En una última
entrevista concedida a Radio Vaticano, el Vicepresidente de
la "Academia Pontificia para la Vida", Mons. Elio
Sgreccia, respondió a las interrogantes surgidas en torno
a la decodificación del genoma humano, al alcance de
todo el mundo vía Internet, y sobre el uso que de estas
informaciones podrían hacer algunos científicos.
La Academia Pontificia
para la Vida es la institución fundada por el Papa
Juan Pablo II con el objetivo de "estudiar, informar
y formar sobre los principales problemas de la medicina y el derecho
relativos a la promoción y la defensa de la vida.
- Ante todo, monseñor
Sgreccia, ¿la Iglesia está a favor o en contra de
la investigación biomédica?
Monseñor Elio
Sgreccia: Es conocido el pensamiento oficial de la Iglesia católica,
que ha manifestado en repetidas ocasiones su aprecio y aliento
por la investigación científica, especialmente cuando
está dirigida a la prevención y el tratamiento de
enfermedades y el alivio del sufrimiento humano. Este tipo de
investigación es considerado como coherente con la fe en
Dios creador.
Se podrían
citar muchos textos del Magisterio de la Iglesia en este sentido.
Basta pensar, por ejemplo, en el pasaje del Concilio Vaticano
11 que dice: "la investigación metódica en
todos los campos del saber, si está realizada de una forma
auténticamente científica y conforme a las normas
morales, nunca será en realidad contraria a la fe, porque
las realidades profanas y las de la fe tienen su origen en un
mismo Dios. Más aún, quien con perseverancia y humildad
se esfuerza por penetrar en los secretos de la realidad, está
llevado, aun sin saberlo, como por la mano de Dios, quien, sosteniendo
todas las cosas, da a todas ellas el ser" "(Gaudium
et Spes 36).
- ¿Colabora
la Iglesia en la investigación biomédica actual?
Monseñor Elio
Sgreccia: La historia confirma esta colaboración ya desde
los descubrimientos en el campo genético realizados por
el monje Gregor Johann Mendel (1822-1884). Este apoyo es hoy de
elocuente actualidad en las instituciones de investigación,
en las facultades de Medicina y en los hospitales dirigidos por
la Iglesia. En ellos, se cultiva la investigación científica
con un reconocido empeño y resultados eficaces, a pesar
de que a veces carecen de recursos. Particularmente son reconocidos
por sus resultados en la prevención y tratamiento de las
enfermedades.
La estima y el aprecio
que siente la Iglesia por los científicos han sido tes~
timoniados también por la presencia de muchos científicos
de otras religiones, o no creyentes, en instituciones académicas
de la Iglesia, como sucede por ejemplo en la Academia de las Ciencias
de la Santa Sede.
- Sin embargo,
la Iglesia pone límites a la investigación. ¿Cuáles
son?
Monseñor Elio
Sgreccia: No cabe duda de que la ciencia experimental, al igual
que toda actividad humana, tiene que estar orientada al bien del
hombre y al respeto de cada persona, ya sea en los objetivos que
persigue, ya sea en los medios que utiliza. Siempre tiene que
respetar al hombre, a todo sujeto humano implicado en la experimentación,
especialmente en las fases de la vida más frágiles,
o cuando el sujeto sometido a la experimentación no puede
dar su consentimiento. Una investigación científica
que pretendiera evitar un examen riguroso ético de sus
objetivos, de sus métodos, y de sus consecuencias, no sería
digna del hombre, y correría el peligro de ser utilizada
contra los más débiles e indefensos. Este uso desfigurado
de la ciencia ha escrito páginas oscuras en la historia,
no demasiado lejanas, y una investigación de este tipo
no debe volver a surgir, pues no sólo atentaría
contra Dios, sino contra el mismo hombre y la civilización.
- La Iglesia se
ha metido particularmente en el debate surgido por los interrogantes éticos que plantea la experimentación con células
madre (o estaminales). ¿Cuál es la posición
de la Academia Pontificia para la Vida en este sentido?
Monseñor Elio
Sgreccia: En este sentido, vale la pena recordar que, en el documento
de nuestra Academia dedicado al uso de las células estaminales
(Cf. Zenit, 24 de agosto), se expresa el aliento a la investigación
con las células estaminales extraídas del organismo
del adulto o, en el nacimiento, del cordón umbilical, así
como también de los fetos abortados involuntariamente,
en conformidad con hipótesis convalidadas por investigaciones
acreditadas internacionalmente.
El auspicio de tratar
de poner remedio a graves enfermedades por este camino ha sido
repetido, alentado y aplicado en las mismas instituciones de investigación
de inspiración católica. El hecho de que nuestra
misma Academia haya expresado un juicio negativo desde el punto
de vista ético de la utilización destructiva de
embriones con el objetivo de investigar con células estaminales
y de toda forma de clonación humana, también de
la llamada de manera inapropiada "terapéutica",
se debe a motivos basados en la ética racional y no en
una instancia basada únicamente en la fe religiosa.