VATICANO,
Durante la audiencia general de este miércoles, celebrada en la Plaza San Pedro, el Papa Juan Pablo II reflexionó sobre el Salmo 45 y afirmó que éste expresa una “confianza total en Dios que es nuestro refugio y fuerza, socorro fácil de encontrar en las angustias”.
El Santo Padre explicó que el salmo “celebra la ciudad santa de Jerusalén, ‘la ciudad de Dios, la morada santa del Altísimo’, y evoca los acontecimientos más tremendos para afirmar con mayor fuerza la intervención victoriosa de Dios, que nos da plena seguridad”.
“La primera parte del himno, se centra en el símbolo del agua con un doble significado que contrasta. Por un lado, las aguas tempestuosas, que en el lenguaje bíblico son símbolo de las devastaciones, del caos y del mal. Por otro, las aguas que apagan la sed son un signo de la vida que prospera en la ciudad santa, de su fecundidad espiritual y de su fuerza regeneradora”, afirmó el Papa.
“Por eso –agregó–, a pesar de las vicisitudes de la historia que hacen agitarse a las naciones y temblar a los reinos, el fiel encuentra en Sión la paz y la serenidad que derivan de la comunión con Dios”.
Juan Pablo II señaló que la segunda parte del Salmo se refiere “a un mundo transfigurado. El Señor mismo interviene con gran fuerza desde su trono en Sión contra las guerras y establece la paz que todos anhelan”.
Asimismo, el profeta Isaías “cantó el final de la carrera a los armamentos y la transformación de los instrumentos bélicos de muerte en medios para el desarrollo de los pueblos: 'Forjarán de sus espadas azadones, y de sus lanzas podaderas. No levantará la espada nación contra nación, ni se ejercitarán más en la guerra'”.