La enseñanza sobre el aborto, la contracepción, la apertura a la vida o la complementariedad entre hombre y mujer, han sido un acto de auténtico valor por parte de los Sumos Pontífices, y han sido acogidos de buena fe por multitud de hombres de buena voluntad.
Pero en ocasiones hemos sido nosotros, los pastores, los que no las hemos acogido ni las hemos enseñado. Hemos faltado a nuestro deber como ministros de la verdad, hemos faltado al juramento que hicimos cuando nos ordenamos. Hemos dejado de creer que la verdad libera.
Y ahora, al ver cómo estas enseñanzas se ponen en duda públicamente por parte de algunos de ustedes, desgarra el Corazón de Jesús, rasga la túnica inconsútil de la Iglesia, confunde a los fieles que, con un espíritu de fe, han aceptado la verdad enseñada por el Magisterio.
Cum Petro et sub Petro, en comunión con el Magisterio y la Tradición, sin duda se dan nuevas luces sobre los nuevos tiempos; pero no nos corresponde a nosotros, por nuestra cuenta y como pastores que van por libre, proponer cosas contrarias al Magisterio.
Queridos padres, necesitamos que ustedes, con valor y convicción, enseñen la verdad del Magisterio de la Iglesia, y que no se arredren ante las presiones recibidas del exterior o del interior de la Iglesia.
Necesitamos que la voz de nuestros obispos se alce al unísono, como una sinfonía sin disonancias, aunque con acordes distintos, que ponga en nuestros oídos la Voz de Cristo.
Necesitamos, en estos tiempos de confusión, su comunión entre ustedes y con el Magisterio de la Iglesia, particularmente en tema de moral.
La moral cristiana libera, aunque sea difícil de vivir. Pero una moral rebajada al nivel de lo que el mundo quiere, no puede por menos de esclavizar.
Esto lo he experimentado en mi propia carne, y, como sacerdote, lo he podido ver en multitud de hombres y mujeres heridos que han llamado a las puertas de mis parroquias.
Por eso me atrevo a pedirles, padres, por favor, por el amor de Dios y por el celo santo de las almas, que cumplan con su misión de enseñar la verdad. Me atrevo a pedirles que cejen en las disonancias o en las propuestas que no son conformes al Magisterio de la Iglesia.
Me atrevo a pedirles que renueven, que todos renovemos, nuestra fe en Cristo y la confesión de que su Verdad nos hace libres. Les suplico que nos den la leche no adulterada que, como infantes, necesitamos para crecer en nuestra vida espiritual.
Les pido, por favor, que cese la multiplicidad de voces disonantes que está dispersando a las ovejas.
Ustedes son nuestros padres y pastores. Les queremos, les necesitamos. Necesitamos su voz, no su silencio; y necesitamos que su voz se alce para defender, no opiniones humanas, sino la verdad de Dios.
Les necesitamos más que nunca, porque el mundo es cada vez más confuso. Necesitamos de su fidelidad y de su caridad pastoral.
Si han llegado a ustedes estas palabras, por favor, pondérenlas en su corazón, y, si les place, ante el Sagrado Corazón que late en el Sagrario, examinen su conciencia, examinémosla todos. Y actuemos en consecuencia.
Pido a Dios la coherencia de todos nosotros y la comunión entre nosotros y con toda la Iglesia, la que ha sido, la que es y la que será.
Rezo por ustedes de todo corazón.
Jesús María Silva Castignani +
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