Entrevistador: Sr. Kühnel, no solamente es Ud. un buen amigo del Papa Benedicto XVI, sino que frecuentemente se han referido a Ud. como “el correo del Papa”. ¿Qué nos puede deicr al respecto?
Thaddäus Kühnel: Esa historia tiene una larga tradición, que comenzó en 1982, cuando el entonces Cardenal Ratzinger fue llamado a servir en la Curia en Roma. Estaba yo parado junto a él, en la puerta de la Catedral y le dije que no debía ponerse triste por tener que dejar su amada Baviera. Le prometí que le llevaría todas las “cositas bávaras” hasta Roma, lo cual he hecho y hago hasta ahora.
Entrevistador: ¿Y cuáles son esas “cositas bávaras”?
Thaddäus Kühnel: La primera cosa que llevé en mi auto hasta Roma fue un cirio pascual, además de jugos de frutas de Adelholzen y agua mineral. Para navidad le llevé la primera corona de adviento, pues casi no se encuentran en Italia. Hoy ya van mas de cuarenta cosas.
Cerca de la Navidad llevo siempre un cargamento de árboles de navidad, unos seis o siete, que acomodo en un transporte de esquís. El Banco Hauck & Aufhäuser financia mis viajes y me ayuda con todo lo que sea necesario para el viaje.
Entrevistador: ¿Y cuáles son las golosinas navideñas que alegran más al Papa?
Kühnel: Especialmente le gustan las galletas navideñas hechas en casa por las señoras que atienden las parroquias bávaras, y las que se hacen an algunos monasterios. Pero también le gustan unos chocolates que fabrican en Aachen.
Entrevistador: Ud. ya ha pasado muchas veces por el paso fronterizo de Brenner camino hacia Italia. ¿Podría contarnos alguna curiosidad que le haya sucedido alguna vez?
Kühnel: En los años ochenta, cuando había una fuerte deforestación, era necesario una autorización por cada árbol que transportaba. Una vez me encontraba yo con mi carga de siete árboles en el puesto fronterizo austriaco, pero solo tenía seis certificados. El guardia me dijo que solo podía pasar con seis. Cuando le dije que no se iría a quedar con ninguno, fue hacia el cargamento y simplemente rompió la punta de uno de los árboles. Me irrité tanto que lo llamé de “res austriaca”. Fui denunciado por agravio a la autoridad, pero gracias a la intervención de algunos amigos, finalmente me la quitaron.
Entrevistador: Cada vez que el Cardenal Ratzinger visitaba Baviera, era siempre Ud. quien le hacía de chofer...
Kühnel: Así es. Lo recogía en el aeropuerto y lo llevaba hacia Pentling o a Ratisbona a casa de su hermano. Algunas veces llevaba conmigo a toda la familia, el Cardenal, su hermano Georg y su hermana María. Eran muy hermosas también las excursiones que hacíamos juntos a Mallersdorf, Brixen, Linz, Klagenfurt y Bad Hofgastein, la mayoría de las veces con toda su familia.
Entrevistador: ¿Y se reían mucho durante estos viajes? ¿El Papa tiene buen humor?
Kühnel: Pero naturalmente! Le gusta especialmente Karl Valentin, y lo citaba a menudo riéndose a carcajadas. En nuestros viajes nos reíamos, conversábamos, rezábamos, pero también hacíamos mucho silencio. Cuando lo recogía en el aeropuerto y se subía al auto, inmediatamente sabía yo cómo estaba, si traía alguna reflexión en mente o si estaba trabajando en alguna prédica. Todo lo hace en la cabeza, tiene una memoria de computador, aún siendo Cardenal, vino a Alemania para la Ascensión del Señor en el 2004. Cuando lo llevaba, me dijo: “tengo que pensar ahora lo que voy a decir”. Al terminar su prédica, vinieron hacia mí a pedirme que les dé el escrito. No podían creer que el Cardenal simplemente había hablado desde el ambón.
Entrevistador: Ciertamente mucho cambió desde abril del año pasado. ¿Cuántas veces viaja Ud. actualmente hacia Roma?
Kühnel: Cuatro veces al año viajo como correo hasta Roma en mi auto. Pero vuelo casi cada cuatro semanas a visitar al Papa. Aún después que el Cardenal fue elegido Papa, quisimos mantener de todas maneras esta tradición.
Entrevistador: ¿Y cómo transcurre una de sus visitas al Papa?
Kühnel: Cuando llego a Roma tengo paso libre. Los guardias suizos conocen mi carro y la placa, que desde hace veinte años es la misma. Cuando lo visito personalmente, recibo de antemano una llamada de su secretario privado y me cita por ejemplo para las 6 de la tarde. Subo por el ascensor los tres pisos hasta el apartamento pontificio. Es simplemente hermosa la vista desde su terraza, la ciudad de Roma yace entera a sus pies. El que yo, como laico que soy, pueda disfrutar todo esto, es gracias a los 23 años que somos amigos. Cada vez que estoy con el Papa, me dice siempre: "Sr. Kühnel, debemos poner al día la conversación" Nos vamos contando un poco de cosas uno al otro, hasta que una religiosa nos llama a cenar. Casi todas las veces estamos dos horas y media juntos.
Entrevistador: ¿Ha cambiado mucho la cosa desde que Joseph Ratzinger es el Papa?
Kühnel: Naturalmente desde abril del año pasado se ha vuelto más difícil encontrarnos. Antes simplemente lo recogía y conducíamos juntos a la ciudad a algún buen restaurant. Obviamente eso ya no es posible. Como Papa no puede moverse ya tan libremente, ahora la seguridad está en primer lugar.
Entrevistador: Luego de todos estos años, ¿qué significó para Ud. que su amigo de repente se haya convertido en el Papa?
Kühnel: Antes del Conclave conversamos por teléfono y me dijo en aquella oportunidad: "Sr. Kühnel, permanecemos en contacto”, como si ya hubiese presagiado alguna cosa. Cuando fue elegido, no estaba yo en Roma, sino sentado en mi oficina en Munich con el pie roto. Cuando vi la ceremonia por televisión, estaba profundamente tocado. Por un lado lleno de alegría, por otro con cierta nostalgia. Sabía, que toda una época llegaba a su fin. Joseph Ratzinger no es mas una persona privada, ahora es el Papa.
Entrevistador: ¿Y cómo fue la primera vez que se encontraron luego?
Kühnel: Durante nuestra primera cena juntos en Roma, ninguno caía totalmente en cuenta de la situación. Ciertamente era él el mismo de siempre y al mismo tiempo era totalmente otro. Todo pasó tan rápido para mí que aún no me acostumbro totalmente. A menudo me sucede que le pregunto: “Dígame, Señor Cardenal, ¿qué opina Ud. de este asunto?” luego me doy cuenta y me quedo pasmado por mi error. Entonces él solo se ríe y dice: “Bueno, Sr. Kühnel, no se preocupe, eso le sucede a muchos".
Entrevistador: ¿Y las cosas han cambiado mucho desde entonces?
Kühnel: Lo que me impresiona especialmente, es que sus antiguos enemigos se han vuelto de un momento a otro amigos, que incluso lo alaban. Antes muchos renegaban por lo que llamaban su línea dura. Quien lo conoce personalmente, se da cuenta que no es una persona severa. Es mas bien un hombre con buen ánimo y modesto. Las veces que cuando antiguamente salíamos a comer a algún lado y alguien lo reconocía, siempre reaccionó de manera muy amable.
Entrevistador: ¿le alegra a Ud. la próxima visita papal a Baviera? ¿Se llegarán a encontrar?
Kühnel: Él va a tener un programa oficial muy apretado, seguramente no voy a participar, seguramente va a haber mucho tumulto. Es mejor luego verlo en privado, quien sabe en Ratisbona cuando vaya a bendecir el Organo benedictino a la "Alten Kapelle" (Capilla Antigua) y se encuentre luego con su hermano, tal vez podamos cenar juntos.
Fuente: ZDF.de