Trabajo como pediatra en el Hospital del Niño de Panamá, y desde mi posición tengo el privilegio de percibir la grandeza del amor de esas madres esforzadas ante sus hijos enfermos, la mayoría de ellas de escasos recursos económicos. Sin embargo su entrega y su dedicación es tan sin medida, tan natural, que imagino que ellas no perciben la inmensidad real de esta entrega.
Hace escasos días estaba atendiendo a una niña, que acudía al cuarto de urgencias, traída por su madre, la cual mostraba evidencias de un embarazo bastante avanzado; la niña yacía sentada sobre sus piernas, mientras yo la examinaba. Al mismo tiempo en otra camilla, una enfermera estaba canalizando una vena a un bebe, el cual lloraba desconsolado; ante esto, la madre, centro de nuestra historia, se voltea a mirar, y luego dirigiéndose a mí, dice:
¡Yo no podría ser médico!. (me imagino haciendo referencia a lo difícil y abnegado que este oficio le parecía desde su perspectiva)
Yo, sin pensarlo dos veces, observando su abultado vientre, sobre el cual yacía también su niña enferma, le respondí con suma reverencia:
¡Yo quisiera ser una madre cono usted!..
Guillermo Maldonado, Panamá