Al término de esta Misa tan solemne y rica de significado, en nombre del Santo Padre expreso los votos más cordiales para que el año del IV Centenario de la muerte de Santo Toribio de Mogrovejo traiga abundantes frutos espirituales y refuerce la fe que este santo ha predicado en los 25 años en que fue el segundo Obispo de Lima y un gran evangelizador.
Dirijo un afectuoso saludo a quien hoy es el Sucesor de Santo Toribio, el Cardenal Juan Luis Cipriani, expresando aprecio por la loable iniciativa de este año.
Saludo a los cardenales y obispos que han venido a Lima para el encuentro del CELAM con ocasión de los 50 años de fundación de este organismo al servicio de los obispos de las distintas conferencias episcopales del continente latinoamericano.
Quisiera expresar también mi cercanía y reconocimiento a los obispos peruanos que han venido hoy a participar en esta celebración eucarística, especialmente doy un cariñoso saludo a la entera población de la Arquidiócesis de Lima con un especial pensamiento a los sacerdotes, religiosos, religiosas, a los miembros de los diferentes movimientos y cofradías.
Al inicio de este año que quiere recordar la figura de Santo Toribio que prodigó tantas dotes de mente, corazón y todas sus energías a esta arquidiócesis, una de las más antiguas y más extensas en aquel entonces de América Latina, quisiera decirles que amen su fe, queridos peruanos. Aliméntenla con la oración, los sacramentos y la escucha atenta de la Palabra de Dios. Transmítanla al interior de sus familias como el patrimonio más precioso. Si un padre o una madre dejan a sus hijos una fe sólida, les dejan el tesoro más grande porque será la luz que iluminará sus pasos en la vida.
Queridos hermanos y hermanas de la arquidiócesis de Lima, testimonien su fe. A través de los siglos, a través de los testigos ha sido construida la Iglesia. Santo Toribio ha sido testigo que ha encendido la fe en esta tierra. La fe es un don que no se vive sólo en la intimidad, sino que se testimonia en la vida de cada día y así la fe se transforma en una luz esplendente que conduce a Cristo de manera tal que difunde con su vida los valores humanos y cristianos que forman parte de la identidad del pueblo peruano.