Ilustres señores, gentiles señoras:
1. Con placer me encuentro con vosotros y os saludo cordialmente, periodistas, fotógrafos, operadores de televisión y cuantos, de diversas maneras, pertenecéis al mundo de la comunicación. Gracias por vuestra visita y, particularmente, por el servicio que habéis prestado durante estos días a la Santa Sede y a la Iglesia católica. Dirijo un cordial saludo a monseñor John Patrick Foley, presidente del Consejo pontificio para las comunicaciones sociales, y le agradezco las palabras que me ha dirigido en nombre de los presentes.
Se puede decir que, gracias a vuestro trabajo, durante varias semanas la atención del mundo entero ha permanecido fija en la basílica, en la plaza de San Pedro y en el palacio apostólico, dentro del cual mi predecesor, el inolvidable Papa Juan Pablo II concluyó serenamente su existencia terrena, y donde, a continuación, en la capilla Sixtina, los señores cardenales me eligieron a mí como su sucesor.
2. Gracias a todos vosotros, estos acontecimientos de importancia histórica se han difundido en todo el mundo. Sé cuánto trabajo ha implicado para vosotros, obligados a estar lejos de vuestros hogares y familias, trabajando con horarios prolongados y a veces en condiciones difíciles. Conozco la competencia y la dedicación con que habéis realizado esta ardua tarea. En nombre mío, y especialmente en nombre de los católicos que, viviendo lejos de Roma, han podido compartir estos emocionantes momentos de fe mientras se realizaban, os agradezco todo lo que habéis hecho. En efecto, son maravillosas y extraordinarias las posibilidades que nos brindan los modernos medios de comunicación.
El concilio Vaticano II ya habló del gran potencial de los medios de comunicación. En efecto, los padres conciliares dedicaron su primer documento a este tema; en él se afirma que los medios de comunicación, "por su naturaleza, pueden llegar no sólo a los individuos, sino también a las multitudes y a toda la sociedad humana" (Inter mirifica, 1). Desde el 4 de diciembre de 1963, cuando se promulgó el decreto Inter mirifica hasta hoy, la humanidad ha sido testigo de una extraordinaria revolución de los medios de comunicación, que ha afectado a todos los aspectos de la vida humana.
3. La Iglesia, consciente de su misión y de la importancia de los medios de comunicación, ha buscado, especialmente desde el concilio Vaticano II, la colaboración con el mundo de la comunicación social. Sin duda alguna, el gran artífice de este diálogo abierto y sincero fue el Papa Juan Pablo II, el cual, durante sus más de veintiséis años de pontificado, mantuvo relaciones constantes y fecundas con vosotros, que estáis comprometidos en las comunicaciones sociales. Precisamente a los responsables de las comunicaciones sociales quiso dedicar uno de sus últimos documentos, la carta apostólica del pasado 24 de enero, en la que recuerda que "vivimos en una época de comunicación global, en la que muchos momentos de la existencia humana se articulan a través de procesos mediáticos o por lo menos deben confrontarse con ellos" (El rápido desarrollo, 3).
Deseo proseguir este diálogo fructuoso, y comparto lo que observó al respecto el Papa Juan Pablo II; es decir, que "el fenómeno actual de las comunicaciones sociales impulsa a la Iglesia a una especie de revisión pastoral y cultural para ser capaz de afrontar de manera adecuada el cambio de época que estamos viviendo" (ib., 8).
4. Para que los medios de comunicación social puedan prestar un servicio positivo al bien común, hace falta la contribución responsable de todos y cada uno. Por eso, es preciso comprender cada vez mejor las perspectivas y la responsabilidad que implica su desarrollo con vistas a las consecuencias concretas que tiene para la conciencia y la mentalidad de las personas, así como para la formación de la opinión pública. Al mismo tiempo, quisiera destacar la necesidad de una clara referencia a la responsabilidad ética de quienes trabajan en este sector, particularmente por lo que respecta a la búsqueda sincera de la verdad, así como a la defensa del carácter central y de la dignidad de la persona. Sólo con esta condición los medios de comunicación pueden corresponder al plan de Dios, que los ha puesto a nuestra disposición "para descubrir, usar, dar a conocer la verdad; también la verdad sobre nuestra dignidad y sobre nuestro destino de hijos suyos, herederos del reino eterno" (ib., 14).
5. Ilustres señores, amables señoras, os agradezco una vez más el importante servicio que prestáis a la sociedad. Os expreso a cada uno mi cordial aprecio, con la seguridad de un recuerdo en la oración por todas vuestras intenciones. Extiendo mi saludo a vuestras familias y a cuantos forman parte de vuestras comunidades de trabajo. Por intercesión de la Madre celestial de Cristo, invoco sobre cada uno de vosotros los dones de Dios, en prenda de los cuales imparto a todos mi bendición.