Discurso del Papa Juan Pablo II en su encuentro con los Obispos y con los invitados del Congreso Teológico-Pastoral
Venerables hermanos del Episcopado, queridos participantes de este Congreso:
1.Es grande la alegría que siento por encontrarme con las familias que participarán, en representación de varias naciones, en este Congreso Teológico pastoral realizado en vistas al Segundo Encuetro de las Familias. Os saludo, venerables hermanos del Episcopado do Brasil, de América latina y de todo el mundo, y saludo igualmente a todas las familias presentes y todas cuantas en ellas están representadas. Al invocar al Todopoderoso abundantes gracias de sabiduría y de fortaleza que sirvan de estímulo para reafirmar con fe el lema: "Familia: Don y compromiso, esperanza de la humanidad", me gustaría reflexionar con ustedes algunas pistas y exigencias del trabajo apostólico y pastoral con las familias que tienen frente a ustedes.
2. El hombre es el camino de la Iglesia. Y la familia es la expresión primeordial de este camino. Como escribía en la Carta a las Familias "el misterio de la Encarnación del Verbo está ( ) en estrecha relación con con la familia humana". No sólo con la de Nazaret, sino de cierta forma con cada familia, análogamente a cuanto afirma el Concilio Vaticano II del Hijo de Dios que, en la Encarnación, "se unió de cierto modo con cada hombre" (GS, 22). Siguiendo a Cristo que "vino" al mundo "para servir" (Mt 20, 28),la Iglesia considera el servicio a la familia como una de sus obligaciones esenciales. En este sentido, tanto el hombre como la familias "constituyen "el camino de la Iglesia" (Gratissimam sane, 2).
El Evangelio ilumina, por tanto, la dignidad del hombre, y redime todo lo que puede empobrecer la visión del hombre y de su verdad. Es en Cristo donde el hombre percibe su llamado como imagen del hijo de Dios; es en Él donde se manifiesta en todo su esplendor, el proyecto original de Dios Padre sobre el hombre, es en Cristo donde tal proyecto alcanzará su plena realización. Es en Cristo, igualmente, donde esa primera y privilegiada expresión de la sociedad humanaque es la familia, encuentra la luz y la plena capacidad de realización conforme al plan amoroso del Padre.
"Si es cierto que Cristo revela plenamente el hombre a sí mismo", lo hace a partir de la familia donde Él escogió nacer y crecer" (Gratissimam sane, 2). Cristo, lumen gentium, luz de los pueblos, ilumina los caminos de los hombres. En Él queda iluminada, sobre todo, la íntima comunión de vida y de amor con los esposos, que es la encrucijada necesaria en la vida de los hombres y de los pueblos, en que Dios siempre viene a su encuentro.
Éste es el sentido sagrado del matrimonio, de algún modo presente en todas las culturas, aparte de las sombras debidas al pecado original, y que adquiere una altura y un valor eminentes con la revelación: "Así como antiguamente Dios de una alianza de amor y fidelidad con su pueblo, así ahora el Salvador de los hombres y Esposo de la Iglesia viene al encuentro de los esposos cristianos a través del sacramento del matrimonio. Además de eso, permanece con ellos, para que así como Él amó a la Iglesia y se entregó por ella, así los esposos, con su mutua entrega, se amen en perpetua fidelidad" (GS, 48)
3.La familia no es para el hombre una estructura accesoria y extrínseca, que impide su desarrollo y su dinámica interior. "El hombre, por su propia naturalez, es un ser social , que no puede vivir ni desarrollar sus cualidades sin entrar en relación con los otros" (GS, 12). La familia, lejos de ser un obstáculo para el desarrollo y el crecimiento de la persona, es el ámbito privilegiado para hacer crecer todas las potencialidades personales y sociales que el hombre lleva inscritas en su ser.
La familia, fundamentada y vivificada por el amor, es el lugar propio donde cada persona está llamasa a experimentar, hacer propio y participar de aquel amor sin el cual el hombre no puede vivir , y toda su vida queda despojada de sentido (cf. Redemptor hominis, 10; Familiaris consortio, 18).
Las tinieblas que afectan, hoy en día, la misma concepción del hombre atacan primera y directamente la realidad y las expresiones que le son connaturales. Persona y familia corren paralelas en la estima y en el reconocimiento de la propia dignidad, como también en la propia dignidad, como también en los ataques e intentos de descomposición. La grandeza y la sabiduría de Dios se manifiestan en sus obras. Hoy en día, por eso, parece que los enemigos de Dios, más que atacar frontalmente al autor de la creación, prefieren confrontarlo en sus obras. Y el hombre es la cumbre, el auge de todas las creaturas visibles. Gloria enim Dei vivens homo, XXX autem hominis visio Dei" (S. Ireneo, Adv. Haer. 4, 20, 7)
Entre las verdades oscurecidas al corazón del hombre, por causa de la creciente secularización y del hedonismo reinantes, quedan especialmente afectadas todas aqullas relacionadas con la familia. En torno a la familia y a la vida se traba hoy en el combate fundamental de la dignidad del hombre. En primer lugar, la comunión conyugal no es reconocida ni respetada la fidelidad conyugal y el respeto por la vida, en todas las fases de su existencia, están subvertidos por una cultura que no admitela trascendencia del hombre creado a imagen y semejanza de Dios. Cuando las fuerzas disgregadoras del mal consiguen separar el matrimonio de su misión respecto a la vida humana, atentan contra la humanidad, robándole una de las garantías esenciales del propio futuro.
4. El Papa ha querido venir hasta Río de Janeiro para saludaros de brazos abiertos, a semejanza del Cristo Redentor, que domina esta ciudad maravillosa desde lo alto del Corcovado. Y vino para confirmaros en la fe, para sustentar vuestro esfuerzo en testimoniar los valores evangélicos. Por eso, frente a los problemas centrales de la persona y de su vocación, la actividad pastoral de la Iglesia no puede responder con una acción sectorial de su apostolado. Es necesario emprender una acción pastoral en las cuales las verdades centrales de la fe irradien su fuerza evangelizadora en los evangelizadores en los diversos sectores de la existencia, especialmente sobre los temas de la familia. Se trata de una tarea prioritaria fundada en la "certeza de que la evangelización, en el futuro, depende en gran parte de de la Iglesia doméstica" (Familiaris consortio, 65). Es preciso despertar un frente comú, inspirada y apoyada en las verdades fundamentales de la Revelación, que tenga como interlocutor la persona, y como agente la familia.
Por eso, los Pastores son conscientes cada vez más de que la Pastoral Familiar exige agentes con una esmerada preparación y, a su vez, estructuras ágiles y adecuadas en las Conferencias Episcopales y en las diócesis, que sirvan de centros dinámicos de evangelización, de diálogo y de acciones organizadas en conjunto, con proyectos bien elaborados y planes pastorales.
Al mismo tiempo, quiero animar todo esfuerzo dirigido a promover adecuadas estructuras organizativas, tanto en el ámbito nacional como en el internacional, que asuman la tarea entablar un diálogo constructivo con las instancias políticas, de las cuales depende en buena medida la suerte de la familiay de su misión al servicio de la vida. Encontrar los caminos oportunos oportunos para continuar proponiendo eficazmente al mundo los valores básicos del plan de Dios, significa comprometerse para salvaguardar el futuro de la humanidad.
5.Además de iluminar y reforzar la presencia de la Iglesia como levadura, luz y sal de la tierra para que no se descomponga la vida de los hombres, es necesario dar prioridad a programas de pastoral que promuevan la formación de hogares plenamente cristianos, y acrecienten en los esposos la generosidad de encarnar en sus propias vidas las verdades que propone para la familia cristiana.
La concepción cristiana del matrimonio y de la familia no modifica la realidad creatural, sino que eleva aquello componentes esenciales de la sociedad conyugal: comunión de los esposos que generan nuevas vidas, las educan e integran en la sociedad, y comunión de las personas como vínculo firme entre los miembros de la familia.
6.Hoy al venir a este Centro de Congresos -el Riocentro-, invoco sobre ustedes, Cardenales, Arzobispos, Obispos representantes de las distintas Conferencias Episcopales del mundo entero y sobre los delegados del Congreso Teológico Pastoral y sus familias, a la luz y calor del Espíritu Santo. A él se vuelve la Iglesia para que infunda sobre todos su presencia santificadora, y renueve en la Esposa de Cristo "el ardor misionero para que todos lleguen a conocer a Cristo, verdadero Hijo de Dios y verdadero Hijo de Hombre" (cf. Oración para el Primer Año de preparación al Jubileo del año 2000). Mañana celebraremos en el Estadio maracaná el Acto Testimonial, con todos ustedes que han traído quí la inmensa riqueza, las preocupaciones y las esperanzas de vuestras Iglesias y pueblos, y que servirá de moldura para la Eucaristía, en el Campo de Flamengo, en el cual viviremos, a la luz de la fe, el misterio del Pan vivo, descendido de los cielos, el maná de las familias que peregrinan en dirección a Dios!
Hago votos de que, por la mediación de la Santísima Virgen María, los frutos de este nuestro encuentro puedan encontrar corazones bien dispuestos para acoger, con renovado ardor misionero, las luces del Altísimo, orientado a una nueva evangelización de la familia y de toda la sociedad humana. Que el Espíritu del Padre y del Hijo, que es también el Espíritu de Amor, nos conceda a todos la bendición y la gracia que deseo transmitir a los hijos e hijas de la Iglesia y de toda la familia humana.
Río, 3 de octubre de 1997
Centro de Congresos Riocentro