Fue vilipendiado por su labor por los medios de comunicación seculares y grupos católicos progresistas, especialmente cuando cumplió con la tarea de investigar obras de algunos teólogos que proponían enseñanzas erróneas y hasta heréticas. En 1997, a la edad de 70 años, el entonces Cardenal pidió a Juan Pablo II que le permitiera renunciar a su cargo en la Curia para poder trabajar en la Biblioteca del Vaticano. Juan Pablo II le solicitó que se quedara y siguió siendo una de las figuras clave del pontificado hasta la muerte del Pontífice en abril de 2005.
Después de la muerte de Juan Pablo II, Ratzinger fue elegido para el papado en uno de los cónclaves más cortos de la historia moderna.
Un llamado a la renovación
El Cardenal Ratzinger eligió el nombre de Benedicto XVI porque, como explicó en una Audiencia general apenas pocos días después de su elección, Benedicto XV (Papa entre 1914 y 1922) también había dirigido a la Iglesia a través de un periodo de confusión en la I Guerra Mundial (1914-1918).
"Como él, deseo poner mi ministerio al servicio de la reconciliación y la armonía entre los hombres y los pueblos, profundamente convencido de que el gran bien de la paz es ante todo don de Dios", señaló el 27 de abril de 2025.
"El nombre Benedicto evoca, además, la extraordinaria figura del gran 'patriarca del monacato occidental'", añadió refiriéndose a San Benito. Este co-patrono de Europa fue "un punto de referencia fundamental para la unidad de Europa y un fuerte recuerdo de las irrenunciables raíces cristianas de su cultura y de su civilización".
Benedicto XVI en la logia de bendición de la Basílica de San Pedro después del anuncio de su elección como Papa, el 19 de abril de 2005. Crédito: Vatican Media.
El pontificado de Benedicto XVI estuvo marcado por los esfuerzos de renovación eclesiástica, intelectual y espiritual, incluida la confrontación del relativismo y el secularismo, la lucha contra el flagelo del abuso sexual del clero, el impulso de la reforma litúrgica y la promoción de una interpretación auténtica del Concilio Vaticano II.
En su homilía previa al cónclave de 2005 que lo eligió Papa, el todavía Cardenal Ratzinger advirtió de una "una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja como última medida solo el propio yo y sus antojos".
Subrayó entonces que Jesucristo "es la medida del verdadero humanismo", y que una fe madura y una amistad con Dios nos dan los criterios para distinguir "entre lo verdadero y lo falso, entre el engaño y la verdad".
En su discurso en el salón de Westminster a los líderes de la sociedad británica durante su visita al Reino Unido en 2010, Benedicto XVI habló sobre los inmensos peligros para la sociedad contemporánea, cuando la religión es separada de la vida pública.
"Hay algunos que desean que la voz de la religión se silencie", apuntó, "o al menos que se relegue a la esfera meramente privada. Hay quienes esgrimen que la celebración pública de fiestas como la Navidad deberían suprimirse según la discutible convicción de que ésta ofende a los miembros de otras religiones o de ninguna. Y hay otros que sostienen -paradójicamente con la intención de suprimir la discriminación- que a los cristianos que desempeñan un papel público se les debería pedir a veces que actuaran contra su conciencia. Éstos son signos preocupantes de un fracaso en el aprecio no solo de los derechos de los creyentes a la libertad de conciencia y a la libertad religiosa, sino también del legítimo papel de la religión en la vida pública".
Involucrar al Islam, alentar la evangelización
Mucho más controversial fue su discurso de 2006 en la Universidad de Ratisbona, en su encuentro con el mundo de la cultura. Benedicto XVI criticó las formas de pensamiento secular que promueven "una razón que sea sorda a lo divino y relegue la religión al ámbito de las subculturas", considerando esta actitud "incapaz de entrar en el diálogo de las culturas". También reprochó a las escuelas de pensamiento cristianas y musulmanas que equivocadamente exaltan la "trascendencia y la diversidad" de Dios, de tal forma que la razón humana y el entendimiento del bien "dejan de ser un auténtico espejo de Dios".
Algunos medios y varios políticos alemanes tomaron ese discurso fuera de contexto a propósito, centrándose en una sola cita antigua de un emperador bizantino. Tal tergiversación estuvo acompañada por un estallido de violencia anticristiana en regiones del mundo musulmán. A pesar de tales reacciones, la contribución real de Benedicto XVI condujo a esfuerzos más significativos en un diálogo cristiano-musulmán sincero, uno que no disimula las diferencias y que llama a la reciprocidad mutua en el respeto de los derechos.
El Papa Benedicto XVI intercambia regalos con el rey Abdullah de Arabia Saudita (izquierda) en el Vaticano, el 6 de noviembre de 2007. Crédito: POOL/AFP vía Getty Images.
Habiendo reconocido la profunda crisis existencial y espiritual que enfrenta el mundo, Occidente en particular, Benedicto XVI recordó a los católicos de todo el orbe el llamado a evangelizar. Fue un gran partidario de la nueva evangelización, especialmente en la predicación y la vivencia del Evangelio en lo que describió como el "continente digital", el mundo de las comunicaciones en línea y las redes sociales.
"No hay prioridad más grande que esta: abrir de nuevo al hombre de hoy el acceso a Dios, al Dios que habla y nos comunica su amor para que tengamos vida abundante", escribió en su exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini de 2010, sobre la Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia.
Puntos de vista opuestos del Vaticano II
Benedicto también vio la necesidad de que la Iglesia adopte una comprensión auténtica del Vaticano II, señalando en un discurso pronunciado en 2005 dos modelos interpretativos en competencia (hermenéutica) que habían surgido después del Concilio.
El primero, una hermenéutica de la discontinuidad y la ruptura, propone que hay una escisión fundamental entre el Concilio y el pasado, y que no son los textos sino un vago "espíritu del Concilio" los que deben guiar su interpretación e implementación. Así pues, lamentó, "en una palabra sería preciso seguir no los textos del Concilio, sino su espíritu. De ese modo, como es obvio, queda un amplio margen para la pregunta sobre cómo se define entonces ese espíritu y, en consecuencia, se deja espacio a cualquier arbitrariedad".
Contra esta hermenéutica de la ruptura, Benedicto propuso una hermenéutica de la reforma y continuidad, a la que llamó "renovación dentro de la continuidad del único sujeto-Iglesia, que el Señor nos ha dado; es un sujeto que crece en el tiempo y se desarrolla, pero permaneciendo siempre el mismo, único sujeto del pueblo de Dios en camino".
Sus esfuerzos por establecer una interpretación correcta del Concilio Vaticano II se extendieron hasta el final de su pontificado. El 14 de febrero de 2013, apenas dos semanas antes de que tuviera efecto su renuncia, comentó que el Concilio fue inicialmente interpretado "a través de los medios", que lo presentaron como una "lucha política" entre diferentes corrientes dentro de la Iglesia.
Este "Concilio de los medios de comunicación" creó "tantas calamidades", teniendo como resultado que seminarios y conventos cerraran, y la liturgia fuera "banalizada". Benedicto XVI afirmó que la verdadera interpretación del Vaticano II está emergiendo "con toda su fuerza espiritual".
El Papa Benedicto XVI asiste al Sínodo de los Obispos sobre la Nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana en la sala del Sínodo, el 19 de octubre de 2012. El Sínodo de los Obispos fue establecido por el Papa Pablo Vl en 1965, después del Concilio Vaticano II. Crédito: Franco Origlia/Getty Images.
El llamado a la continuidad y reforma encontró una expresión rica en la atención del Papa a la liturgia, en particular a través de su gran libro "El espíritu de la liturgia" (2000), y sus esfuerzos por alentar el retorno a la reverencia y belleza litúrgicas. "Sí, la liturgia se vuelve personal, verdadera y nueva", propuso, "no a través de tonterías y experimentos banales con las palabras, sino a través de una entrada valiente en la gran realidad que a través del rito siempre está delante de nosotros y nunca puede ser superada del todo" (p. 169). Sobre todo, su visión de la liturgia colocaba a Dios una vez más al centro: "La verdadera 'acción' en la liturgia en la que se supone que todos debemos participar es la acción de Dios mismo. Esto es lo nuevo y distintivo de la liturgia cristiana: Dios mismo actúa y hace lo que es esencial" (p. 173).
Al llevar su preocupación a la práctica, publicó la carta apostólica Summorum Pontificum en 2007, con la que amplió significativamente el permiso para que los sacerdotes celebren la Eucaristía de acuerdo al Misal previo a las reformas de 1970. En la carta con la que acompañó Summorum Pontificum, escribió: "En la historia de la Liturgia hay crecimiento y progreso, pero ninguna ruptura. Lo que para las generaciones anteriores era sagrado, también para nosotros permanece sagrado y grande y no puede ser improvisamente totalmente prohibido o incluso perjudicial. Nos hace bien a todos conservar las riquezas que han crecido en la fe y en la oración de la Iglesia y de darles el justo puesto".
Y en respuesta a la pregunta de si esta reautorización de la Misa Tridentina era poco más que una concesión a la Fraternidad cismática de San Pío X, Benedicto le dijo a Peter Seewald en sus "Últimas conversaciones" (2016), "¡Esto es absolutamente falso! Para mí era importante que la Iglesia estuviera en armonía consigo misma, con su propio pasado. Que lo que antes era sagrado para ella no se considerara ahora algo erróneo".
Sus esfuerzos por reformar la Curia romana quedaron incompletos en el momento de su dimisión. La atención de los medios se centró especialmente en el llamado escándalo Vatileaks, relacionado con la filtración de documentos papales privados y el arresto y juicio de un mayordomo del Santo Padre. Sin embargo, dio pasos importantes hacia una genuina transparencia financiera que también llevó a cabo el Papa Francisco.
De manera similar, en sus años como prefecto y luego como Pontífice, sentó una base vital para la respuesta de la Iglesia a la crisis y ayudó a allanar el camino para reformas más amplias bajo el pontificado de Francisco.
Una posición firme en los casos de abuso
Mucho antes de su elección como Papa, el entonces Cardenal Ratzinger había impulsado esfuerzos serios para enfrentar el flagelo del abuso sexual del clero. En 2001, tuvo un papel decisivo en la asignación de los casos de abuso bajo la jurisdicción de la Congregación para la Doctrina de la Fe y ayudó a los obispos de Estados Unidos a recibir la aprobación del Vaticano para la Carta de Dallas y las Normas esenciales que luego formaron la base para el inmenso progreso en el tratamiento del abuso del clero en los Estados Unidos.
En los días previos al fallecimiento de Juan Pablo II en marzo de 2005, Ratzinger escribió las meditaciones del Vía Crucis del Viernes Santo en Roma.
En su reflexión en la novena estación, hizo una condena lacerante: "¡Cuánta suciedad en la Iglesia y entre los que, por su sacerdocio, deberían estar completamente entregados a él!".
Sus palabras pronosticaban su compromiso con la lucha contra los abusos desde el momento de su elección.
El Cardenal Joseph Ratzinger en la Vigilia Pascual en la Basílica de San Pedro, el 26 de marzo de 2005. Crédito: Franco Origlia/Getty Images.
A los dos meses de asumir el papado, Benedicto disciplinó al padre Marcel Maciel, el carismático e influyente fundador de los Legionarios de Cristo que durante mucho tiempo había sido acusado de abusar sexualmente de los seminaristas y luego se reveló que había llevado una doble vida profundamente escandalosa.
Cientos de sacerdotes que habían cometido abusos sexuales fueron expulsados del estado clerical bajo Benedicto. Esta fue una continuación de su trabajo en la Congregación para la Doctrina de la Fe, pero ahora las sanciones llegaron acompañadas de pedidos formales de disculpas a las víctimas, incluidas las de Estados Unidos, Australia, Canadá e Irlanda. En 2008, durante su visita a los Estados Unidos, se encontró personalmente con víctimas, y en 2010 escribió una carta pastoral a los católicos de Irlanda, pidiendo su perdón por el enorme sufrimiento causado por los abusos.
"Habéis sufrido inmensamente", escribió, "y eso me apesadumbra en verdad. Sé que nada puede borrar el mal que habéis soportado. Vuestra confianza ha sido traicionada y vuestra dignidad ha sido violada. Muchos habéis experimentado que cuando teníais el valor suficiente para hablar de lo que os había pasado, nadie quería escucharos".
Un distinguido profesor y teólogo
A pesar de su avanzada edad en el momento de su elección, Benedicto continuó la costumbre de Juan Pablo II de viajar por el mundo. Sus 24 visitas apostólicas fuera de Italia incluyeron tres viajes a su Alemania natal y tres Jornadas Mundiales de la Juventud.
Su visita a Turquía en 2006 se centró en las relaciones con el islam y el cristianismo ortodoxo, destacando su asistencia a una Divina Liturgia celebrada por el patriarca ortodoxo de Constantinopla. Durante su viaje a los Estados Unidos en 2008, visitó el sitio de las torres destruidas del World Trade Center, una sinagoga de Nueva York y la Universidad Católica de América.
"Cristo es el camino que conduce al Padre, la verdad que da sentido a la existencia humana, y la fuente de esa vida que es alegría eterna con todos los Santos en el Reino de los cielos", le dijo a las 60 mil personas reunidas para la Misa en el Estadio de los Yankees en Nueva York, en abril de 2008.
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