Lecturas diarias:
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Primera Lectura
Apocalipsis 21:1-5
1Luego vi un cielo nuevo y una tierra nueva - porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar no existe ya. 2Y vi la Ciudad Santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, de junto a Dios, engalanada como una novia ataviada para su esposo. 3Y oí una fuerte voz que decía desde el trono: «Esta es la morada de Dios con los hombres. Pondrá su morada entre ellos y ellos serán su pueblo y él Dios - con - ellos, será su Dios. 4Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado.» 5Entonces dijo el que está sentado en el trono: «Mira que hago un mundo nuevo.» Y añadió: «Escribe: Estas son palabras ciertas y verdaderas.» -
Salmo Responsorial
Salmo 95:1-7
1Venid, cantemos gozosos a Yahveh, aclamemos a la Roca de nuestra salvación; 2con acciones de gracias vayamos ante él, aclamémosle con salmos. 3Porque es Yahveh un Dios grande, Rey grande sobre todos los dioses; 4en sus manos están las honduras de la tierra, y suyas son las cumbres de los montes; 5suyo el mar, pues él mismo lo hizo, y la tierra firme que sus manos formaron. 6Entrad, adoremos, prosternémonos, ¡de rodillas ante Yahveh que nos ha hecho! 7Porque él es nuestro Dios, y nosotros el pueblo de su pasto, el rebaño de su mano. ¡Oh, si escucharais hoy su voz!: -
Evangelio
Juan 10:22-30
22Se celebró por entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno. 23Jesús se paseaba por el Templo, en el pórtico de Salomón. 24Le rodearon los judíos, y le decían: «¿Hasta cuándo vas tenernos en vilo? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente.» 25Jesús les respondió: «Ya os lo he dicho, pero no me creéis. Las obras que hago en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de mí; 26pero vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas. 27Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas mi siguen. 28Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. 29El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre. 30Yo y el Padre somos uno.»