogante que todo joven se ha de plantear si desea llevar una existencia digna y decorosa propia de su condición. Para ello el único camino es Jesús. Los talentos que ha recibido del Señor que llevan a la entrega del amor auténtico y a la generosidad fructifican cuando se vive no sólo de lo material y caduco sino cuando se vive "de toda palabra que sale de la boca de Dios". Por eso, queridos jóvenes, los animo a sentir el amor de Cristo siendo conscientes de lo que Él ha hecho por ustedes, por la humanidad entera, por los hombres y mujeres de todos los tiempos. Sintiéndonos amados por Él, ustedes podrán amar de verdad.

¿Qué es llevar una vida íntima? Es vivir la propia existencia según las normas morales del Evangelio propuestas por la Iglesia. Actualmente, por desgracia, para muchos es fácil caer en un relativismo moral y en la falta de identidad que sufren tantos jóvenes. Jóvenes víctimas de esquemas culturales vacíos de sentido y de algún tipo de ideología que no ofrece normas morales altas y precisas. Ese relativismo moral que lleva egoísmo, división, marginación, discriminación, miedo, desconfianza hacia los otros.

Más aún cuando un joven vive a su forma, se deja seducir por el materialismo desenfrenado, pierde las propias raíces y agrede a la nación. Por eso el vacío que producen estos comportamientos explican muchos males que rondan a la juventud. El alcoholismo, la sexualidad mal vivida, la prostitución que se esconde bajo diversas relaciones cuyas causas no son siempre sólo personales, las motivaciones fundadas en el gusto, por las actitudes egoístas, el oportunismo, la falta de un proyecto serio de vida que no da lugar para el matrimonio estable. Además rechaza toda autoridad legítima, flagelo de la evasión, huyendo del compromiso de la responsabilidad para refugiarse en un mundo falso cuya base es la alienación y el desarraigo.

Ante esta situación el joven cristiano que anhela llevar una vida limpia firme en su fe sabe que está llamado y elegido por Cristo para vivir en auténtica libertad de los hijos de Dios que incluye no pocos desafíos. Por eso acogiendo la gracia que reciben de los sacramentos, saben que han de dar testimonio de Cristo con su esfuerzo constante por llevar una vida recta y fiel a Él.

La fe y el obrar moral están unidos. En efecto, el don recibido nos conduce a una conversión permanente para imitar a Cristo y recibir las promesas divinas. Los cristianos por respetar los valores fundamentales que configuran una vida limpia llegan a veces a sufrir incluso de modo heroico, sufrir marginación, persecución, debido a que esa opción moral es opuesta a los comportamientos del mundo. Este testimonio de la cruz de Cristo en la vida cotidiana es también una semilla segura y profunda de los cristianos, una vida plenamente humana y comprometida con Cristo tiene su precio de generosidad y entrega.

Queridos jóvenes el testimonio cristiano, la vida digna a los ojos de Dios tiene ese precio. Si no están dispuestos a pagarlo vendrá el vacío existencial y la falta de un proyecto de vida digno y responsablemente asumido con todas sus consecuencias. La Iglesia tiene el deber de dar una formación moral cívica y religiosa que ayuda a los jóvenes cubanos a crecer en los valores humanos y cristianos sin miedo y con la perseverancia de una obra educativa que necesita tiempo, los medios y las instituciones que son propias de esa siembra de virtud y espiritualidad para bien de la Iglesia y de la nación.

"Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?" En el Evangelio que hemos escuchado un joven pregunta a Jesús qué debe hacer y el Maestro, lleno de amor, le responde como tiene que ser, este joven presume de haber cumplido las normas y Jesús le responde que lo necesario es dejarlo todo y seguirlo. Esto da radicalidad y autenticidad a los valores y permite al joven realizarse como persona y como cristiano. La clave de esta realización está en la fidelidad expuesta por San Pablo en la primera lectura como una característica de nuestra identidad cristiana.

Queridos jóvenes, sean creyentes o no, acojan el llamado a ser virtuosos, ello quiere decir que sean fuertes por dentro, grandes de alma, ricos en los mejores sentimientos, valientes en la verdad, audaces en la libertad, constantes en la responsabilidad, generosos en el amor, invencibles en la esperanza. La felicidad se alcanza desde el sacrificio, no busquen afuera lo que pueden encontrar adentro, no esperen de los otros lo que ustedes son capaces y están llamados a ser y a hacer, no dejen para mañana el construir una sociedad nueva donde los sueños más nobles nos ilustren y donde ustedes puedan ser los protagonistas de la historia.

Recuerden que la persona humana y el respeto por la misma son el camino de un mundo nuevo, el mundo y el hombre se asfixian si no salen a Jesucristo, háblenle del corazón y emprendan así una vida nueva que sea conforme a Dios y responda a las legítimas aspiraciones que ustedes tienen de verdad, de bondad. Que Cuba eduque a sus jóvenes en la virtud y la libertad para que pueda tener un futuro de auténtico desarrollo humano integral en un ambiente de paz duradera.

Queridos jóvenes católicos, éste es todo un programa de vida personal y social, cuidando la caridad, la humildad, el sacrificio, teniendo como razón última servir al Señor. Les deseo la alegría de poderlo realizar, los esfuerzos que ya se hacen en la pastoral juvenil deben encaminarse hacia la realización de este programa de vida. Para ayudarlos les dejo también un mensaje escrito con la esperanza de que llegue a todos los jóvenes cubanos que son el futuro de la Iglesia y de la patria. Un futuro que comienza ya en el presente y que será gozoso si está basado en el desarrollo integral de cada uno, lo cual no puede alcanzarse sin Cristo, al margen de Cristo, o mucho menos en contra de Cristo.

(Aplausos)

¡Son cubanos y parecen mexicanos! ¡O son mexicanos y parecen cubanos! ¡Son guadalupanos! ¡Con la "Madonna del Cobre", son guadalupanos!

Por eso, como dije al inicio de mi Pontificado, y he querido repetir al llegar a Cuba: "No tengan miedo a abrir sus corazones a Cristo". Les dejo con gran afecto esta nueva exhortación pidiéndoles que con valentía y coraje apostólico lo transmitan a los demás jóvenes cubanos. Que Dios todopoderoso y la Santísima Virgen de la Caridad del Cobre les ayude a responder generosamente a este llamado.

Cristo guarda, Cristo sabe qué cosas se encuentran en cada uno de nosotros. Sabe! Él nos ama, sea alabado Jesucristo.

 

"JUAN PABLO HERMANO QUIERE A LOS CUBANOS"

Con estas palabras, pronunciadas espontáneamente al finalizar la eucaristía que hoy dedicó a los jóvenes en Camagüey, el Santo Padre respondió al cariño y la efervescencia de casi 200 mil cubanos reunidos en la Plaza Ignacio Agramonte.

Los asistentes a la eucaristía, que llegaron desde las 6 de la mañana para lograr las mejores ubicaciones, no sólo confirmaron que Camagüey es la región más católica de Cuba sino que iniciaron la que para muchos ha sido la fiesta más grande vista en la Isla.

A las 10 horas con 15 minutos el Papa llegó hasta la Plaza Ignacio Agramonte y fue saludado por gente que corría, vivas, aplausos y miles de banderitas vaticanas y cubanas que flamearon desde ese momento hasta el término de la eucaristía.

Tras el saludo del Obispo Adolfo Rodríguez, un muchacho dirigió en nombre de la juventud cubana un emotivo mensaje de bienvenida al Pontífice en el que le agradeció por su visita "tanto tiempo esperada".

"Los jóvenes cubanos, con nuestras limitaciones y problemas, con las puertas de nuestros corazones abiertas para dejar entrar a Cristo que hoy se comunica a través de su Vicaría, crea que desde hoy seremos mejores, tendremos más fe, viviremos con una nueva esperanza, gracias por estar con nosotros", concluyó.

Luego de sus palabras el lo abrazó y continuó la celebración en el altar color rosa diseñado por la artista cubana Maidenina Pires, que contrastaba con los grises dominantes de la ciudad.

Antes de iniciar su homilía, un grupo de jóvenes se acercó al Papa para besar las Escrituras mientras el coro integrado pro más de cien voces y uniformados con jeans, poncho blanco, pañuelo amarillo y gorra, entonaban el Aleluya en ritmo tropical.

"El Papa se queda en Camagüey", fue el lema más voceado, y junto a los aplausos interrumpió en varios momentos la homilía del Pontífice, quien al término de la misma improvisó un saludo para responder las muestras de cariño.

Antes de iniciar la liturgia de la eucaristía, el Papa improvisó una explicación. "Ahora se inaugura el sacrificio de Cristo, Cristo está presente, el mismo Cristo que una vez miró a un joven y lo amó es el que deben seguir vosotros. Hoy Cristo está presente y mira cómo le aman", dijo.

Al finalizar la eucaristía el Pontífice respondió a las numerosas muestras de cariño afirmando "Juan Pablo Hermano quiere a los cubanos" y les agradeció "por estar aquí a pesar del fuerte sol".

Parafraseando otro de los lemas el Pontífice afirmó "se ve, se siente que el sol está presente, pero el sol de la vida, y así nos recuerda a Jesucristo, que da la vida verdadera y la da en abundancia".

"Los jóvenes han traído su alegría, su dinamismo, acercándose al altar del Señor han ido trayendo la juventud. Al marcharse para ir a encontrar a otros hermanos, agradecidos les quiero repetir que Cristo mira a cada uno, le mira y le ama, por eso no tengan miedo de abrirle las puertas de su corazón, que éste sea el programa de la juventud cubana", dijo.

 

OBISPO PIDE BENDICIÓN DE RECONCILIACIÓN

Con un sencillo discurso el Obispo de Camagüey, Mons. Adolfo Rodríguez, dio la bienvenida al Papa a la diócesis más católica de Cuba y le pidió un bendición que permita a los cubanos vivir en la reconciliación y paz.

Antes de iniciar la celebración eucarística que el Santo Padre dedicó a los jóvenes en la Plaza Ignacio Agramonte de Camagüey, Mons. Rodríguez dirigió un breve y emotivo discurso en el que agradeció al Santo Padre por su visita en nombre "de todos los camagüeyanos, de los que están aquí y los que no, pero que están el recuerdo y en el corazón, de los que no han podido venir pero están presentes" y pidió que bendiga "a todos con una gran bendición que estreche a todos los cubanos en un mismo abrazo de fraternidad, reconciliación y paz, hoy y para siempre".

"Este noble pueblo cubano merece, Santo Padre, esta visita y nunca va a olvidar en la memoria de la cabeza ni en la memoria del corazón la estela que deja esta histórica visita, la inspiración que su persona y su misión dejan, el ejemplo de su vida tan fuertemente marcada por la cruz pero iluminada por la fe", señaló.

Además explicó que "el amor hace grandes cosas o no es amor y sólo el amor y un amor muy grande ha obrado esta maravilla que nunca dejaremos de agradecer. Esta visita es muy significativa para nosotros en este año del centenario de nuestra guerra de independencia porque necesitamos clarificar cada vez más plenamente nuestra identidad nacional volviendo a las raíces y además coincide a las puertas del tercer milenio que queremos recorrer de la mano de Cristo cargando una esperanza y dando una respuesta a los retos pastorales, caminando por la paz y la concordia".

Antes de finalizar sus palabras, el Obispo hizo especial referencia a los cientos de laicos de Camagüey que "en sus horas no laborables, o no escolares sacando tiempo no se sabe de donde, han visitado a pie decenas de casas y familias de puerta en puerta anunciado a Jesucristo e invitando a esta Eucaristía sin que ninguna casa haya cerrado sus puertas al mensaje que llevaban".

"En Cuba hemos tenido varias etapas de evangelización, una primera que realizaron los religiosos de España, una segunda que realizaron los ministros de otras confesiones cristianas procedentes de Estados Unidos, y ahora han sido los laicos cubanos los que han evangelizado a los cubanos y esto lo debemos Santo Padre a la expectante espera de esta su visita", precisó.