Queridos hermanos y hermanas:
Me alegra tener la oportunidad de encontrarme, aquí en Friburgo, con ustedes, Miembros del Consejo del Comité Central de los Católicos Alemanes. Con gozo les manifiesto mi aprecio por su compromiso en sostener en publico los intereses de los católicos y en dar impulso a la obra apostólica de la Iglesia y de los católicos en la sociedad. Agradezco al mismo tiempo al Presidente de dicho Comité Central, Zdk, el Alois Glück, su amable invitación.
Queridos amigos, desde hace años existen los así llamados programas exposure para ayudar a los países en vías de desarrollo. Personas responsables del mundo de la política, la economía y de la Iglesia viven por un cierto tiempo con los pobres en África, Asia o América Latina, y comparten con ellos su vida cotidiana. Al ponerse en la situación en que viven estas personas ven el mundo con sus ojos y sacan una lección de esa experiencia, válida para la propia actuación solidaria.
Imaginémonos que este programa exposure tuviese lugar en Alemania. Expertos llegados de un país lejano vendrían a vivir con una familia alemana media por una semana. Aquí admirarían muchas cosas, por ejemplo el bienestar, el orden y la eficacia. Pero, con una mirada sin prejuicios, constatarían también mucha pobreza, pobreza en las relaciones humanas y en el ámbito religioso.
Vivimos en un tiempo caracterizado en gran parte por un relativismo subliminal que penetra todos los ambientes de la vida. A veces, este relativismo llega a ser batallador, dirigiéndose contra quienes afirman saber dónde se encuentra la verdad o el sentido de la vida.
Y notamos cómo este relativismo ejerce cada vez más un influjo sobre las relaciones humanas y sobre la sociedad. Esto se manifiesta en la inconstancia y discontinuidad de tantas personas y en un excesivo individualismo. Hay quien parece capaz de renunciar a nada en absoluto o a sacrificarse por los demás. También está disminuyendo el compromiso altruista por el bien común, en el campo social y cultural, o a favor de los necesitados. Otros ya no son idóneos para unirse de manera incondicional a un partnet. Ya casi no se encuentra el valor de prometer fidelidad para toda la vida; el valor de optar y decir: "yo ahora te pertenezco totalmente", o de buscar con sinceridad la solución de los problemas comprometiéndose con decisión por la fidelidad y la veracidad.
Queridos amigos, en el programa exposure, al análisis sigue la reflexión común. Esta elaboración debe considerar a la persona humana en su totalidad, de la que forma parte – no sólo implícita, sino precisamente explícitamente - su relación con el Creador.
Vemos que en nuestro rico mundo occidental hay carencias. Muchos carecen de la experiencia de la bondad de Dios. No encuentran algún punto de contacto con las Iglesias institucionales y sus estructuras tradicionales. Pero, ¿por qué? Pienso que esta es una pregunta sobre la que debemos reflexionar muy seriamente. Ocuparse de ella pregunta es la tarea principal del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización. Pero, evidentemente, se dirige a todos nosotros. Permitidme afrontar aquí un punto de la situación específica alemana. La Iglesia está organizada de manera óptima. Pero, detrás de las estructuras, ¿se encuentra la fuerza espiritual correspondiente, la fuerza de la fe en un Dios vivo? Debemos decir sinceramente que hay un desfase entre las estructuras y el Espíritu. Y añado: La verdadera crisis de la Iglesia en el mundo occidental es una crisis de fe. Si no llegamos a una verdadera renovación en la fe, toda reforma estructural será ineficaz.
Volvamos a estas personas que les falta la experiencia de la bondad de Dios. Necesitan lugares donde poder hablar de su nostalgia interior. Estamos llamados a buscar nuevos caminos de evangelización, caminos que podrían ser pequeñas comunidades donde se vive la amistad que se profundiza regularmente en la adoración comunitaria de Dios. Aquí hay personas que hablan de sus pequeñas experiencias de fe en su puesto de trabajo y en el ámbito familiar o de los conocidos, testimoniando de este modo un nuevo acercamiento de la Iglesia a la sociedad. A ellos les resulta claro que todos tienen necesidad de este alimento de amor, de la amistad concreta con los otros y con Dios. Pero sigue siendo importante la relación con la sabia vital de la Eucaristía, porque sin Cristo no podemos hacer nada (cf. Jn 15, 5).
Queridos hermanos y hermanas, que el Señor nos indique el camino para ser siempre luz del mundo y para mostrar a nuestro prójimo el camino hacia el manantial donde pueden satisfacer su más profundo deseo de vida.