Señor Presidente
Distinguidas autoridades,
Damas y caballeros,
Ha llegado el tiempo de dejarlos, luego de mi breve pero fructífero Viaje Apostólico a Chipre.
Señor Presidente, le agradezco por sus amables palabras y con alegría le expreso mi gratitud por todo lo que usted, su gobierno y las autoridades civiles y militares han hecho para hacer mi visita tan memorable y exitosa.
Mientras dejo esta patria, como muchos otros peregrinos hicieron antes de mí, recuerdo nuevamente cómo el Mediterráneo está hecho de un rico mosaico de pueblos con sus culturas distintivas y su belleza, calidez y humanidad. Pese a esa realidad, al Mediterráneo este no le es ajeno el conflicto y el derramamiento de sangre, como trágicamente hemos testimoniado en días recientes. Redoblemos nuestros esfuerzos para construir una paz real y duradera para todos los pueblos de la región.
Junto con ese objetivo general, Chipre puede jugar un rol particular en la promoción del diálogo y la cooperación. Esforzándose pacientemente por la paz en vuestros propios corazones y por la prosperidad de vuestros vecinos, estarán en capacidad de escuchar y comprender todos los aspectos de muchos asuntos complejos, así como para ayudar a los pueblos a llegar a un mayor entendimiento entre sí. El camino que está tomando, Señor Presidente, es uno que la comunidad internacional mira con gran interés y esperanza, y noto con satisfacción todos los esfuerzos que se han hecho para favorecer la paz por su pueblo y por toda la isla de Chipre.
Al dar gracias a Dios por estos días que marcaron el primer encuentro de la comunidad católica de Chipre con el Sucesor de Pedro en su propia tierra, también recuerdo con gratitud mis encuentros con otros líderes cristianos, en particular con Su beatitud Crisóstomo II y otros representantes de la Iglesia en Chipre, a quienes agradezco por su acogida fraterna. Espero que mi visita aquí sea vista como otro paso en el camino que fue abierto en Jerusalén por el abrazo del Patriarca Atenágoras y mi predecesor el Papa Pablo VI. Sus primeros pasos proféticos nos muestran el camino que debemos proseguir. Tenemos un llamado divino a ser hermanos, caminando lado a lado en la fe, humilde ante Dios Todopoderoso, y con lazos irrompibles de afecto por el otro. Al invitar a mis hermanos cristianos a seguir este rumbo, quiero asegurarles que la Iglesia Católica, con la gracia del Señor, camina hacia la meta de la perfecta unidad en la caridad a través de un mayor aprecio de los que los católicos y ortodoxos consideran como más querido.
Permítanme también expresar mi sincera esperanza y oración para que, juntos, cristianos y musulmanes se conviertan en levadura para la paz y la reconciliación entre los chipriotas y sirvan como ejemplos para otros países.
Finalmente Señor Presidente, permítame alentarlo a usted y vuestro gobierno en sus altas responsabilidades. Como bien sabe, entre sus importantes tareas está la de asegurar la paz y la seguridad de todos los chipriotas. Habiendo estado unas noches en la Nunciatura Apostólica, que está en la zona de amortiguación de las Naciones Unidas, he visto por mí mismo algo de la triste división de la isla, y me he enterado de la pérdida de una parte significativa de la herencia cultural que pertenece a toda la humanidad. También he escuchado a los chipriotas del norte que desean volver en paz a sus hogares y lugares de culto, y me han conmovido profundamente sus ruegos. Seguramente la verdad y la reconciliación, junto con el respeto, son la más sólida base para el futuro unido y pacífico de esta isla, y para la estabilidad y prosperidad de toda su gente. Mucho bien se ha logrado respecto a esto a través del diálogo sustancioso en años recientes, pero todavía queda mucho por hacer para superar la división. Permítame alentarlo a usted y a vuestros compatriotas para trabajar paciente y firmemente con sus vecinos para construir un futuro mejor y más certero para todos vuestros hijos. Al hacerlo, cuente ciertamente con mis oraciones por la paz de toda Chipre.
Señor Presidente, queridos amigos, con estas palabras me despido. Muchas gracias y que el Dios Trino y la Virgen toda Santa los bendigan siempre. ¡Hasta luego! ¡Que la paz esté con vosotros!