Introducción
¿Quién es Pablo?
Su origen. Geografía y cronología
El hebreo Pablo
Conversión y misión
¿Una conversión?
El misionero
Para las naciones
Misión e Iglesia
La misión de Pablo
Guiado por el Espíritu
La sinagoga, la plaza pública
Las casas privadas
Los que escuchan a Pablo
Duración de las misiones ciudadanas
¿Cómo comunica Pablo?
Todo por el Evangelio y a través del Evangelio
La predicacón
Los carismas y los milagros
Conclusión
Apéndice
La enseñanza del Papa Benedicto XVI sobre el Apóstol Pablo
Introducción
Ciudad del Vaticano (Agenzia Fides) - San Pablo “Brilla como una estrella de primera magnitud en la historia de la Iglesia, y no sólo en la de los orígenes” (Papa Benedicto XVI, Audiencia del 25 octubre de 2006). Figura rica y compleja, el Apóstol de las naciones, antes de ser el autor de cartas cuya herencia gozamos hoy, es un misionero. Su encuentro con Cristo en el camino de Damasco es la fuente de toda su predicación y teología. Ha recorrido el Mediterráneo sufriendo la persecución, enfrentando los peligros de los viajes, trabajando sin temer el cansancio. Estaba orgulloso de predicar el Evangelio allí donde ninguno lo había hecho antes que él.
En este año jubilar dedicado al Apóstol de las naciones, contemplar esta figura emblemática y fundadora permite recibir nuevamente un impulso para la misión. Esto comporta sobre todo mirar la persona misma de San Pablo. El conocimiento de su origen en sentido geográfico y religioso permite acoger mejor la naturaleza del impacto provocado por el encuentro con Cristo, pero también por comprender cómo su ser había podido ser transformado y puesto al servicio de la misión. En un segundo momento miraremos cómo Pablo había entendido y realizado su vocación misionera. ¿Qué es un apóstol? ¿Cómo se lo puede identificar? Asimismo será interesante ver a quienes se ha dirigido Pablo, en qué lugares. ¿Cómo anunciaba el Evangelio? ¿Qué puesto ocupaba la predicación, los milagros y los carismas en su ministerio? Todos estos aspectos tendrían que ayudarnos a percibir mejor los mecanismos fundamentales de cada misión.
¿QUIÉN ES PABLO?
Su origen. Geografía y cronología
San Luca señala que Pablo habría nacido en Tarso (Hch 22,3). Sus padres emigraron en esta ciudad, quizás deportados por los romanos. Una vez liberados, recibieron la ciudadanía que transmitieron a Pablo (Hch 25,11-12). Sabemos también que tenía una hermana y un sobrino (Hch 23,16). Pablo crece en la ciudad de Tarso (Hch 9,11,30; 11,25; 21,39; 22,3), capital de Cecilia, actualmente en Turquía.
Esta ciudad era grande y rica. Ubicada sobre una de los caminos más frecuentados del mundo antiguo, la puerta hacia el Asia menor, era muy renombrada por la calidad de sus linos. Ésta podría ser una de las razones por la cual Pablo aprendió a construir tiendas. Tarso tenía una administración propia, con sus magistrados elegidos y su moneda. La presencia hebraica durante todo el primer siglo d.c. está bien certificada. La ciudad se opone a Casio, asesino de Julio Cesar, en el 66 a.C. Marco Antonio la recompensará haciendo de Tarso una ciudad libre y no sometida a los impuestos.
Esta ciudad también es muy conocida como un centro importante para la educación y la filosofía. Strabone, en su Geografía (14.5.14), subraya que, por la educación, Tarso supera a Atenas, Alejandría y cualquier otro lugar. Subraya la excelencia de sus escuelas de retórica. Los filósofos estóicos la habían hecho su demora predilecta, y no era raro cruzar uno de ellos que exponía por la calle su doctrina. San Pablo recibe esta cultura en su educación. Sus cartas, a menudo, están construídas con la ayuda de lugares comunes, de argumentos extraídos de la cultura filosófica y dramática de su tiempo.
Los elementos más seguros de la biografía de Pablo son su encuentro con Cristo alrededor del año 32 y la prisión en Roma en el 60-62. Habría sido martirizado en Roma entre el 63 y el 67. Algunos puntos es imposible determinarlos con precisión, por ejemplo el número de viajes realizados. Las hipótesis varían entre 2 y 4, pero 3 abona la hipótesis mas verosímil. Las grandes etapas de su vida son su formación en Jerusalén en el Gamaliel (Hch 22,3), la persecución de los cristianos en los años siguientes, su encuentro con Cristo en el camino de Damasco al inicio de los años 30, el encuentro con los apóstoles en Jerusalén y la misión hacia los paganos, su muerte en Roma.
El hebreo Pablo
Pablo habla de sí en varias ocasiones, permitiéndonos comprender quien era. Nos da noticias importantes en Fil 3,5-6: “Circuncidado el octavo día; del linaje de Israel; de la tribu de Benjamín; hebreo e hijo de hebreos; en cuanto a la Ley, fariseo”. Ha sido circuncidado el octavo día. Esto testifica la excelencia de su origen: Pablo ha sido circuncidado dentro de los límites establecidos por la ley de Moisés en Lev 12,3. “Israelita” es una expresión técnica que subraya la pertenencia religiosa. “De la tríbu de Benjamín”. Esta pertenencia es fuente de honor en el judaísmo por diferentes razones. Benjamín es hijo de Raquel, la mujer preferida de Jacob, el único nacido en Tierra Prometida (Gen 35,16-18). Esta tribu ha dado el primer rey a Israel (1S 9,1-2) y ha permanecido fiel a la dinastía de David (I R 12,21). Junto a la tribu de Juda, es el primer grupo en reconstruir el templo luego el exilio (Esd 4,1). Por lo tanto era un honor pertenecer a la misma tribu. “Hebreo de hebreos”, es decir de una familia que hoy llamaríamos “practicante”, que observa la ley de Moisés y habla arameo. De este modo, estos versos nos muestran un hebreo perfecto.
Pablo se presenta también como fariseo. Estos eran conocidos por su apego a la ley de Moisés, pero también a la ley oral. Esta ley oral será puesta por escrito desde el segundo siglo y será reconocida como Talmud. Flavio Josefo, un histórico hebreo al servicio de los Romanos, escribió: “Los fariseos han impuesto al pueblo muchas leyes de la tradición de los padres que no han escrito en la ley de Moisés” (Antiquités Juives, 13.297). Encontramos esta idea epistolar del Apóstol cuando afirma ser un fanático “en defender las tradiciones de los padres” (Gal 1,14). Las leyes relativas a la alimentación, la cashroute, tenían para ellos un sentido importante. Definen simbólicamente el pueblo elegido como separado del resto de la humanidad. La nueva fe, en el interior del mismo judaísmo, ponía completamente en causa esta distinción. Esto era inaceptable para un fariseo convencido como Pablo. Negar esta ley y afirmar que la salvación era abierta a todos quería decir poner Israel en peligro de muerte.
De todos modos, esta descripción no tiene que hacernos pensar a un hombre cerrado en su cultura religiosa. Hemos visto en qué contexto Pablo había crecido en Tarso. La lectura de las epístolas de Pablo nos confirma que está formado no sólo en la Sinagoga, sino también en un ambiente griego. Su conocimiento de la retórica griega y de las menciones o las referencias a los autores clásicos muestran que ha estudiado estos argumentos al menos hasta la edad de 13-14 años. Fue a Jerusalén para estudiar la tradición de sus padres en el Gamaliel. Los mismos rabinos, en aquella época, no dudaban en hacer leer a sus estudiantes los autores griegos. Por lo tanto, el universo cultural e intelectual de Pablo es muy amplio.
Conversión y Misión
¿Una conversión?
Vocación misionera y “conversión” están intimamente enlazados en San Pablo. Por esta razón, es interesante estudiar la naturaleza de esta transformación espiritual para comprender mejor su vocación misionera.
Pablo habla poco de este evento en sus epístolas. Los principales textos son 1 Co 15, 1-11, 1,13-17 e Flp 3,2-14, pero son mezquinos detalles históricos. El Apóstol desarrolla sobre todo su sentido profundo. Habla de una experiencia que ha transformado completamente su existencia, pero no la entiende como un evento aislado, sino más bien, ha sido llamado a esto desde el seno materno (Ga 1,15). Por lo tanto no se puede leer este encuentro con Cristo sin tener en cuenta la totalidad de su existencia.
Entonces, ¿cuál es el sentido de este evento? Cuando se habla de conversión, sería insensato interpretar este término como el pasaje de una religión a otra. De hecho, Pablo no considera que haya pasado de una religión a otra. Asimismo es necesario evidenciar que la ruptura entre judaísmo y cristianismo a la época no era efectiva. Se trata de una conversión en el sentido profundo del término, una apertura al corazón de Dios, la irrupción de la gracia y la transformación de la persona.
Pablo comenta su encuentro con Cristo de este modo: “Mas, cuando Aquel que me separó desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien revelar en mí a su Hijo, para que le anunciase entre los gentiles” (Ga 1,15-16). El Apóstol percibe esta perturbación interior como el fruto de una larga maduración comenzada desde el inicio de su existencia: No que lo tenga ya conseguido o que sea ya perfecto, sino que continuó su carrera por si conseguía alcanzarlo, habiendo sido él mismo alcanzado por Cristo Jesús (Flp 3,12). En sus epístolas, Pablo insiste sobre la iniciativa divina. Todo cambia en aquel momento.
Esta conversión equivale a un nuevo nacimiento. Aquel evento trae una novedad radical. Pablo había quedado ciego por la revelación de Cristo. El bautismo le restituye la vista (Hch 9,18), un símbolo muy fuerte. El hombre viejo no puede ver mucho cuando no ha nacido a una nueva vida. Es un mundo nuevo que se revela al apóstol. Todo el pensamiento de Pablo se basa en esta experiencia. No es una simple visión de Cristo. Es la revelación de la transformación profunda del mundo realizada por Cristo resucitado. Pablo insiste en sus escritos sobre la distinción entre el viejo mundo y el nuevo mundo. Ha vivido esta diferencia en su carne.
Él utiliza dos expresiones para describir lo que ha sucedido: el Apóstol “ha visto” a Cristo (1 Co 9,1; 15,8) y ha conocido una “revelación” (Ga 1,16; 2,2; Ef 3,3) un término que utiliza varias veces (Rm 16,25; 1 Co 1,7; 2 Co 12,1,7, si bien este elenco no es exhaustivo). Cada uno de estos dos términos describe un acción divina. Cristo se hace ver más de cuanto sea visto. Los verbos empleados cuando Pablo habla de esta visión están en la forma pasiva. Dios se revela al hombre; es una comunicación del misterio divino. No es sin razón que en Ef 1,17 Pablo habla del “Espíritu de sabiduría y de revelación”, fuente del conocimiento del misterio de Dios para los cristianos.
El misionero
Esta revelación no encuentra su razón de ser en sí misma. Pablo comenta que tal revelación le ha sido donada “para que anunciase (el misterio de Cristo) en medio a los paganos”. La revelación lo destina a ser misionero, pero esta misión es interpretada sobre el modelo de la vocación del profeta. Ga 1,15-16 está construído con dos referencias a las vocaciones de los profetas Isaías (Is 49.1) y Jeremías (Jer 1,5). Pablo comprende su vocación misionera para las naciones como una continuación de la misión de los profetas y, más específicamente, del siervo del Señor como viene descripto en Isaías. El misionero es el mensajero que cumple la misión del siervo del Señor expresada en Is 40-55. Igualmente, en Corintio Pablo tiene una visión en la cual se le dice: "No tengas miedo, sigue hablando y no te calles; porque yo estoy contigo y nadie te atacará para hacerte mal, porque tengo yo un pueblo numeroso en esta ciudad” (Hch 18,9-10). Leemos en Is 41,10: “No temas, que contigo estoy yo; no receles, que yo soy tu Dios. Yo te he robustecido y te he ayudado, y te tengo asido con mi diestra justiciera”. Pablo tiene que cumplir en Corintio la obra del siervo de Dios.
La mayor parte de estos textos se refieren a Isaías, y particularmente a la figura del siervo de Yahvé. La primera catequesis cristiana ha reconocido en este personaje misterioso una profecía de Cristo. Será suficiente recordar el diálogo entre el eunuco etíope y Felipe en el camino de Gaza (Hch 8,30-35). Consecuentemente Pablo, aplicando a sí la profecía del siervo, concibe su misión como una continuación de la misión de Cristo. Esta identificación del predicador con su Señor tiene que comprenderse en un sentido dinámico y no estático. Encontramos aquí un punto fundamental de la teología de Pablo: la identificación con Cristo comienza en el bautismo y se realiza durante toda la existencia cristiana. Ser “alcanzado” por Cristo (Flp 3,12), conducido a esta transformación íntima de la persona. Esto se verifica particularmente en el caso del Apóstol.
La auto-justificación de Pablo de frente a las críticas es muy rica en enseñanzas (2 Co 4,7-15). Pablo se ve obligado a justificar la calidad de Apóstol de frente a los misioneros judeo-cristianos, poco preocupados por respetarla: “Pero llevamos este tesoro en recipientes de barro para que aparezca que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no de nosotros”. Este versículo enuncia la tesis que luego demuestra en los versículos siguientes: la fragilidad del Apóstol en su apostolado, viviendo en medio de las persecuciones, no es un signo de debilidad, sino la condición necesaria para que el tesoro que lleva, el conocimiento de Cristo, pueda manifestarse y la comunidad cristiana pueda recibir la vida del Resucitado. Los versículos 10 y 11 ilustran la identificación de sus sufrimientos con aquellos de Cristo. Pablo afirma: estamos “entregados a la muerte por causa de Jesús”. Ahora bien, la expresión “estar entregados” está utilizada habitualmente ya sea por Pablo que por los evangelistas para indicar la Pasión de Cristo. Él prosigue en esta identificación en el versículo 14, cuando afirma que resucitará con Jesús. Por lo tanto, su misión consiste en dar su vida como Cristo “Llevamos siempre en nuestros cuerpos por todas partes la muerte de Jesús” (2 Co 4,10). Este versículo sugiere que la muerte que obra en el predicador es fuente de vida para la comunidad igual que la muerte de Cristo es el manantial para nuestras vidas. Por su ministerio de Apóstol, Él hace presente el sacrificio redentor de Cristo: “Llevamos siempre en nuestros cuerpos por todas partes la muerte de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo”. Eh aquí la esencia eucarística de cada vida misionera.
Para las naciones
La universalidad es una de las características esenciales de la misión de Pablo. Es la consecuencia directa de la naturaleza de la nueva fe. Él tiene que anunciar el Evangelio a los paganos. Esta afirmación de Ga 1,16 está confirmada ampliamente por la promesa de asistencia que encontramos en Hch 26,17: «Yo te libraré de tu pueblo y de los gentiles, a los cuales yo te envío». Pablo será para los hebreos y paganos un testimonio del Resucitado, enviado por el Señor de la Exaltación que, como los 12, ha visto personalmente. Otra narración de la visión constituye el fundamento de esta misión en medio de los paganos. Hch 22,17-21 habla de una visión ambientada en el templo. Pablo tiene que ir al encuentro de las «naciones». Esto puede referirse ya sea a los no hebreos como a los pueblos que residen en Jerusalén: la universalidad de la Salvación. Cristo ha dado su vida para muchos y quiere que cada hombre sea salvado. Su caridad, que arde en el corazón del Apóstol, lo conducirá hasta España (Rm 15,24), el extremo conocido por el mundo de aquel tiempo.
Misión e Iglesia
Pablo se dice «Apóstol», también se hace parte de los doce. Este sustantivo viene de un verbo griego que significa «enviar lejos o afuera». El derecho de Pablo a llevar este título, que reclama frecuentemente, se apoya en el hecho que ha sido mandado por Cristo resucitado para predicar (1 Co 1,17), para revelar a los Gentiles el misterio de Cristo (Ga 1,16; Ef 3,8), y es muy consciente del honor que se le ha hecho: «Pues yo soy el último de los apóstoles: indigno del nombre de apóstol, por haber perseguido a la iglesia de Dios» (1 Co 1,9). Para ser Apóstol, era absolutamente necesario ser enviados; el sólo hecho de haber visto el Cristo no era suficiente. En 1 Co 15,5-7, Pablo opone los «quinientos hermanos» a «todos los apóstoles» (estos últimos, a su vez, distintos de los doce). La diferencia entre estos dos grupos está en el hecho que a los primeros no se les ha encargado una misión.
Esta precisión semántica introduce la cuestión de la Iglesia. Pablo, habiendo sido mandado directamente por Cristo, según su afirmación, ¿puede existir una misión fuera de la Iglesia? Notamos en diferentes narraciones de su vocación, ya sea en las epístolas como en los Hechos, que la Iglesia nunca está ausente. De este modo Pablo a menudo repite que su misión no ha sido un encargo eclesiástico, sino un verdadero carisma divino. Constatamos también que es la mediación de la Iglesia la que certifica la autenticidad de su vocación. Pablo va a encontrar a Pedro para no caer en la ilusión de haber corrido en vano (Ga 2,2). En Hch 9,10-18, vemos que el envío a la misión le ha sido manifestado por Ananías y no directamente por Cristo. La mediación de Ananías no tenía el objetivo de presentarle una doctrina nueva, sino de ayudar a Pablo a comprender su investidura apostólica a la luz de la tradición eclesiástica. Esto está confirmado por diferentes reenvíos a la tradición eclesiástica en las epístolas de Pablo (1 Co 11,2; 11,23; 15,1). Además, Pablo tendrá la constante preocupación de ser enviado por la comunidad. Esto se verifica al comienzo de su obra misionera, cuando partía de Antioquía (Hch 13,1-13), pero también hasta el final de su vida. Pablo escribirá a la comunidad de Roma, también para pedir el sostén y el reconocimiento de su misión (Rm 15,24). No hay ninguna contradicción entre su misión y la tradición eclesiástica.
La misión de Pablo
Hemos visto el origen de la misión y su sentido para Pablo. Desarrollamos ahora los aspectos concretos de esta misión. ¿Tenía una estrategia? ¿Cómo se movía? ¿Cómo comunicaba? Se trata de preguntas que interesan directamente a cada persona comprometida en el anuncio del Evangelio.
Guiado por el Espíritu
En un primer momento Pablo se dirige a los hebreos y luego a los paganos, pero sabe que tiene que dirigirse también a los no hebreos. Pablo era misionero para los dos pueblos (Rm 1,16). El plan estratégico de Pablo era simple: quería, en vista del cumplimiento de su encargo, anunciar a los paganos el Evangelio, particularmente en los lugares en donde nunca se lo había anunciado (Ga 2,7; Rm 15,14-21). Pablo iba de ciudad en ciudad pasando por las principales vías romanas, en Arabia, en Siria y Cilicia, en Chipre, en Asia Menor, en Macedonia y en Acacia y, como él mismo había previsto, en España. Pablo se somete a la voluntad de Dios para su itinerario misionero. También se fija proyectos para su viajes, permanece sensible a la acción del Espíritu Santo y se deja conducir por Él (Hch 16,9), que a menudo lo conduce a través de las persecuciones. Éstas son la causa de numerosos desplazamientos de Pablo, desde el momento que lo empujan a huir: Antioquía (Hch 16,9); Iconio (14, 5-6); Listra (14,19-2); Filipos (16,19-40); Tesalónica (17,5-9), Berea (17,13-14) ed Éfeso (20,1).
La sinagoga, la plaza pública
La estrategia de Pablo se ha concentrado sobre los centros urbanos, sobre los centros de la administración romana, de cultura griega y de presencia hebraica, para que el Evangelio se difundiese, partiendo desde las comunidades fundadas en aquellos lugares, en el resto del país.
Cuando el Apóstol llega a una ciudad, el primer lugar a donde se dirige es la sinagoga, en el día del shabbat, para participar del culto. Extranjero, está invitado por las autoridades religiosas a dar su interpretación de la Torah. Es la oportunidad para él de tomar la palabra y anunciar a Cristo resucitado. Desde un punto de vista estratégico, los paganos que adherían al Dios de Israel, los «temerosos de Dios», eran los mejores blancos para anunciar a los paganos. Anunciando el Evangelio en las sinagogas, estas personas quedaban tocadas por Pablo. La referencia a la sinagoga permanece una constante en la vida de Pablo. También al final de su vida, llegando a Roma, invita a los hebreos que vayan a escucharlo (Hch 28).
Respecto al ambiente pagano, la narración de la predicación sobre el Ágora de Atenas (Hch 17, 16-34) nos permite suponer que Pablo fuese a menudo en aquellos lugares de la vida pública para predicar. No dudaba aprovechar de todas las oportunidades posibles para anunciar el Evangelio de Cristo, incluso en la prisión (Hch 16,25-34), como se puede ver en la bellísima narración de la conversión de una familia entera.
Las casas privadas
Otro lugar esencial para la misión está representado por las casas privadas. La vida de las primeras comunidades cristianas está íntimamente vinculada a la casa. Ésta comprende al mismo tiempo la familia y sus íntimos (servidores y esclavos). Este lugar es contemporaneamente el punto de referencia, el lugar en el cual la comunidad se reúne para la asamblea dominical, pero también la base de apoyo para el misionero. Nada de nuevo para los creyentes crecidos en el judaísmo, desde el momento que estos desde siempre tenían la costumbre de reunirse en lugares privados. La casa privada también tiene sus ventajas. La celebración de la Eucaristía era seguida y presidida por una comida en común. Este lugar aseguraba también una cierta discreción, que pronto se habría vuelto necesaria para huir de la persecución romana o del odio de la sinagoga.
Es interesante notar que Pablo invita a la esposa de un pagano a no dejar al marido (1 Co 7, 13-14). Esto es más interesante si se tiene presente que la casa era el lugar del culto familiar. Los dioses de los paganos tenían su altar. El pater familias era absolutamente libre de ir a los templos paganos para rezar o ejercitar una función sacerdotal. También era libre de frecuentar regularmente las casas de prostitución, un comportamiento muy frecuente en aquella época. En numerosas ocasiones se asiste a la conversión de una familia entera: las familias de Lidia y de la guardia de la prisión en Filipos (Hch 16, 14-15.32-34), las familias de Chipre y de Estéfanas en Corintio (Hch 18,8; 1 Co 1,16; 16,15). Los estudios arquitectónicos muestran que se podía, según las dimensiones de la casa, acoger entre 20 y 100 personas.
Los que escuchaban a Pablo
Pablo se dirigía a todas las clases sociales. Si bien los corintios eran personas de condición social muy baja, y los nombres indicados en Rm 16 también los reenvía a una condición social humilde, Lucas a menudo afirma que Pablo ha estado en contacto con personas que pertenecen a clases más altas de la sociedad: Lidia, la comerciante de púrpura, pero también algunas mujeres de la alta sociedad en Tesalónica y en Berea (Hch 17, 4.12), como así también muchos asiarcas (Hch 19,31). Estos últimos están descriptos como amigos de Pablo. Es probable, por lo tanto, que sean fruto de su predicación. Hch 13,7 nos trae el ejemplo de Sergio Paulo, procónsul en Pafo.
El encuentro con el procónsul Festo y con el rey Agripa es interesante, porque Pablo nos muestra que se dirige a personajes por encima de la clase social. De frente a Festo que lo acusa de ser loco, Pablo responde haciendo un llamamiento al rey Agripa que cree en los profetas (Hch 26, 27), y concluye expresando el deseo que, antes o después, todos los oyentes se vuelvan semejantes a él, es decir, creyentes (Hch 26,29). Este pasaje de un discurso a un discurso misionero muestra no sólo la valentía de Pablo, sino también que la misión es siempre posible entre los hebreos.
Según 2 Ti 4,16-17, Pablo ha proclamado el Evangelio también durante su juicio romano: «En mi primera defensa nadie me asistió, antes bien todos me desampararon. Que no se les tome en cuenta. Pero el Señor me asistió y me dió fuerzas para que, por mi medio, se proclamara plenamente el mensaje y lo oyeran todos los gentiles. Y fuí librado de la boca del león».
Estos contactos y las conversiones en estos ambientes permiten obtener apoyos políticos, pero también haber accedido a lugares suficientemente extendidos en donde encontrarse, y constituye una prueba del hecho que el Evangelio toca a todas las clases sociales. Sin embargo, en estos textos nada indica que Pablo tuviese una estrategia específica para estos ambientes.
Duración de las misiones ciudadanas
Una lectura rápida de los Hechos de los Apóstoles o de las lecturas paulinas podría dar la impresión que Pablo pasase de ciudad en ciudad sin permanecer mucho. Al contrario. Sus misiones se extendían por varios meses o varios años. Para la misión en Siria (Antioquía) Hch 11,26 habla de un año. La misión en Macedonia y Acaia dura tres años, desde el 49 al 51. Pablo funda en aquella época cuatro comunidades: Filipos, Tesalónica, Berea y Corinto. Pablo pasa un año y medio (Hch 18,11) en Corinto (desde febrero-marzo 50 al septiembre del 52). La misión de Asia, entre el 52 y el 55, se concentra en Éfeso, en donde Pablo trabaja por tres años (Hch 20,31): enseña tres meses en la sinagoga (Hch 19,8), dos años en la escuela de Tirano, y también un tiempo suplementario no precisado (Hch 19,22). EL misionero sabe que tiene que pasar del tiempo con las personas para trasmitirles la fe.
¿Cómo comunica Pablo?
La fecundidad del Apóstol podría volvernos envidiosos! Una lectura profunda de sus epístolas y de los Hechos de los Apóstoles nos revela la razón de este extraordinario destino. El Apóstol, lo hemos visto, es una vasija de barro, frágil y débil. Pero está habitado por la potencia de Dios, del Espíritu Santo. Esta acción del Espíritu, Pablo busca con todos los medios de facilitarla. Será el primer punto que presentaremos. Pablo hace todo por el Evangelio y por medio del Evangelio. Este anuncio del Evangelio hecho esencialmente a través de dos medios: la predicación y el ejercicio de los carismas.
Todo por el Evangelio y a través del Evangelio
La condición primaria para el ejercicio de la misión, según el Apóstol, es la coherencia de vida. Su misma vida tiene que ser una proclamación del Evangelio. Él de ninguna manera tiene que ser un obstáculo para esta proclamación. Pablo exprime este concepto a través de un aspecto particular. No quiere depender de las comunidades que visita y a las que anuncia el Evangelio, pero al mismo tiempo reconoce al predicador el derecho de vivir de su predicación. 1 Co 9 nos presenta una reflexión muy bella del Apóstol sobre este punto. Éste de hecho renuncia, a pesar de tener el derecho a gozar del fruto de su trabajo, de aprovechar de su responsabilidad. La razón fundamental es esta: «Todo lo soportamos para no crear obstáculos al Evangelio de Cristo» (1 Co 9,12). Esta elección de Pablo efectivamente se presenta como una necesidad: ¡Ay de mí si no predico el Evangelio! (1 Co 9,16). La iniciativa no le toca a él. Su recompensa está en el mismo hecho de predicar el Evangelio. Por esto se hace todo por todos!
La única comunidad de la cual aceptará un sostén financiero directo es la de Filipos. Mientras Pablo estaba en la prisión, esta comunidad le envía un don muy necesario en aquel período de desolación en el cual el trabajo le era imposible. Los prisioneros a menudo no comían más que aquello que sus familiares y sus amigaos les llevaban! En prisión, Pablo no podía continuar fabricando tiendas.
La predicación
Pablo es un maestro de predicación. Una lectura veloz de sus lecturas podría hacernos pensar que hablase directamente, sin una preparación particular, «inspirado» por el Espíritu, por lo tanto en contraste con los predicadores sofistas de la época, con amplios discursos a menudo vacíos. Justo al revés. 1 Co 2,1-5 nos revela los mecanismos fundamentales de su predicación. Cierto, Pablo se opone a esta retórica vacía, en busca de una brillante visibilidad, muy en voga en aquella época, pero viene de una buena escuela y conoce bien cuál eficacia otorga a un discurso una buena aplicación de reglas fundamentales de la retórica griega. Él coloca estos conocimientos al servicio del Evangelio. Este pasaje de 1 Co 2 nos da una enseñanza preciosa que conviene examinar con atención.
Sólo una crítica aparente del arte del discurso, Pablo desarrolla una teología de la predicación. El Apóstol recuerda sobre todo que su misión es la proclamación de Jesús como mesías, pero un mesías crucificado. Esta proclamación de la muerte del Señor es central. Aquellos que participan de la mesa del Señor proclaman su muerte (1 Co 11,26), la palabra de Dios se proclama en las sinagogas (Hch 13,5). Él dice a la Iglesia de Roma que la fama de su fe se expande en todo el mundo (Rm 1,8). El aspecto que viene subrayado es la presentación en el campo público. No se lo tiene que entender necesariamente como una proclamación en público, en ambientes o en edificios públicos. Esto habría obligado a Pablo a asumir el estatuto de orador público, lo cual habría dañado su posición en Corintio. Pero la proclamación permanece pública, es decir, que no comunica una enseñanza esotérica a un grupo de iniciados, más bien narra eventos a todos aquello que lo quieren escuchar.
Pablo rechaza usar, como hacen los predicadores de la época, lo que gusta al auditorio pero que les impediría comprender el Evangelio. Renuncia a predicar con el fin de obtener un efecto, en el sentido de hacer una especie de desfile delante de un auditorio que ha sido seducido. Esta proclamación es el anuncio del misterio de la Cruz. Sólo quiere presumir de la Cruz del Señor. Aquí está todo el contenido de su mensaje, el resto es solamente comentario. Él mismo encarna esta realidad. El Cristo Crucificado vive en él (Ga 2,20)
Afirma haber predicado todo temeroso y tembloroso, lo que nos sorprende, por la fuerza de carácter que se ve en sus cartas. En efecto, estos dos términos forman una expresión particular que viene del Antiguo Testamento. Se usa habitualmente para designar la actitud de aquel que tiene que enfrentar un enemigo hostil o un asalto mortal (Es 15,16; Dt 2,25; Jdt 2,28; Sal 54,6; Is 19,16). La predicación es una batalla. Esta debilidad en medio de los corintios no era por lo tanto cualquier enfermedad. Es el contexto en el que se revela la potencia de Dios. Esto se verifica en 1 Co 1,27 y en 2 Co 12,9 («mi gracia te basta»). Esta actitud contrasta totalmente con la actitud demasiado confiada de los sofistas. Pablo no es precisamente un orador que viene a divertir a la multitud.
Esa conciencia del carácter particular de la predicación está explicitada en los versículos 4 y 5 a través de un conjunto de juegos de palabras sutiles. Muchos de los términos utilizados por Pablo tienen un doble sentido que nuestras traducciones no son capaces de dar el significado que tienen. Utiliza palabras que tienen un sentido en el vocabulario religioso, pero también un sentido técnico en la retórica. El Espíritu Santo está presentado como aquel que persuade los corazones. Esta frase atribuye al Espíritu Santo el poder de persuasión. Él es el rétor! El resultado de esta “demostración” (término técnico de la retórica) no es una simple prueba, una convicción, sino la fe, y todos estos conceptos se expresan a través de la misma palabra griega que se traduce con “fe” en nuestras bíblias! La ironía es grande. La potencia del Espíritu contrasta con la debilidad de Pablo y el poder demostrativo del Espíritu contrasta con el poder persuasivo de palabras que pertenecen a la sabiduría humana.
Más allá del contexto histórico que determina en parte el discurso del Apóstol, podemos destacar algunos elementos importantes para el anuncio del Evangelio. El mensaje se concentra sobre el misterio de la Cruz, es decir sobre la salvación. El medio tiene que estar subordinado a su contenido, o mejor, tiene que favorecer su visibilidad. El fruto del anuncio es la fe, no una forma de persuasión. La fe en Pablo está caracterizada por la obediencia (Cf. Rm 1,18). Es adhesión que se revela con el verdadero locutor, más allá de la persona del misionero. Éste tiene el deber de actuar con “temor y temblor”. Esto significa, al mismo tiempo. que se trata de una situación precaria, de una lucha, pero también que tiene que ser consciente que se trata de una acción divina. El trabajo misionero, por lo tanto, es una obra eminentemente teologal. La fineza de la composición del pasaje que sabe utilizar todos los artificios de la retórica muestra que esto no significa pobreza de lenguaje o ingenuidad, más bien el contrario. Todos los medios ofrecidos por el lenguaje para trasmitir este mensaje son utilizados.
Los carismas y los milagros
La cuestión de los carismas y de los milagros no tiene que ser ni subestimada ni exaltada. Los Hecho de los Apóstoles nos permiten tomar consciencia que los milagros no son la principal causa de la evangelización, pero al mismo tiempo contribuyen activamente. Cuando las multitudes se convierten, esto no se debe a los milagros, sino en primer lugar a la palabra de la predicación. También sucede que ciertos milagros no se los entiende y se vuelven fuente de confusión. Es suficiente recordar la curación de un paralítico en Listra en Hch 14. Los habitantes de la ciudad habían pensado, en un primer momento, que Pablo y Barnaba fuesen los dioses Zeus y Ermes! Después de este evento, se nos dice que Pablo es lapidado, a consecuencia del hecho que las multitudes habían sido persuadidas por un grupo de hebreos provenientes de Iconio y de Antioquía (Hch 14,19). En Hch 16,18, la liberación de una esclava poseída por un espíritu adivino provoca la cólera de sus patrones, que viven de este su “don”. En fin, Hch 28, Pablo, mordido por un serpiente, no muere. Los testigos no se convierten, pero se miran a los unos los otros como para decir que Pablo era un dios (también ellos!)
Sin embargo, los milagros y los carismas no tienen que ser subestimados y considerados como inexistentes o inútiles. Toda la historia del anuncio del Evangelio está constelada por estos dones del Espíritu Santo que, en una forma ordinaria o extraordinaria, llevan a los no creyentes a la fe. Para convencerse, será suficiente leer el discurso sobre los carismas en 1 Co 12-14. La palabra profética, la palabra inspirada pronunciada en la asamblea reunida en oración, es causa directa de la conversión del no creyente.
Pablo, en sus cartas, habla poco de los milagros, con la excepción de este discurso sobre los carismas en 1 Co 12-14 y probablemente en 1 Co 2,4, en donde de nuevo evoca una demostración de la potencia del Espíritu, una posible alusión a los milagros. Son únicamente los Hechos de los Apóstoles que atestiguan su realidad. Ahora bien, es necesario reconocer que estos, a pesar que a veces son mal entendidos por los testimonios, son a menudo la fuente de conversiones. La curación del paralítico de Lida y la resurrección de Tabitá en Jope (Hch 9,32-43), la liberación milagrosa de Pablo y Sila (Hch 16,25-34). Hch 14,3 resulta particularmente interesante. Pablo y Bernabé evangelizan Iconio. Se dice que esos «hablablan con valentía del Señor que daba testimonio de la predicación de su gracia, concediéndoles obrar por sus manos signos y prodigios».
Conclusión
Pablo ha sido considerado, erroneamente, como el fundador del cristianismo, en cuanto su obra misionera ha caracterizado fuertemente el primer desarrollo de la fe. No es sin razón, por lo tanto, que se lo puede presentar como el modelo por excelencia de cada misionero. La característica principal que hay que imitar en él es ciertamente su vínculo con Cristo: «lo que cuenta es poner en el centro de nuestra vida a Jesucristo, de manera que nuestra identidad se caracterice esencialmente por el encuentro, por la comunión con Cristo y con su palabra» (Benedicto XVI, Audiencia del 25 octubre de 2006).
La segunda característica es su visión de la misión como obra del Espíritu Santo, en concomitanza con la conciencia de su pobreza personal. El Apóstol tiene que estar unido a Cristo, pero a Cristo Crucificado. La fuerza del Apóstol es su debilidad, que permite al Espíritu Santo desplegar toda su potencia. Esta disponibilidad en relación con el Espíritu es la condición de la fecundidad apostólica.
La tercera característica importante es su percepción del carácter universal de la salvación. Pablo es el hombre de la universalidad. En un mundo marcado por las divisiones y las barreras entre los pueblos y las culturas, ha comprendido que el mensaje de Cristo estaba destinado a cada hombre independientemente de su pertenencia cultural o religiosa, de su nacionalidad, de su condición social. Ha comprendido que «Dios es el Dios de todos» (Benedicto XVI, Audiencia del 25 octubre de 2006).
En fin, la centralidad de la Iglesia, Cuerpo de Cristo, es indudablemente la última lección que hay que extraer de este ejemplo. Pablo siempre ha considerado tener que cumplir su misión en la Iglesia y a través de la Iglesia. Se trata de trabajar para la edificación del cuerpo de Cristo. Que se trate de su encuentro con Pedro, por estar seguro de no haber corrido en vano, o de su pedido de sostén a la comunidad de Roma, Pablo sabe que cada obra misionera tiene que ser fruto del vínculo con la Iglesia.
Apéndice
La enseñanza del Papa Benedicto XVI sobre el Apóstol San Pablo
Papa Benedicto XVI ha retomado o presentado en varias ocasiones la figura del Apóstol de las Naciones durantes su Pontificado. Desde el inicio, el 25 de abril de 2005, el Santo P adre ha querido ir al sepulcro de San Pablo para «reavivar en la fe esta “gracia del apostolado”».
El Apóstol es comprendido sobre todo como aquel que, por excelencia, ha trabajado en anunciar el Evangelio a las naciones. Si la primer tarea de la Iglesia es la misión, el sucesor de Pedro quería comenzar su ministerio con un peregrinaje «a las raíces de la misión» . (Visita a la Basílica de San Pablo extramuros, 25 aprile 2005).
El Papa a menudo se referirá a la figura de Pablo en ocasión de la fiesta de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y en ocasión de la celebración de las vísperas en la solemnidad de la Conversión del Apóstol Pablo en San Pablo Extramuros, como conclusión de la Semana de oración por la unidad de los Cristianos. Desarrollará particularmente la figura y la teología del Apóstol durante las audiencias públicas de los miércoles, en los días 25 de octubre, 8, 15, 22 de noviembre de 2006, y en fin, en la época del anuncio del Año Paulino lo presentará como modelo para contemplar e imitar.
La persona de Pablo es el corazón de la contemplación del Santo Padre. Él subraya la radicalidad del encuentro con Cristo y cómo la revelación sobre el camino de Damasco constituye la fuente de toda la teología del Apóstol. «Pablo comprendió en un instante lo que después expresaría en sus escritos: que la Iglesia forma un solo cuerpo, cuya cabeza es Cristo. Así, de perseguidor de los cristianos se convirtió en el Apóstol de las gentes». (Celebración de las Vísperas en la Basílica de San pablo, 25 de enero de 2006).
Papa Benedicto XVI subraya la conciencia apostólica de Pablo. Él sabe haber sido enviado luego de una elección divina. Esta elección divina, manifestación de Su amor misericordioso para el Apóstol, es la razón de la implicación personal de Pablo en su misión. Este don de sí es la principal causa de fecundidad de su apostolado (Celebración de las primeras Vísperas, 28 de junio de 2007). La vida del Apóstol Pablo, del cual el Santo Padre describe las grandes etapas en la audiencia pública del 25 de octubre de 2006, se distingue por la centralidad de la persona de Cristo en ella y por el respiro universal que caracteriza el apostolado de Pablo. De este modo él ha podido enfrentar las numerosas dificultades de sus viajes, porque ardía de amor de Cristo y por Cristo (2 Co 5,14-15). El martirio aparece entonces como una consecuencia lógica, la expresión extrema de un amor total que conduce a la identificación con el Divino Maestro, también en la muerte.
El mensaje de Pablo, según el Santo Padre, se distingue por su cristocentrismo (audiencia del 8 de noviembre), por la acción del Espíritu Santo (audiencia del 15 de noviembre), en el corazón del bautizado y a través de la teología de la Iglesia (audiencia del 22 de noviembre de 2006).
Cristo justifica al hombre acogiéndolo «con la justicia misericordiosa de Dios» y entrando en una comunión profunda con él gracias al perdón de los pecados. Es la experiencia fundamental vivida en la época de la conversión del Apóstol. El hombre es por lo tanto justificado por la fe. El segundo elemento que ilustra este cristocentismo es la identidad cristiana definida como «este no buscarse a sí, sino recibirse de Cristo y donarse con Cristo, y de este modo participar personalmente a la vicisitud de Cristo mismo».
La vida del Apóstol se vuelve una manifestación de la vida de Cristo. Esto se realiza en nosotros por la vida del Espíritu Santo, que Pablo describe como Espíritu de Cristo. San Pablo analiza la acción del Espíritu en la vida del cristiano: sobre su accionar y sobre su ser (audiencia del 15 de noviembre del 2006). La filiación divina, fruto de la presencia del Espíritu en el bautizado, aparece, según el Papa Benedicto XVI, como el primer y principal fruto del Espíritu: nos permite dirigirnos a Dios llamándolo Padre, Es la presencia del amor divino en nosotros. Construye la garancia de la herencia futura.
La Iglesia es por lo tanto el último capítulo de la meditación del Santo Padre sobre la figura del Apóstol Pablo. Éste «se convirtió, al mismo tiempo, a Cristo y a su Iglesia» (Audiencia General, 22 de noviembre de 2006) Con razón, por lo tanto, la Iglesia se encuentra luego en toda la vida del Apóstol. Él es como un padre o una madre en sus confrontaciones. Es el cuerpo de Cristo, realidad recibida en el cuerpo eucarístico (1 Co 10,17). Las exhortaciones de San Pablo en favor de la unidad y de la caridad son el fruto inmediato de su visión teológica. La Iglesia es el lugar de la comunión con Dios y entre los hombres. Es la asamblea de aquellos que invocan el nombre del Señor Jesucristo.
La enseñanza del Santo Padre Benedicto XVI sobre la figura del Apóstol realiza por lo tanto una síntesis que permite a quien quiere entrar en la enseñanza de San Pablo encontrarse con el autor del cual el mismo San Pedro dirá que nos es fácil comprender. Podría por lo tanto ser una excelente puerta para luego analizar las lecturas del Apóstol.
FUENTE: Dossier a cura de P. Jean Baptiste Edart - Agencia Fides 28/6/2008; Director Luca de Mata
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