Señor Presidente,
Su Beatitud Crisóstomos,
Beatitudes,
Excelencias,
Distinguidas autoridades,
Señores y Señoras
Χαίρετε! Ειρήνη μαζί σας! Είναι μεγάλη η χαρά μου που είμαι σήμερα μαζί σας [Saludos. La Paz esté con vosotros. Es una gran alegría estar hoy con vosotros.]
Señor Presidente, le agradezco vivamente su amable invitación a visitar la República de Chipre. Dirijo mis cordiales saludos a Usted, al Gobierno y al pueblo de esta Nación, y le doy las gracias por sus gentiles palabras de bienvenida. Recuerdo aún con gratitud su reciente visita al Vaticano y espero con alegría nuestro encuentro de mañana en Nicosia.
Chipre se encuentra en una encrucijada de culturas y religiones, de historias gloriosas y al mismo tiempo antiguas, pero que todavía tienen un influjo muy visible en la vida de vuestro país. Al haber entrado recientemente en la Unión Europea, la República de Chipre ha comenzado a beneficiarse de intercambios económicos y políticos con los otros países europeos. Dicha pertenencia ha permitido también a vuestro país el acceso a los mercados, a la tecnología y a las innovaciones científicas. Se alberga una viva esperanza de que esta incorporación conduzca a la estabilidad y prosperidad en vuestro país y que otros países europeos, a su vez, se enriquezcan de vuestra herencia espiritual y cultural, que refleja vuestro papel histórico, hallándoos entre Europa, Asia y África. Que el amor a vuestra patria y a vuestras familias, y el anhelo de vivir en armonía con vuestros vecinos bajo la protección amorosa de Dios todopoderoso, os sirva de inspiración para resolver con paciencia las demás preocupaciones que compartís con la comunidad internacional con vistas al futuro de vuestra isla.
Vengo como peregrino y siervo de los siervos de Dios, tras las huellas de nuestros padres comunes en la fe, los santos Pablo y Bernabé. Desde que los apóstoles trajeron el mensaje cristiano a estas orillas, Chipre fue bendecida por una destacable herencia cristiana. Saludo como a un hermano en esta fe a Su Beatitud Crisóstomo II, Arzobispo de Nea Justiniana y de todo Chipre, y espero vivamente encontrar dentro de poco a otros muchos miembros de la Iglesia ortodoxa de Chipre.
También espero saludar a otros responsables religiosos chipriotas. Deseo que se refuercen nuestros vínculos comunes y reitero la necesidad de afianzar la confianza recíproca y la amistad duradera con todos los que adoran al Dios único.
Como Sucesor de Pedro, vengo de modo especial para saludar a los católicos de Chipre, para confirmarlos en la fe (cf. Lc 22,32) y animarlos a ser cristianos y ciudadanos ejemplares, para que desempeñen cabalmente su papel en la sociedad, en beneficio de la Iglesia y del Estado.
Durante mi estancia entre vosotros, entregaré también el Instrumentum laboris, un documento de trabajo con vistas a la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para el Medio Oriente, que se celebrará próximamente en Roma en este año. Esta Asamblea examinará muchos aspectos de la presencia de la Iglesia en la región y los retos que los católicos han de afrontar, en circunstancias a veces difíciles, viviendo la comunión con la Iglesia católica y ofreciendo su testimonio en el servicio a la sociedad y al mundo. En efecto, Chipre es un sitio apropiado desde el que impulsar la reflexión de nuestra Iglesia sobre el puesto de la secular comunidad católica en el Medio Oriente, nuestra solidaridad con todos los cristianos de la región y nuestra convicción del papel insustituible que tienen en la consolidación de la paz y la reconciliación entre los pueblos.
Señor Presidente, queridos amigos, con estos pensamientos, confío mi peregrinación a María, la Madre de Dios, y a la intercesión de los santos Pablo y Bernabé.
Que Dios bendiga al pueblo de Chipre. Que la Santísima Virgen María os proteja siempre.