Este modo suyo de venir a salvarnos es el camino por el que también nos invita a seguirle, a continuar junto a Él tejiendo la humanidad nueva, libre y reconciliada. Es un estilo, una forma de relacionarnos de la que derivan las muchas virtudes humanas de la buena y digna convivencia. Una de estas virtudes es la bondad, como forma de vida que fomenta la fraternidad y la amistad social (cf. Enc. Fratelli tutti, 222-224).
Y hablando de bondad, en este momento, nuestro pensamiento se dirige espontáneamente a nuestro queridísimo Papa Emérito Benedicto XVI, que nos ha dejado esta mañana. Con emoción recordamos su persona tan noble, tan gentil. Y sentimos tanta gratitud en el corazón: gratitud a Dios por haberle dado a la Iglesia y al mundo; gratitud a él, por todo el bien que ha realizado, y especialmente por su testimonio de fe y de oración, sobre todo en estos últimos años de su vida retirada. Sólo Dios conoce el valor y la fuerza de su intercesión, de sus sacrificios ofrecidos por el bien de la Iglesia.
Esta tarde quisiera proponer de nuevo la bondad también como virtud cívica, pensando en particular en nuestra Diócesis de Roma.
La bondad es un factor importante de la cultura del diálogo, y el diálogo es indispensable si queremos vivir en paz, como hermanos, que no siempre se llevan bien -es normal- pero que, sin embargo, hablan entre sí, se escuchan e intentan comprenderse y encontrarse. Basta pensar "qué sería del mundo sin el diálogo paciente de tantas personas generosas que han mantenido unidas a familias y comunidades". El diálogo persistente y valiente no aparece en los titulares como los enfrentamientos y los conflictos, y sin embargo ayuda discretamente al mundo a vivir mejor" (ibid., 198). La bondad forma parte del diálogo. No es sólo una cuestión de "etiqueta"; no es una cuestión de "etiqueta", de formas galantes... No, no es esto a lo que nos referimos al hablar de cortesía. En cambio, es una virtud que hay que recuperar y ejercitar cada día, para ir contracorriente y humanizar nuestras sociedades.
De hecho, los daños del individualismo consumista están a la vista de todos. Y el daño más grave es que los demás, las personas que nos rodean, se perciben como obstáculos para nuestra tranquilidad, para nuestra comodidad. Otros nos "incomodan", nos molestan, nos quitan tiempo y recursos para hacer lo que nos gusta. Las sociedades individualistas y consumistas tienden a ser agresivas, porque los demás son competidores con los que hay que competir (cf. ibíd., 222). Y sin embargo, dentro de estas mismas sociedades nuestras, e incluso en las situaciones más difíciles, hay personas que demuestran que "todavía es posible elegir la bondad" y así, con su estilo de vida, "se convierten en estrellas en medio de la oscuridad" (ibid.).
San Pablo, en la misma Carta a los Gálatas de la que procede esta lectura litúrgica, habla de los frutos del Espíritu Santo, y entre ellos menciona uno con la palabra griega chrestotes (cf. 5,22). Esto es lo que podemos entender por "bondad": una actitud benévola, que apoya y reconforta a los demás evitando toda dureza y aspereza. Modo de tratar al prójimo, cuidando de no herir con palabras o gestos; procurando aligerar las cargas de los demás, animar, consolar, confortar; sin humillar, mortificar o despreciar nunca (cf. Fratelli tutti, 223).