VATICANO, 16 Ago. 00 (ACI).- Luego de su encuentro con los jóvenes italianos en San Juan de Letrán, el Papa Juan Pablo II dio la bienvenida a medio millón de jóvenes de 157 naciones que llenaban por completo la Plaza de San Pedro y la vía de la Conciliación hasta el puente el primer día de la Jornada Mundial de la Juventud.
"Queridos amigos de los cinco continentes, me alegra iniciar solemnemente con vosotros el Jubileo de los Jóvenes", afirmó el Papa al iniciar la ceremonia.
Seguidamente, el Cardenal James F. Stafford saludó al Santo Padre y le pidió sus oraciones "para que esta juventud salga del Jubileo con su inocencia bautismal renovada".
Asimismo, una joven coreana y un joven guineano agradecieron al Pontífice la invitación a venir a Roma, "la ciudad que contiene las huellas de tantos santos y mártires, donde tantas generaciones de cristianos han vivido su fe desde el inicio de la Iglesia".
Palabras de bienvenida
En italiano, el Pontífice dio la bienvenida afirmando que "os acojo con gozo, después de haber estado ante la Basílica de San Juan de Letrán, la Catedral de Roma, para saludar a los jóvenes romanos e italianos. Ellos se unen a mí para daros su más fraterna y cordial bienvenida".
"Vuestros rostros me recuerdan, y en cierto modo me hacen presente, a las jóvenes generaciones con las que he tenido la gracia de encontrarme en estos años de final de milenio a lo largo de mis viajes apostólicos por el mundo. A cada uno os digo: ¡La paz esté contigo!", agregó el Papa.
"Saludo con particular afecto al grupo de jóvenes provenientes de los países donde el odio, la violencia o la guerra todavía siguen marcando con el sufrimiento la vida de poblaciones enteras: gracias a la solidaridad de todos vosotros ha sido posible que ellos estén aquí esta tarde. A ellos les manifiesto, también en vuestro nombre, la cercanía fraterna de nuestra asamblea; con vosotros pido para ellos y para sus pueblos días de paz en la justicia y la libertad", afirmó el Papa.
"Mi pensamiento se dirige también a los jóvenes de otras Iglesias y comunidades eclesiales que están aquí esta tarde junto con algunos de sus pastores: ¡Que esta Jornada Mundial sea una nueva ocasión de conocimiento recíproco y de súplica común al Espíritu Santo para implorar el don de la plena unidad de todos los cristianos!", agregó.
"Queridos amigos de los cinco Continentes, me alegra iniciar solemnemente con vosotros esta tarde el Jubileo de los Jóvenes. Peregrinos tras las huellas de los Apóstoles, imitadlos en la fe. ¡Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre!", afirmó.
El Santo Padre repitió su bienvenida y su deseo de paz nombrando a las 157 naciones según su continente mientras un grupo de jóvenes representaba su presencia con diversos colores, empezando por África con el color verde, y siguiendo con América con el rojo, Asia con el color amarillo y Europa con el azul.
Luego, se realizó la presentación de una danza que representaba al texto bíblico que se meditaría en la inauguración, el prólogo del Evangelio de San Juan (Jn 1, 9-14), y mientras un grupo de jóvenes danzaba se elevó una tienda sobre una enorme cruz para representar el nacimiento del Verbo Encarnado, quien "puso su tienda entre nosotros".
Sucesor de Pedro
Terminada la representación y mientras se cantaba el aleluya, un joven llevó en procesión la Palabra de Dios acompañado por cuatro antorchas e incienso, y terminada la proclamación, el Santo Padre pronunció su discurso a los jóvenes presentes, en el que citó el testimonio de su formación espiritual y de su vocación al sacerdocio.
"Esta fe es la que deseo profesar ante vosotros, amigos jóvenes, ante la tumba del Apóstol Pedro, al cual el Señor ha querido que sucediera como Obispo de Roma. Hoy yo en deseo deciros, el primero, que creo firmemente en Jesucristo Nuestro Señor. Sí, yo creo y hago mías las palabras del Apóstol Pablo: "La vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí", afirmó el Pontífice.
El Papa continuó diciendo que "recuerdo cómo desde niño, en mi familia, aprendí a rezar y a fiarme de Dios. Recuerdo el ambiente de la parroquia, San Estanislao de Kostka, que yo frecuentaba en Debniki, Cracovia, dirigida por los padres Salesianos, de los cuales recibí la formación fundamental para la vida cristiana.
"Tampoco puedo olvidar la experiencia de la guerra y los años de trabajo en una fábrica. La maduración definitiva de mi vocación sacerdotal surgió en el período de la segunda guerra mundial, durante la ocupación de Polonia. La tragedia de la guerra dio al proceso de maduración de mi opción de vida un matiz particular. En ese contexto se me manifestaba una luz cada vez más clara: el Señor quiere que yo sea sacerdote. Recuerdo conmovido ese momento de mi vida cuando, en la mañana del uno de noviembre de 1946, recibí la ordenación sacerdotal", agregó.
"Mi Credo continúa con mi actual servicio a la Iglesia. Cuando, el 16 de octubre de 1978, después de ser elegido para la Sede de Pedro, se me dirigió la pregunta: 'Aceptas?', respondí: 'Obedeciendo en la fe a Cristo, mi Señor, confiando en la Madre de Cristo y de la Iglesia, a pesar de las grandes dificultades, acepto'. Desde entonces trato de desempañar mi misión encontrando cada día la luz y fuerza en la fe que me une a Cristo".
"Pero mi fe, como la de Pedro y como la de cada uno de vosotros, no es sólo obra mía, adhesión mía a la verdad de Cristo y de la Iglesia. La fe es esencialmente y ante todo obra del Espíritu Santo, don de su gracia. El Señor me concede, como también hace con vosotros, su Espíritu que nos hace decir 'Creo', sirviéndose también de nosotros para dar testimonio de Él por todos los lugares de la tierra", afirmó el Santo Padre.
El Papa concluyó pidiendo a los jóvenes que convirtieran esta semana en una experiencia de oración, "como si fuera una gran semana de ejercicios espirituales, buscad momentos de silencio, de oración, de recogimiento. Pedid al Espíritu Santo que ilumine vuestra mente, suplicadle el don de una fe viva que dé para siempre un sentido a vuestra vida, centrándola en Jesús, la Palabra hecha carne".