El 3 de febrero la Iglesia Católica celebra a San Blas, el obispo y mártir del siglo IV conocido principalmente por ser el protector ante las enfermedades de garganta y por su amor por los animales.
En su vida hay un episodio poco conocido y que lo vincula a la ciudad de Dubrovnik (Croacia), a la que salvó seis siglos después de su martirio en el año 316.
Era el 2 de febrero del año 971, fiesta de la Presentación del Señor. El día transcurría con normalidad. La única diferencia era que una flota de barcos venecianos estaba en el puerto. Sus tripulantes habían asegurado a la ciudad que su presencia era solo para cargar más suministros y de ahí zarpar.
Esa noche, víspera de la fiesta de San Blas, el P. Stojko, párroco de lo que hoy es el casco antiguo de Dubrovnik, daba un paseo hasta que vio que las puertas de la iglesia de San Esteban estaban abiertas. Al ingresar, vio a un anciano con cabello gris, quien se le presentó como San Blas.
"Vengo a advertirles de un gran peligro para la ciudad", indicó. Los venecianos los estaban engañando, pues su intención era invadir y apoderarse de la urbe, que estaba comenzando a crecer y a convertirse en una amenaza para el poder comercial de Venecia. El sacerdote debía decírselo al ayuntamiento.
El párroco se apresuró a ir con las autoridades llevando el mensaje de San Blas. De inmediato, las puertas de la ciudad fueron protegidas y sus pesados muros preparados para la acción. Al ver lo que estaba sucediendo, los venecianos cambiaron de opinión, abandonaron sus planes y siguieron navegando.