Cuentan que un día, el burro de un campesino se cayó en un pozo. El animal lloró fuertemente por horas, mientras el campesino trataba de buscar algo que hacer para sacarlo. Finalmente, el campesino decidió que el burro ya estaba viejo, que le desprestigiaba cuando todos en el pueblo ya tenían caballos y que como el pozo ya estaba seco y necesitaba ser tapado de todas formas, realmente no valía la pena sacar al burro del pozo.
Invitó a todos sus vecinos para que vinieran a ayudarle. Cada uno agarró una pala y empezaron a tirarle tierra al pozo. El burro se dio cuenta de lo que estaba pasando y continuó llorando amargamente. Pero luego, después de unas cuantas paladas de tierra y para sorpresa de todos, se calló.
El campesino intrigado, finalmente miró al fondo del pozo y se sorprendió ante lo que estaba viendo... Con cada palada de tierra, el burro había estado haciendo algo increíble: se sacudía la tierra que le caía encima y daba un paso encima de ella. Nadie daba crédito a lo que explicaba el campesino, pero un grupo de jóvenes, conmovidos y admirados por la hazaña de aquel animal, tenido por todos como el más ignorante, necio y torpe de los animales, empezó a echar cada vez con más brío arena dentro del pozo... Muy pronto, todos los que estaban allí reunidos, vieron profundamente impresionados como el burro llegó hasta la boca del mismo, pasó por encima del borde, miró con gratitud a aquel pequeño grupo de jóvenes que se había apiadado de él y salió trotando...
En la vida, además de las pruebas que Dios permite que pasemos para nuestra purificación, para nuestro crecimiento espiritual y humano, para nuestro bien; nos encontramos también en que en muchas ocasiones somos víctimas del mal, que en absoluto es querido ni provocado por Dios. El Mal que se apodera de muchos corazones, que llenos de egoísmo, de envidia, de odio, de ambición, de soberbia, de corrupción..., acaban sirviéndole de instrumentos en obras de destrucción para los demás, sobre los que echan "paladas y paladas de tierra", sin ninguna compasión.
Todos conocemos el mal que hay en el mundo y como el mal tiene muchos servidores, incluso entre muchos que se llaman cristianos, y entre muchos que sin llegar a robar, ni matar a nadie con sus propias manos, matan y destruyen sin ningún remordimiento y de muchas formas : la dignidad, los derechos, la fama, las ilusiones, el presente y el futuro del prójimo, en definitiva su vida.
Pero nosotros no somos necios, ni ignorantes ni torpes. Dios nos ha dotado de una inteligencia para que hagamos uso de ella y nos ha dado la posibilidad de recurrir siempre a Él contando con la certeza de que seremos escuchados, y con la seguridad de su auxilio.
Por tanto, cuando sientas que echan sobre ti "paladas y paladas de tierra", no te hundas, usa la tierra que te echan para salir adelante... Que cada "palada" te sirva para elevar hacía Dios tu clamor transformado en oración y para aumentar tu confianza en Él, seguro de que Él te rescatará. Y cuando "estés fuera", dale gracias, sigue tu vida sin rencor y sin mirar atrás y déjale a Él la justicia, a Él para el que nada hay oculto y que da a cada cual según sus obras...