Ceremonia de bienvenida en el aeropuerto internacional de Viena/Schwechat |
(7 de septiembre de 2007)
Señor Presidente Federal,
Señora Canciller Federal,
Venerado Señor Cardenal,
Queridos Hermanos en el Episcopado,
Ilustres Señoras y Señores,
Queridos jóvenes amigos,
Con gran alegría vengo, por vez primera desde el inicio de mi pontificado, a esta tierra austriaca, un País que me es familiar dada la cercanía geográfica al lugar donde nací, pero que no lo es solamente por esto. Le agradezco, Señor Presidente Federal, las cordiales palabras que, en nombre de todo el pueblo austriaco, me ha dirigido.
Usted sabe cuán ligado me siento a su patria y a muchas personas y lugares de su país. Este espacio cultural en el centro de Europa supera fronteras y une impulsos y fuerzas de varias partes del Continente. La cultura de este país está esencialmente influenciada por el mensaje de Jesucristo y la acción que la Iglesia ha desarrollado en su nombre. Todo esto y muchas otras cosas me dan la viva impresión de estar entre vosotros, queridos austriacos, como “en casa”.
El motivo de este viaje a Austria es el 850° aniversario del sacro lugar de Mariazell. Este santuario mariano representa en cierto modo el corazón materno de Austria y posee desde siempre una particular importancia también para los húngaros y los pueblos eslavos. Es símbolo de una apertura que no solo supera fronteras geográficas y nacionales, sino que es un lugar desde donde la misma María lleva a una dimensión esencial del hombre: la capacidad de abrirse a la Palabra de Dios y su verdad.
Con esta perspectiva, durante los próximos tres días, deseo realizar aquí en Austria mi peregrinaje a Mariazell. En los últimos años se constata con gozo un creciente interés por parte de muchas personas por la peregrinación. En este avanzar en el peregrinaje, también los jóvenes encuentran un camino nuevo de reflexión y meditación; se conocen unos a otros y juntos se encuentran frente a la creación, pero también frente a la historia de la fe, que inesperadamente experimentan como una fuerza para el presente. Concibo mi peregrinaje a Mariazell como un estar en camino junto a los peregrinos de nuestro tiempo. En este sentido iniciaré dentro de poco en el centro de Viena la oración común que, casi como peregrinación espiritual, acompañará estos días en todo el país.
Mariazell representa no solo una historia de 850 años, sino en base a la experiencia de la historia –y sobre todo en virtud del envío materno de la Estatua milagrosa de Cristo– indica también el camino hacia el futuro. En esta perspectiva quisiera hoy, junto con las autoridades políticas de este país y los representantes de las organizaciones internacionales, trazar una mirada a nuestro presente y nuestro futuro.
El día de mañana, fiesta de la Natividad de María y fiesta patronal de Mariazell, llegaré a aquel lugar de gracia. En la Celebración Eucarística frente a la Basílica nos reuniremos, según las indicaciones de María, en torno a Cristo que viene a nosotros. A Él pediremos el poderlo contemplar siempre más claramente, reconocerlo en nuestros hermanos, servirlo en ellos e ir juntos con Él hacia el Padre. Como peregrinos hacia el santuario, en la oración y por medio de los medios de comunicación, estaremos unidos a todos los fieles y hombres de buena voluntad aquí en el país y bastante más allá de sus confines.
Peregrinación no significa solamente hombres hacia un santuario puesto que el camino de regreso a la cotidianidad es también esencial. Nuestra vida cotidiana, cada semana comienzan siempre con el domingo: don liberador de Dios que queremos acoger y custodiar. Celebraremos así este domingo en la Basílica de San Esteban, en comunión con todos aquellos que en las parroquias de Austria y todo el mundo se congregarán para la Santa Misa.
¡Señoras y señores! Sé que en Austria el domingo, en cuanto día no laborable, y también los momentos libres de los otros días de la semana, son usados en parte por muchas personas para un compromiso voluntario al servicio de los otros. También un compromiso similar, ofrecido con generosidad y desinterés por el bien y la salvación de los otros, marca la peregrinación de nuestra vida. Quien “mira” al prójimo –lo hace y le hace bien– mira a Cristo y lo sirve. Guiados y alentados por María queremos afinar nuestra mirada cristiana en vistas a los desafíos a ser afrontados en el espíritu del Evangelio y, llenos de gratitud y esperanza, de un pasado rico de gracia nos encaminamos hacia un futuro lleno de promesas.
¡Señor Presidente Federal, queridos amigos! Me alegro de estos días en Austria y al inicio de mi peregrinación lo saludo y a todos vosotros os doy un cordial “Grüss Gott”.
Traducción no oficial al español de ACI Prensa