VATICANO,
Al recibir al nuevo embajador de España ante la Santa Sede, el Papa Juan Pablo II recordó que tanto los responsables públicos como todos los ciudadanos tienen la obligación de proteger el derecho a la vida humana, a la vez que pidió defender el auténtico matrimonio y la familia, la enseñanza de la religión católica en las instituciones estatales y la manifestación expresa de las raíces cristianas en el nuevo orden Europeo.
El Santo Padre recibió las cartas credenciales del nuevo embajador, Jorge Dezcallar de Mazarredo, a quien manifestó su satisfacción "por el estado de las relaciones diplomáticas entre España y la Santa Sede", y recordó que “el bien común requiere con frecuencia diversas formas de colaboración” entre la Iglesia y el ámbito civil, “sin discriminación o exclusión alguna”.
En su discurso, Juan Pablo II puso de manifiesto la "incoherencia de ciertas tendencias de nuestro tiempo que, mientras por un lado magnifican el bienestar de las personas, por otro cercenan de raíz su dignidad y sus derechos más fundamentales, como ocurre cuando se limita o instrumentaliza el derecho fundamental a la vida, como es el caso del aborto”.
“Proteger la vida humana es un deber de todos, pues la cuestión de la vida y de su promoción no es prerrogativa solamente de los cristianos, sino que pertenece a toda conciencia humana que aspira a la verdad y se preocupa por la suerte de la humanidad. Los responsables públicos, en cuanto garantes de los derechos de todos, tienen la obligación de defender la vida, en particular la de los más débiles e indefensos", indicó el Papa.
El Santo Padre señaló que “se dan algunas mal llamadas 'conquistas sociales', que lo son en realidad sólo para algunos a costa del sacrificio de otros, y que los responsables públicos, garantes y no origen de los derechos innatos de todos, deberían considerar más bien con preocupación y alarma".
Al hablar sobre la familia, Juan Pablo II indicó que “sus derechos son primarios respecto a cuerpos sociales más amplios. Entre tales derechos no se ha de olvidar el de nacer y crecer en un hogar estable, donde las palabras padre y madre puedan decirse con gozo y sin engaño".