VATICANO,
A continuación, las palabras del Papa Francisco en la tarde de este martes 11 de octubre, aniversario del inicio del Concilio que impulsó Juan XXIII:
"¿Me amas?". Es la primera frase que Jesús dirige a Pedro en el Evangelio que hemos escuchado (Jn 21,15). La última, en cambio, es: "Apacienta mis ovejas" (v. 17). En el aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II sentimos que el Señor nos dirige estas palabras también a nosotros, a nosotros como Iglesia: ¿Me amas? Apacienta mis ovejas.
En primer lugar: ¿Me amas? Es una interrogación, porque el estilo de Jesús no es tanto el de dar respuestas, como el de hacer preguntas, preguntas que interpelan la vida. Y el Señor, que "habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos" (Dei Verbum, 2), nos pregunta todavía y seguirá preguntando siempre a la Iglesia, su esposa: "¿Me amas?".
El Concilio Vaticano II fue una gran respuesta a esa pregunta. Fue para reavivar su amor que la Iglesia, por primera vez en la historia, dedicó un Concilio a interrogarse sobre sí misma, a reflexionar sobre su propia naturaleza y su propia misión. Y se redescubrió como misterio de gracia generado por el amor, se redescubrió como Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo, templo vivo del Espíritu Santo.
Esta es la primera mirada que hay que tener sobre la Iglesia, la mirada de lo alto. Sí, hay que mirar la Iglesia ante todo desde lo alto, con los ojos enamorados de Dios. Preguntémonos si en la Iglesia partimos de Dios, de su mirada enamorada sobre nosotros.
Siempre existe la tentación de partir más bien del yo que de Dios, de anteponer nuestras agendas al Evangelio, de dejarnos transportar por el viento de la mundanidad para seguir las modas del tiempo o de rechazar el tiempo que nos da la Providencia de volver atrás.