Tratemos de entender el sentido en el que Jesús dice estas cosas. En primer lugar, no hay ir sin estar: antes de enviar a los discípulos en misión, Cristo –dice el Evangelio– les "llamó" (cfr Mt 10,1). El anuncio nace del encuentro con el Señor; toda actividad cristiana, sobre todo la misión, empieza ahí. No se aprende en una academia, no. Comienza en el encuentro con el Señor.
Testimoniar al Señor, de hecho, significa irradiarlo; pero, si no recibimos su luz, estaremos apagados; si no lo frecuentamos, nos llevaremos a nosotros mismos en vez de a Él, y todo será en vano. Por tanto, puede llevar el Evangelio de Jesús sólo la persona que está con Él. Uno que no está con Él no puede llevar el Evangelio, llevará ideas, pero no el Evangelio.
Pero, igualmente, no hay estar sin ir. De hecho, seguir a Cristo no es un hecho intimista: sin anuncio, sin servicio, sin misión la relación con Él no crece. Notamos que en el Evangelio el Señor envía a los discípulos antes de haber completado su preparación: poco después de haberles llamado, ¡ya les envía! Esto significa que la experiencia de la misión forma parte de la formación cristiana. Recordemos entonces estos dos momentos constitutivos para todo discípulo: estar con Jesús e ir enviado de Jesús.
Llamando a sí a los discípulos y antes de enviarles, Cristo les dirigió un discurso, conocido como "discurso misionero" –así se llama en el Evangelio–. Se encuentra en el capítulo 10 del Evangelio de Mateo y es como la "constitución" del anuncio. De ese discurso, que os aconsejo leer hoy, es solamente una página del Evangelio, extraigo tres aspectos: por qué anunciar, qué anunciar y cómo anunciar.
¿Por qué anunciar? La motivación está en cinco palabras de Jesús que nos hará bien recordar: "Gratis lo recibisteis; dadlo gratis" (v. 8). Son cinco palabras. Pero, ¿por qué anunciar? Porque gratis yo he recibido y debo dar gratuitamente. El anuncio no parte de nosotros, sino de la belleza de lo que hemos recibido gratis, sin mérito: encontrar a Jesús, conocerlo, descubrir ser amados y salvados.
Es un don tan grande que no podemos guardarlo para nosotros, sentimos la necesidad de difundirlo; pero en el mismo estilo, en la gratuidad. En otras palabras: tenemos un don, por eso estamos llamados a hacernos don. Hemos recibido un don. Nuestra vocación es hacernos don para los otros. Está en nosotros la alegría de ser hijos de Dios, ¡debe ser compartida con los hermanos y las hermanas que todavía no lo saben! Este es el porqué del anuncio. Ir y llevar la alegría de aquello que hemos recibido.