Aparecida 2007
Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe
del 13 al 31 de mayo del 2007 · Aparecida - Brasil
Visita del Papa
del 9 al 13 de mayo
Sandra Grossi de Almeida, de 37 años, se prepara para conocer al Santo Padre Benedicto XVI durante la misa de canonización de Fray Galvão, el 11 de mayo, en el Campo de Marte de Sao Paulo, durante la visita papal a Brasil 2007.
Su historia, incluida en el proceso de canonización del beato, fue aceptada por la Iglesia como testimonio de milagro.
El milagro fue aprobado y hecho público por el Vaticano, el pasado 22 de diciembre de 2006.
Sandra no alimenta grandes pretensiones cuando esté frente al Papa "Creo que estaré tan emocionada que apenas voy a lograr agradecerle el haber concedido la canonización de Fray Galvão aquí en Brasil, un regalo para mí y para todo el pueblo brasileño", afirmó.
En 1999, Sandra dio a la luz a Enzo gracias a las "píldoras de oración de Fray Galvão", oraciones escritas en pequeños papeles, distribuídas gratuitamente y hechas por las monjas del Monasterio de la Luz.
Antes de quedar embarazada de Enzo, tuvo tres gestaciones interrumpidas por un problema congénito conocido como útero bicorde - un cartílago que se forma en medio del útero separándolo en dos partes pequeñas, lo que imposibilita el crecimiento del feto por falta de espacio. Las 3 gestaciones de Sandra llegaron apenas hasta el cuarto mes y luego fueron interrumpidas naturalmente con hemorragias e intensos dolores.
Así comenzó todo
Católica practicante, Sandra ya se había resignado a la idea de no poder concebir y decidió adoptar a Isabela, hoy con 12 años. Cuando quedó embarazada por cuarta vez, estaba consciente de las dificultades que enfrentaría, pero quería llevar el embarazo adelante.
"La ginecóloga me dijo que no me haga ilusiones. Haría todo cuanto estaba a su alcance y a la disposición de la medicina para ayudarme, pero me previno claramente sobre la gran posibilidad de una pérdida más", cuenta Sandra. Fue entonces que una amiga de la familia, ya fallecida, le habló y ofreció las "píldoras de Fray Galvão". Por su fe aceptó las píldoras, a pesar de no conocer la historia del beato.
Para sorpresa de los médicos, pero no de Sandra, en la primera noche de la primera novena rezada a Fray Galvão, la hemorragia paró y los dolores cesaron. "Aquélla fue una señal de que podía creer aún más en el poder de Fray Galvão y en su intercesión por mí", aseguró Sandra.
Sandra dijo que la intercesión de Fray Galvão fue vital en varios momentos. Ella no sintió dolores en las contracciones ni durante el parto. En el cuarto mes de gestación fue necesario ser sometida a una cirugía para cerrar el cuello del útero, procedimiento delicado y que además se realizó sin las temidas hemorragias.
A pesar de todo caminar bien, un nuevo riesgo de aborto fue identificado en el quinto mes de la gestación a causa del tamaño del bebé. "¡El útero no aguantaría! Fue ahí que nuevamente recurrí a Fray Galvão", recordó Sandra. Esta vez las oraciones eran para superar aquél estado. Era necesario garantizar que el bebé alcance los dos kilos, peso mínimo y viable para el nacimiento. Y fue en este momento cuando todo ocurrió.
Después de pasar por esta fase crítica, Sandra consiguió llegar a la 32ª semana de gestación, algo inimaginable para su caso. "Para los médicos parecía imposible, pero no para Dios", afirmó. También inimaginable era la conservación del útero después del parto, pues el cartílago imposibilitaría la expulsión de la placenta y la única salida sería una histerectomía (extracción total del útero).
Médicos y enfermeras estaban listos y el consentimiento para una posible histerectomía ya había dado por la pareja. "Salí de la cesárea con mi útero y con mi hijo en los brazos, saludable", contó Sandra muy emocionada.
Algunas horas después del parto, Enzo presentó un problema pulmonar severo que suele ser una de las principales causas de muerte entre los prematuros. Con nuevas oraciones, el bebé salió de la intubación al día siguiente, cosa que en casos similares pasa sólo después de varias semanas.
Hoy, Enzo es un niño saludable. A los ocho años él derrocha alegría, vitalidad y tiene un claro entendimiento sobre la importancia de Fray Galvão en su vida. Cuando se le preguntó sobre el Fray, el contestó naturalmente: "Fue gracias a él que yo nací".
Los padres no fuerzan ni alimentan expectativas eclesiásticas para su hijo. "La única cosa que anhelo es que sea una persona buena, siga o no la vida religiosa, esa será una decisión de él", aseguró la madre.
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Fuente: http://www.visitadopapa.org.br, traducción ACI Prensa