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Libertad

Queridos jóvenes:

La gracia y la paz de Nuestro Señor Jesucristo esté con todos vosotros siempre.

Me siento feliz de recibiros hoy en el Vaticano que ha sido la meta de vuestra marcha. Habéis venido libremente a demostrar vuestro amor a Cristo y a su Iglesia, y reunirnos en su nombre.

La libertad es un gran don que habéis recibido de Dios. Quiere decir que tenéis el poder de decir sí a Cristo. Pero vuestro sí no significaría nada si no pudiérais decir también no. Diciendo sí a Cristo, os entregáis a El; le ofrecéis el corazón, reconocéis su puesto en vuestra vida, ya que por ser hijos de Dios, hermanos y hermanas en Cristo, habéis sido creados para decir sí al amor de Dios. Fue Cristo quien os compró la libertad. Murió para hacernos libres. Sólo Jesús os hace libre. Nos dice Él mismo en el Evangelio de San Juan: "Si el Hijo os librare, seréis verdaderamente libres" (Jn. 8, 36).

El mayor obstáculo de vuestra libertad es el pecado que significa decir no a Dios. Pero Jesucristo Hijo de Dios esta pronto a perdonar todo pecado, y esto es lo que hace en la confesión, en el sacramento de la penitencia. Es el mismo Jesús quien perdona vuestros pecados en la confesión y os devuelve la libertad que perdísteis cuando dijísteis no a Dios. Queridos jóvenes: Amad vuestra libertad y ejercedla diciendo sí a Dios; no la enajeneis. Recobradla cuando la hayáis perdido y reforzadla en la confesión cuando flaquea. Acordaos de las palabras de Jesús: "Si el Hijo os librare, seréis verdaderamente libres".

Jubileo de los Jóvenes, Abril de 1984