V Domingo Ordinario

febrero 7, 2016

Color: Verde

Lecturas diarias:

  • Primera Lectura

    Isaías 6:1-2, 3-8

    1El año de la muerte del rey Uzías vi al Señor sentado en un trono excelso y elevado. El vuelo de su manto llenaba el Templo.
    2Unos serafines se mantenían por encima de Él. Cada uno tenía seis alas: con dos se cubrían el rostro, con dos se cubrían los pies, y con dos volaban.
    3Clamaban entre sí diciendo:
    —¡Santo, Santo, Santo es el Señor de los ejércitos! ¡Llena está toda la tierra de su gloria!
    4Retemblaron los soportes de los dinteles por el estruendo del clamor, mientras el Templo se llenaba de humo.
    5Entonces me dije:
    —¡Ay de mí, estoy perdido, pues soy un hombre de labios impuros, que habito en medio de un pueblo de labios impuros, y mis ojos han visto al Rey, al Señor de los ejércitos!
    6Entonces voló hacia mí uno de los serafines portando una brasa que había tomado del altar con unas tenazas,
    7tocó mi boca y dijo:
    —Mira: esto ha tocado tus labios, tu culpa ha sido quitada, y tu pecado, perdonado.
    8Entonces oí la voz del Señor, que decía:
    —¿A quién enviaré? ¿Quién irá de nuestra parte? Y respondí: —Aquí estoy. Envíame a mí.

  • Salmo Responsorial

    Salmo 138:1-5, 7-8

    1De David.
    Te doy gracias, Señor, de todo corazón, porque has escuchado las palabras de mi boca. Delante de los ángeles entonaré salmos para Ti.
    2Me postraré hacia tu Templo santo,
    y daré gracias a tu Nombre por tu misericordia y tu fidelidad, porque has engrandecido tu promesa por encima de todo nombre.
    3El día en que te invoqué, Tú me escuchaste,
    diste fuerza a mi alma.
    4Te alabarán, Señor, todos los reyes de la tierra,
    cuando oigan las palabras de tu boca.
    5Y cantarán los caminos del Señor,
    porque grande es la gloria del Señor;
    7Si camino entre angustias,
    me das vida. Contra la ira de mis enemigos extiendes tu mano, y tu diestra me salva.
    8El Señor concluirá todo en favor mío.
    Señor, tu misericordia es eterna: no abandones la obra de tus manos. 

  • Segunda Lectura

    1 Corintios 15:1-11

    1Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os prediqué, que recibisteis, en el que os mantenéis firmes,
    2y por el cual sois salvados, si lo guardáis tal como os lo anuncié. ¡Y si no, habéis creído en vano!
    3Porque os transmití en primer lugar lo mismo que yo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras;
    4que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras;
    5y que se apareció a Cefas, y después a los doce.
    6Después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, la mayoría de los cuales vive todavía y algunos ya han muerto.
    7Luego se apareció a Santiago, y después a todos los apóstoles.
    8Y en último lugar, como a un abortivo, se me apareció también a mí.
    9Porque soy el menor de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, ya que perseguí a la Iglesia de Dios.
    10Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y la gracia que se me dio no resultó inútil; al contrario, he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios que está conmigo.
    11Por consiguiente, tanto ellos como yo esto es lo que predicamos y esto lo que habéis creído.

    OR

    1 Corintios 15:3-8, 11

    3Porque os transmití en primer lugar lo mismo que yo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras;
    4que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras;
    5y que se apareció a Cefas, y después a los doce.
    6Después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, la mayoría de los cuales vive todavía y algunos ya han muerto.
    7Luego se apareció a Santiago, y después a todos los apóstoles.
    8Y en último lugar, como a un abortivo, se me apareció también a mí.
    11Por consiguiente, tanto ellos como yo esto es lo que predicamos y esto lo que habéis creído.

  • Evangelio

    Lucas 5:1-11

    1Estaba Jesús junto al lago de Genesaret y la multitud se agolpaba a su alrededor para oír la palabra de Dios.
    2Y vio dos barcas que estaban a la orilla del lago; los pescadores habían bajado de ellas y estaban lavando las redes.
    3Entonces, subiendo a una de las barcas, que era de Simón, le rogó que la apartase un poco de tierra. Y, sentado, enseñaba a la multitud desde la barca.
    4Cuando terminó de hablar, le dijo a Simón:
    —Guía mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca.
    5Simón le contestó:
    —Maestro, hemos estado bregando durante toda la noche y no hemos pescado nada; pero sobre tu palabra echaré las redes.
    6Lo hicieron y recogieron gran cantidad de peces. Tantos, que las redes se rompían.
    7Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que vinieran y les ayudasen. Vinieron, y llenaron las dos barcas, de modo que casi se hundían.
    8Cuando lo vio Simón Pedro, se arrojó a los pies de Jesús, diciendo:
    —Apártate de mí, Señor, que soy un hombre pecador.
    9Pues el asombro se había apoderado de él y de cuantos estaban con él, por la gran cantidad de peces que habían pescado.
    10Lo mismo sucedía a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Entonces Jesús le dijo a Simón:
    —No temas; desde ahora serán hombres los que pescarás.
    11Y ellos, sacando las barcas a tierra, dejadas todas las cosas, le siguieron.