Discursos y Homilías

Discursos y Homilías

Declaración Conjunta del Papa Benedicto XVI y del Patriarca Bartolomé I
“¡Este es el día que el Señor ha hecho, exultemos y gocémonos en él!”
(Salmo 117, 24)
(30 de noviembre de 2006)

La fraternal reunión que hemos tenido, el Papa de Roma Benedicto XVI y el Patriarca Ecuménico Bartolomé I, es obra de Dios y de algún modo un don que de Él procede. Agradecemos al autor de todo bien, Quien nos ha permitido nuevamente expresar en oración y en diálogo nuestra alegría de sentirnos hermanos y de renovar nuestro compromiso en la perspectiva de la plena comunión. Este compromiso proviene de la voluntad de nuestro Señor y de nuestra responsabilidad como pastores en la Iglesia de Cristo. Nuestra reunión quiere ser signo y apoyo para todos, a fin de que compartamos los mismos sentimientos y las mismas disposiciones de fraternidad, cooperación y comunión en el Amor y la Verdad. El Espíritu Santo ha de conducirnos a la preparación del gran día de la reconstitución de la unidad plena, cuando Dios lo quiera y como Él lo quiera. Entonces podremos alegrarnos y regocijarnos plenamente.

1. Hemos recordado con gratitud las reuniones de nuestros respetables predecesores, bendecidos por Dios, los cuales mostraron al mundo la urgencia de la unión y marcaron el sendero a fin e que lleguemos a ella a través del diálogo, de la oración y de la vida eclesiástica cotidiana. El Papa Pablo VI y el Patriarca Atenágoras I peregrinos en Jerusalén, donde Jesucristo murió y resucitó para la salvación del mundo, se reunieron desde entonces nuevamente, aquí en el Fanar y en Roma.
Ellos nos legaron una declaración conjunta, la cual conserva todo su valor, remarcando que el verdadero diálogo de amor debe apoyar e inspirar todas las relaciones entre las personas y entre estas Iglesias, “debe estar basado en la plena confianza hacia el único Señor Jesucristo en el mutuo respeto de las respectivas tradiciones” ( Tomo de Amor, 195). De ninguna manera hemos olvidado el intercambio de visitas entre su Santidad el Papa Juan Pablo II y su Santidad el Patriarca Demetrio I. Exactamente durante la visita del Papa Juan Pablo II, su primera visita ecuménica, fue anunciada la formación de la comisión mixta del diálogo teológico entre la Iglesia Católica Romana y la Iglesia Ortodoxa. En aquella participaron nuestras Iglesias en pos del proclamado objetivo de la reconstitución de la plena comunión.

En lo que respecta a las relaciones entre las Iglesias de Roma y Constantinopla, no podemos olvidar el acto oficial, a través del cual se borraron de la memoria los antiguos anatemas, que influenciaban negativamente las relaciones de nuestras Iglesias a través de los siglos. Aún no hemos sacado todo el provecho a las consecuencias positivas que se derivan de este acto en nuestro caminar hacia la plena unidad, hacia la cual la comisión mixta está llamada a ofrecer un importante aporte. Invitamos a nuestros fieles a que se comprometan en un rol activo en este proceso a través de la plegaria y de gestos significativos.

2. Durante la reunión plenaria de la Comisión Mixta del diálogo teológico, la cual tuvo recientemente lugar en Belgrado, y que gozó de la generosa hospitalidad de la Iglesia Ortodoxa de Serbia, hemos expresado nuestra profunda alegría por la reanudación del diálogo teológico. Después de una interrupción de algunos años debido a diversas dificultades, la Comisión pudo trabajar nuevamente en espíritu de amistad y de cooperación. Examinando el tema “Sinodicidad y Autoridad en la Iglesia” a niveles local, regional y universal, la Comisión llegó a la fase de estudio de las consecuencias eclesiológicas y canónicas de la naturaleza mistérica de la Iglesia. Esta fase nos permitirá señalar algunas de las cuestiones básicas que permanecen aún sin solución. Estamos comprometidos a apoyar permanente y continuamente, como en el pasado, el trabajo encomendado a esta Comisión y a acompañar a sus miembros con nuestras oraciones.

3. Como pastores hemos reflexionado sobre todo acerca de la misión de anunciar el Evangelio en el mundo de hoy. Esta misión, “Id pues y haced discípulos a todas las gentes” (Mat. 28, 19), es más que nunca actual y necesaria, aún en las naciones tradicionalmente cristianas. Además, no podemos ignorar el crecimiento de la secularización, del relativismo e incluso del nihilismo, sobre todo en el mundo occidental. Todo esto exige un anuncio del Evangelio renovado y decidido, que se adapte a las culturas de nuestro tiempo. Nuestras tradiciones representan un patrimonio que debe ser compartido, propuesto y y renovadamente interpretado. Por ello debemos fortalecer la cooperación y nuestro común testimonio hacia todas las naciones.

4. Hemos visto de manera positiva el proceso que ha conducido hacia la formación de la Unión Europea. Los actores de esta gran iniciativa no dejarán de tener en cuenta todos los aspectos que conciernen a la persona humana y sus derechos inalienables, sobre todo la libertad religiosa, testigo y garante del respeto de todas las demás libertades. En toda iniciativa de unificación, las minorías deben ser protegidas, con sus tradiciones culturales y las características propias de cada religión. En Europa, al tiempo de mantenernos siempre abiertos a otras religiones y hacia sus aportes a la cultura, debemos unir esfuerzos por preservar las raíces cristianas, sus tradiciones y valores, para asegurar así  el respeto a la historia y así contribuir a la cultura europea del futuro, y a la calidad de las relaciones humanas en todos los niveles. En este marco, ¿cómo no referirnos a los antiquísimos testimonios y a la ilustre tradición cristiana del lugar en el que nos encontramos reunidos, comenzando por las palabras del libro de los Hechos de los Apóstoles, respecto a la persona de San Pablo, apóstol de las naciones? En estas tierras se encontraron el mensaje del Evangelio y la antigua tradición cultural. Este vínculo, que tanto ha contribuido al patrimonio cristiano que compartimos, se conserva actual y ha de dar en el futuro otros frutos para la promoción del Evangelio y para nuestra unión.

5. Nuestra preocupación se dirige hoy hacia aquellos lugares del mundo de hoy, donde viven cristianos, y hacia las dificultades que deben enfrentar, particularmente la pobreza, las guerras, y el terrorismo, pero también hacia las diversas formas de explotación de los pobres, de los inmigrantes, de las mujeres y los niños. Estamos llamados a emprender juntos acciones en favor del respeto a los derechos de todo ser humano creado a imagen y semejanza de Dios, y de promover su desarrollo económico, social y cultural. Nuestras tradiciones teológicas y éticas pueden ofrecer una base sólida para una aproximación en común desde la palabra y la acción. Ante todo queremos proclamar que el asesinato de inocentes en el nombre de Dios es una ofensa contra Él y contra la dignidad humana. Todos debemos comprometernos a un renovado servicio a la humanidad y a la defensa de la vida humana, de toda vida humana.

Nos tomamos muy a pecho la causa por la paz en el Medio Oriente, donde nuestro Señor vivió, sufrió, murió y resucitó, y donde vive, desde hace tantos siglos, una multitud de hermanos cristianos. Deseamos ardientemente que la paz se restablezca en aquella tierra, que se refuerce la coexistencia cordial entre sus diversas poblaciones, entre las Iglesias y las diferentes religiones. Para ello, exhortamos al establecimiento de relaciones más estrechas entre los cristianos y a un diálogo interreligioso auténtico y leal, para combatir toda forma de violencia y de discriminación.

6. Frente a los grandes peligros para el medio ambiente en la época actual, queremos expresar nuestra preocupación por las consecuencias negativas que pueden derivar para la humanidad y para toda la creación de un progreso económico y tecnológico que no reconoce los propios límites. Como jefes religiosos, consideramos uno de nuestros deberes alentar y sostener los esfuerzos realizados para proteger la creación de Dios y para dejar a las generaciones futuras una tierra en la que puedan vivir.

7. Finalmente, nuestro pensamiento se dirige a todos vosotros, fieles de ambas Iglesias presentes en todo el mundo, obispos, presbíteros, diáconos, religiosos y religiosas, hombres y mujeres laicos, avocados a cualquier servicio eclesiástico y hacia todos los bautizados. Saludamos en Cristo a todos los demás cristianos, asegurándoles nuestra oración y nuestra buena disposición para el diálogo y la cooperación. Os saludamos a todos vosotros a través de las palabras del Apóstol de las naciones: “La Gracia a vosotros y la paz de Dios, Padre nuestro, y de nuestro Señor Jesucristo.” (II Cor. 1,2)

Fanar, 30 Noviembre 2006

BENEDICTO XVI                                                                              BARTOLOMÉ I


Traducción: ACI Prensa