Señor Presidente,
Queridos Hermanos en el Episcopado,
Distinguidas Autoridades,
Señoras y Señores
Jien kuntent ħafna li ninsab fostkom! [¡Me alegra estar con vosotros!]
Es una gran alegría para mí estar hoy aquí, en Malta, con vosotros. Llego como peregrino a dar culto al Señor y alabarlo por las maravillas que él ha hecho aquí. Vengo también como Sucesor de san Pedro para confirmaros en la fe (cf. Lc 22,32) y para unirme a vosotros en la oración al único Dios, vivo y verdadero, en compañía de todos los Santos, incluyendo el gran Apóstol de Malta, san Pablo. Aunque mi visita a vuestro país sea breve, ruego para que produzca fruto abundante.
Le agradezco, Señor Presidente, las amables palabras con que me ha saludado, en su nombre y en el del pueblo maltés. Agradezco su invitación y el gran trabajo que usted y el Gobierno han realizado para preparar mi visita. Y agradezco al Primer Ministro, a las autoridades civiles y militares, a los miembros del Cuerpo Diplomático y a todos los presentes, que han querido honrar esta ocasión con su presencia y cordial bienvenida.
Saludo de una manera especial al Arzobispo Paul Cremona, al Obispo Mario Grech y al Obispo Auxiliar Annetto Depasquale, así como a los demás Obispos presentes. Al saludaros, deseo expresar mi afecto a los sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas y a todos los fieles laicos confiados a vuestros cuidados pastorales.
La ocasión de mi visita a estas islas es el 1950 aniversario del naufragio de san Pablo en las costas de la isla de Malta. San Lucas describe este acontecimiento en los Hechos de los Apóstoles, y de esta narración habéis elegido el lema de esta visita: "Jeħtieg iżda li naslu fi gżira" ["Iremos a dar en alguna isla"] (Hch 27,26). Algunos podrían pensar que la llegada de san Pablo a Malta, causada por un acontecimiento humanamente imprevisto, es un simple incidente de la historia. Sin embargo, los ojos de fe nos permiten reconocer aquí la obra de la providencia divina.
Malta, de hecho, ha sido una encrucijada de muchos de los grandes acontecimientos e intercambios culturales en la historia europea y mediterránea, y así hasta nuestros tiempos. Estas islas han jugado un papel importante en el desarrollo político, religioso y cultural de Europa, del Próximo Oriente y del Norte de África. Por tanto, el Evangelio llegó aquí, traído por san Pablo y los primeros seguidores de Cristo, según los arcanos designios de Dios. Su trabajo misionero ha dado fruto abundante a través de los siglos, contribuyendo de múltiples maneras a plasmar la rica y noble cultura de Malta.
Por su posición geográfica, estas islas han tenido gran importancia estratégica en más de una ocasión, incluso recientemente; de hecho, la "George Cross" que lleva su bandera nacional da muestra con orgullo del gran valor de vuestro pueblo durante los días oscuros de la última guerra mundial. También las fortificaciones, que resaltan de modo tan prominente en la arquitectura de la isla, hablan de antiguas contiendas, cuando Malta contribuyó tanto a la defensa de la Cristiandad, por tierra y por mar. Vosotros seguís desempeñando un valioso papel en los debates actuales sobre la identidad, la cultura y la política europea. Al mismo tiempo, me agrada constatar el compromiso del Gobierno en los proyectos humanitarios de largo alcance, sobre todo en África. Es muy de desear que esto sirva para promover el bienestar de quienes son menos afortunados que vosotros, como una expresión de genuina caridad cristiana.
En realidad, Malta tiene mucho que ofrecer en diversos campos, como la tolerancia, la reciprocidad, la inmigración y otras cuestiones cruciales para el futuro de este continente. Vuestra nación ha de continuar defendiendo la indisolubilidad del matrimonio como una institución natural y sacramental, así como la verdadera naturaleza de la familia, como ya lo está haciendo respecto a la sacralidad de la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural; y también el verdadero respeto que se debe a la libertad religiosa, de manera que todo esto lleve a un auténtico desarrollo integral de las personas y de la sociedad.
Malta tiene también estrechas relaciones con el Próximo Oriente, no sólo por lo que respecta a la cultura y la religión, sino también lingüísticamente. Permitidme que os anime a poner este conjunto de cualidades y posibilidades en favor de un uso más amplio, con el fin de servir de puente en la comprensión entre los pueblos, las culturas y las religiones del área mediterránea. Queda mucho por hacer para establecer relaciones de genuina confianza y de diálogo fructuoso, y Malta está bien situada para dar una mano amistosa a sus propios vecinos del Norte y del Sur, del Este y del Oeste.
El pueblo maltés, iluminado durante casi dos milenios por las enseñanzas del Evangelio, y continuamente robustecido por sus raíces cristianas, está justamente orgulloso del papel indispensable que la fe católica ha desempeñado en el desarrollo de su nación. La belleza de nuestra fe se manifiesta aquí de maneras diversas y complementarias y, no por último, en las vidas de santidad que han llevado a los malteses a entregarse a sí mismos por el bien de los otros. Entre estos casos, hemos de incluir a Dun Ġorɍ Preca, que he tenido el gozo de canonizar hace ahora casi tres años (3 de junio de 2007). Invito a todos a invocar su intercesión para que esta primera visita pastoral que os hago produzca abundantes frutos espirituales.
Espero rezar con vosotros durante el tiempo que estaré en Malta y, como padre y hermano, deseo aseguraros mi afecto, así como mi deseo de compartir este tiempo con vosotros en la fe y la amistad. Con estos sentimientos, confío a todos vosotros a la protección de Nuestra Señora de Ta’Pinu y a vuestro padre en la fe, el gran Apóstol Pablo.
Il-Mulej ibierek lill-poplu kollu ta’ Malta u ta’ Għawdex! [¡Que Dios bendiga a todas las gentes de Malta y de Gozo!]