Downsview Lands, Toronto, 28 de julio 2002
Deseo agradecer a todos los que han colaborado para hacer de la Jornada Mundial de la Juventud un éxito: a los ciudadanos de Toronto, los voluntarios, la policía, los bomberos, el alcalde y las autoridades en todos los niveles del gobierno.
Mi saludo de corazón a las otras iglesias cristianas y comunidades representadas aquí, así como a los seguidores de otras tradiciones religiosas.
Mi deseo para todos ustedes aquí es que los compromisos que han tomado en estos días de fe y celebración les traigan abundantes frutos de dedicación y testimonio. Que siempre atesoren la memoria de Toronto!
Extiendo mi especial gratitud al Cardenal Ambrozic, Arzobispo de Toronto, a los obispos de la Conferencia Episcopal canadiense y al Comité Organizador. Mi agradecimiento también al Pontifico Consejo para os Laicos en la persona de su presidente, el Cardenal James Francis Stafford.
Saludo a los cardenales y obispos que han llegado de otras partes del mundo; y a todos los sacerdotes, diáconos y religiosos que compartieron estos días con los jóvenes.
Al prepararnos para regresar a casa, les digo, en las palabras de San Agustín: "Nos hemos alegrado juntos en la luz que compartimos. Realmente hemos disfrutado estar juntos. Pero al separarnos, no nos separemos de Él " (In Io.ev. tr., 35,9).
Gracias a todos los jóvenes de habla hispana. No teman responder generosamente al llamado del Señor. Dejen que su fe brille en el mundo, que sus acciones muestren su compromiso con el mensaje salvífico del Evangelio!
Queridos jóvenes de habla portuguesa: la Jornada Mundial de la Juventud no termina aquí; seguirá en sus vidas de fidelidad a Cristo. Sean sal! Sean luz para el mundo a su alrededor!
Queridos jóvenes italianos: Mantengan vivo e regalo de la fe que los ha sostenido en estos días. La Iglesia necesita su dedicación. Arrivederci a Roma!
Queridos amigos de habla germana: Ustedes tienen que mantener vivo de una manera especial el espíritu de la Jornada Mundial de la Juventud, para preparase rumbo a Colonia 2005. Trabajen para construir una civilización de amor y justicia.
¡Que su luz guíe
a muchos otros al reino de santidad, verdad y justicia de Cristo!
Mis pensamientos ahora se van hasta nuestra tierra natal, Polonia, la
que pronto visitaré de nuevo. Nunca pierdan de vista su herencia
cristiana. Es ahí donde encontrarán la sabiduría
y coraje que necesitan para enfrentar los enormes desafios morales y
éticos de nuestros tiempos. Los confío a todos a la protección
de Nuestra Señora de Jasna Góra.