LIMA,
Todos los cristianos hemos experimentado heridas afectivas durante nuestras vidas, que en algunos casos han sido incluso difíciles de superar. Es ahí donde la Psicoterapia de la Reconciliación (PDR) cobra gran relevancia para alcanzar la paz personal.
De acuerdo al Centro de Psicología Areté, una herida afectiva es un golpe o choque psicológico en la persona que causa dolor, sufrimiento, depresión, ansiedad y hasta pánico.
Muchas veces la persona que los padece no es consciente de estos traumas, aunque tengan una repercusión en su comportamiento cotidiano.
La PDR interviene en estos casos yendo hasta la raíz del problema, con el objetivo de alcanzar el bienestar integral de cada individuo, porque ve al ser humano como una unidad biológica, psicológica y espiritual.
A través de diversas evaluaciones, los especialistas en este método buscan que la persona logre un conocimiento de sí misma, aceptando su propia historia y abriéndose al perdón.
Según la psicóloga Natalia López Ospina, asociada al Centro Areté, este proceso ha sido de gran ayuda para la apertura a la gracia y la sanación en todas sus dimensiones de aquellos que ha acompañado.