Queridos jóvenes de la decimoquinta Jornada Mundial de la Juventud, queridos hermanos en el sacerdocio, religiosos, religiosas y educadores que los acompañáis: ¡Bienvenidos a Roma!
Agradezco al Cardenal James Francis Stafford las amables palabras que me ha dirigido. Con él saludo al Cardenal Camillo Ruini, a los demás Cardenales, Arzobispos y Obispos aquí presentes. Así mismo, doy las gracias a los dos jóvenes que han expresado elocuentemente los sentimientos de todos vosotros, queridos amigos congregados aquí desde tantas partes del mundo.
Os acojo con gozo, después de haber estado delante de la Basílica de San Juan de Letrán, la Catedral de Roma, para saludar a los jóvenes romanos e italianos. Ellos se unen a mí para daros su más fraterna y cordial bienvenida.
Vuestros rostros me recuerdan, y en cierto modo me hacen presente, a las jóvenes generaciones con las que he tenido la gracia de encontrarme en estos años de final de milenio a lo largo de mis viajes apostólicos por el mundo. A cada uno os digo: ¡La paz esté contigo!
La paz esté contigo, joven que vienes de África:
de Argelia, de Angola, de Benin, de Burkina Faso, de Burundi, de Camerún, de Cabo Verde,del Chad, del Congo, de Costa de Marfil, de Egipto, de Eritrea, de Gabón, de Gambia, de Ghana, de la República de Guinea, de Jibuti, da Guinea Bissau, de Kenya, de las Islas Comores, de las Islas Mauricio, de Lesotho, de Liberia, de Libia, de Madagascar, de Malawi, de Mali, de Marruecos, de Mozambique, de Namibia, de Nigeria, de la República Centroafricana, de la República Democrática del Congo, de Ruanda, del Senegal, de las Islas Seychelles, de Sierra Leona, de Sudáfrica, de Sudán, de Suazilandia, de Tanzania, de Togo, de Uganda, de Zambia, de Zimbabue.
La paz esté contigo, joven que vienes de América:
de las Antillas, de Argentina, de las Bahamas, de Belice, de Bolivia, de Brasil, de Canadá, de Chile, de Colombia, de Costa Rica, de Cuba, del Ecuador, de El Salvador, de Guatemala, de Haití, de Honduras, de México, de Nicaragua, de Panamá, del Paraguay, de Perú, de Puerto Rico, de la República Dominicana, de Santa Lucía, de San Vicente, de los Estados Unidos, de Surinam, del Uruguay, de Venezuela.
La paz esté contigo, joven que vienes de Asia:
de Arabia Saudita, de Armenia, de Bahrein, de Bangladesh, de Camboya, de Corea del Sur, de los Emiratos Árabes Unidos de Filipinas, de Georgia, de Japón, de Jordania, de Hong Kong, de la India, de Indonesia, de Irak, de Israel, de Kazakistán, de Kirguizistán, de Laos, del Líbano, de Macao, de Malasia, de Mongolia, de Myanmar, del Nepal, de Omán, de Pakistán, del Katar, de Singapur, de Siria, de Sri Lanka, de Taiwán, de los Territorios Palestinos, de Tailandia, de Timor Este, de Turkmenistán, de Uzbekistán y de Vietnam.
La paz esté contigo, joven que vienes de Europa:
de Albania, de Austria, de Bélgica, de Bielorrusia, de Bosnia-Herzegovina, de Bulgaria, de Chipre, de Croacia, de Dinamarca, de Alemania, de Inglaterra, de España, de Estonia, de Finlandia, de Francia, de Grecia, de Irlanda, de Italia, de Letonia, de Liechtenstein, de Lituania, de Luxemburgo, de Macedonia, de Malta, de Moldavia, de los Países Bajos, de Noruega, de Polonia, de Portugal, del Principado de Mónaco, de la República Checa, de la República de San Marino, de Rumanía, de Rusia, de Escocia, de Eslovaquia, de Eslovenia, de Suiza, de Suecia, de Turquía, de Ucrania, de Hungría, de Yugoslavia.
La paz esté contigo, joven que vienes de Oceanía:
de Australia, de Guam, de Nueva Zelanda, de Papúa Nueva Guinea.
Saludo con particular afecto al grupo de jóvenes provenientes de los Países donde el odio, la violencia o la guerra todavía siguen marcando con el sufrimiento la vida de poblaciones enteras: gracias a la solidaridad de todos vosotros ha sido posible que ellos estén aquí esta tarde. A ellos les manifiesto, también en vuestro nombre, la cercanía fraterna de nuestra asamblea; con vosotros, pido para ellos y para sus pueblos días de paz en la justicia y la libertad.
Mi pensamiento se dirige también a los jóvenes de otras Iglesias y Comunidades eclesiales que están aquí esta tarde junto con algunos de sus Pastores: ¡Que esta Jornada Mundial sea una nueva ocasión de conocimiento recíproco y de súplica común al Espíritu Santo para implorar el don de la plena unidad de todos los cristianos!
Queridos amigos de los cinco Continentes, me alegra iniciar solemnemente con vosotros esta tarde el Jubileo de los Jóvenes. Peregrinos tras las huellas de los Apóstoles, imitadlos en la fe.
¡Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre!