Cuentan de una viejecita irlandesa que nunca hablaba mal de nadie. Siempre encontraba algo bueno en la peor persona. Un dia falleció un hombre que parecía atesorar en sí todas las miserias humanas: era ladrón, borracho, pendenciero, pegaba a su mujer y a sus hijos....una verdadera calamidad, un estorbo para la comunidad.
La noche del velorio, llegó la viejecita a la sala donde se iba a rezar el Santo Rosario por el difunto.
Todos se miraron y se decían por dentro: de este si que no podrá decir nada bueno. La viejecita estuvo un momento callada. Parecia que efectivamente no sabía que decir. Al fin,habló:
-Ciertamente sabía silbar. Daba gusto oírle cuando pasaba por debajo de mi ventana todas las mañanas. Le echaré de menos......
Que bueno sería que buscáramos en los demás sus cualidades y no sus defectos.