“Si mal no recuerdo, fue en 1985. Una tarde fui a rezar el Santo Rosario que estaba siendo dirigido por el Santo Padre. Estaba delante de todos, de rodillas. El grupo era numeroso. Vi al Santo Padre de espaldas y, poco a poco, me perdí en la oración. No estaba solo: estaba orando en medio del Pueblo de Dios al que pertenecía yo y todos los que estaban allí, encabezados por nuestro pastor”.
“En medio de la oración, me distraje mirando la figura del Papa: su piedad, su devoción eran un testimonio. Y el tiempo pasó, y comencé a imaginarme al joven sacerdote, al seminarista, al poeta, al obrero, al niño de Wadowice… en la misma posición en que estaba arrodillado en ese momento, recitando Ave María tras Ave María. Su testimonio me impactó”, afirmó.
El entonces cardenal añadió: “Me di cuenta de la densidad de las palabras de la Madre de Guadalupe a San Juan Diego: ‘No tengas miedo; ¿No soy tu madre?’. Comprendí la presencia de María en la vida del Papa. Ese testimonio no se olvidó en un instante. A partir de entonces, rezo todos los días los 15 misterios del Rosario”.
El encuentro con la Virgen Desatanudos
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En 1986, el P. Jorge Mario Bergoglio viajó a Alemania para estudiar Teología. Ahí visitó la iglesia de San Pedro en Perlach, en Augsburgo, región de Baviera, donde vio la enigmática pintura del siglo XVII conocida como la Virgen Desatanudos.
No está claro por qué esta pintura tuvo un impacto tan profundo. Se ha especulado que el futuro Papa estaba luchando con sus problemas personales como consecuencia de los que tuvo como provincial jesuita; pero lo que está claro es que dejó Alemania con una devoción apasionada a la Santísima Madre.
El sacerdote jesuita se encargó de difundir esta advocación mariana en Argentina y América Latina, pues como Arzobispo de Buenos Aires tenía la costumbre de adjuntar a sus cartas una imagen de la Virgen Desatanudos.
En octubre de 2013, ya como Pontífice, afirmó que “la fe de María desata el nudo del pecado”. Es una antigua creencia de la Iglesia que la Santísima Virgen María desató el nudo de desobediencia en el corazón del hombre, creado por la desobediencia de Eva.
El Papa Francisco nos anima a mirar los nudos de incredulidad y desobediencia en nuestra propia vida, con la ayuda de María:
“Todos tenemos algunos de estos nudos, y podemos preguntarnos en el fondo de nuestro corazón: ¿cuáles son los nudos en mi vida? ‘¡Padre, mis nudos no se pueden deshacer!’. ¡Es un error decir algo así! Todos los nudos de nuestros corazones, todos los nudos de nuestras conciencias, se pueden deshacer”.