VATICANO, 19 Ago. 00 (ACI).- Después de recorrer por casi una hora el campus de Tor Vergata entre banderas de todo el mundo, el Papa Juan Pablo II se dirigió a los jóvenes del mundo con un mensaje fraterno en el que les planteó el urgente desafío de vivir la fe hasta el martirio y ser los "centinelas del mañana" en medio de un mundo en el que "es difícil creer".
El Santo Padre presidió la apertura de la Gran Vigilia que se prolongará hasta mañana domingo cuando celebra la Misa de clausura de la XV Jornada Mundial de la Juventud.
En su discurso, el Pontífice recurrió a la figura del "laboratorio de la fe" con el que Cristo prepara a sus apóstoles para que salgan "como hombres plenamente conscientes de la verdad que Dios había revelado en Jesucristo" y señaló que "este encuentro romano, queridos jóvenes, es también una especie de 'laboratorio de la fe' para vosotros, discípulos de hoy, para quienes confiesan a Cristo en los umbrales del tercer milenio".
Todo hombre, indicó, "es tentado por la incredulidad y se plantea las preguntas fundamentales: ¿Es verdad que Dios existe? ¿Es verdad que el mundo ha sido creado por Él? ¿Es verdad que el Hijo de Dios se ha hecho hombre, ha muerto y ha resucitado? La respuesta surge junto con la experiencia que la persona hace de su divina presencia".
Nuevos mártires
Según el Santo Padre, también hoy creer en Jesús, "es como un nuevo martirio: el martirio de quien, hoy como ayer, es llamado a ir contra corriente para seguir al divino Maestro".
"Quizás a vosotros no se os pedirá la sangre, pero sí ciertamente la fidelidad a Cristo. Una fidelidad que se ha de vivir en las situaciones de cada día. Estoy pensando en los novios y su dificultad de vivir, en el mundo de hoy, la pureza antes del matrimonio. Pienso también en los matrimonios jóvenes y en las pruebas a las que se expone su compromiso de mutua fidelidad. Pienso, asimismo, en las relaciones entre amigos y en la tentación de deslealtad que puede darse entre ellos", señaló.
El Papa recordó también a los que han empezado "un camino de especial consagración y en las dificultades que a veces tienen que afrontar para perseverar en su entrega a Dios y a los hermanos. Me refiero igualmente al que quiere vivir unas relaciones de solidaridad y de amor en un mundo donde únicamente parece valer la lógica del provecho y del interés personal o de grupo".
"Asimismo, pienso en el que trabaja por la paz y ve nacer y estallar nuevos focos de guerra en diversas partes del mundo; también en quien actúa en favor de la libertad del hombre y lo ve aún esclavo de sí mismo y de los demás; pienso en el que lucha por el amor y el respeto a la vida humana y ha de asistir frecuentemente a atentados contra la misma y contra el respeto que se le debe".
"Queridos jóvenes, ¿es difícil creer en un mundo así? En el año 2000, ¿es difícil creer? Sí, es difícil. No hay que ocultarlo. Es difícil, pero con la ayuda de la gracia es posible", precisó el Papa.
Además de la gracia, el Pontífice planteó la necesidad de vivir según el Evangelio. "Es el regalo que el Papa os deja en esta vigilia inolvidable. La palabra que contiene es la palabra de Jesús. Si la escucháis en silencio, en oración, dejándoos ayudar por el sabio consejo de vuestros sacerdotes y educadores con el fin de comprenderla para vuestra vida, entonces encontraréis a Cristo y lo seguiréis, entregando día a día la vida por Él".
La clave de la felicidad
"En realidad, es a Jesús a quien buscáis cuando soñáis la felicidad; es Él quien os espera cuando no os satisface nada de lo que encontráis; es Él la belleza que tanto os atrae; es Él quien os provoca con esa sed de radicalidad que no os permite dejaros llevar del conformismo; es Él quien os empuja a dejar las máscaras que falsean la vida; es Él quien os lee en el corazón las decisiones más auténticas que otros querrían sofocar".
"Es Jesús el que suscita en vosotros el deseo de hacer de vuestra vida algo grande, la voluntad de seguir un ideal, el rechazo a dejaros atrapar por la mediocridad, la valentía de comprometeros con humildad y perseverancia para mejoraros a vosotros mismos y a la sociedad, haciéndola más humana y fraterna".
No están solos
El Santo Padre recordó a sus queridos jóvenes que "para estos nobles objetivos no estáis solos. Con vosotros tenéis a vuestras familias, a vuestras comunidades, a vuestros sacerdotes y educadores y a tantos de vosotros que, en lo oculto, no se cansan de amar a Cristo y de creer en Él. En la lucha contra el pecado no estáis solos: ¡muchos como vosotros luchan y con la gracia del Señor vencen!"
Centinelas del mañana
"Queridos amigos, en vosotros veo a los "centinelas de la mañana" en este amanecer del tercer milenio. A lo largo del siglo que termina, jóvenes como vosotros eran convocados en reuniones masivas para aprender a odiar, eran enviados para combatir los unos contra los otros", señaló.
"Los diversos mesianismos secularizados, que han intentado sustituir la esperanza cristiana, se han revelado después como verdaderos y propios infiernos. Hoy estáis reunidos aquí para afirmar que en el nuevo siglo no os prestaréis a ser instrumentos de violencia y destrucción; defenderéis la paz, incluso a costa de vuestra vida si fuera necesario. No os conformaréis con un mundo en el que otros seres humanos mueren de hambre, son analfabetos, están sin trabajo. Defenderéis la vida en cada momento de su desarrollo terreno; os esforzaréis con todas vuestras energías en hacer que esta tierra sea cada vez más habitable para todos".
"Queridos jóvenes del siglo que comienza, diciendo "sí" a Cristo decís "sí" a todos vuestros ideales más nobles. Le pido que reine en vuestros corazones y en la humanidad del nuevo siglo y milenio. No tengáis miedo de entregaros a Él. Él os guiará, os dará la fuerza para seguirlo todos los días y en cada situación", agregó.
Finalmente, el Pontífice invocó a "María Santísima, la Virgen que dijo "sí" a Dios durante toda su vida, que los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y todos los Santos y Santas que han marcado el camino de la Iglesia a través de los siglos" para que conserven a los jóvenes "siempre en este santo propósito" e impartió su bendición apostólica.